Hoy se celebra el Día Mundial de los Océanos. Foto: Tomada de Mongabay

DÍA MUNDIAL DE LOS OCÉANOS

Protección de los océanos: una deuda que urge pagar

Manglares, arrecifes de coral, praderas de pastos marinos y playas, son los cuatro ecosistemas marinos más amenazados por la intervención del hombre. Hoy en el Día Mundial de los Océanos, el llamado es a emprender acciones que permitan mitigar la crisis.

8 de junio de 2020

Si hay algo que nos enseñaron la pandemia y el confinamiento al que estamos sometidos es que los humanos pueden subsistir sin muchas de las cosas que normalmente consideran vitales. Pero más allá de ese razonamiento, durante este tiempo la naturaleza nos dio una lección que no debemos olvidar: ella puede vivir perfectamente sin nosotros. De hecho, sin humanos invadiendo todos los espacios, la vida silvestre ha tenido la oportunidad de resurgir.

Lo mismo pasó con los océanos y mares. Solo bastaron un par de semanas sin actividades humanas en las aguas para notar un cambio drástico en sus tonalidades y en sus niveles de contaminación.

Lo anterior nos da luces acerca de lo nocivas que pueden resultar las personas para ecosistemas marinos, que de manera constante luchan contra nuestros desechos, sobreexplotación y malos manejos. 

Francisco Arias Isaza, director general del Insituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), asegura que lamentablemente la humanidad cree que este es un recurso infinito que está en capacidad de aguantar y de procesar todo. No obstante, hay un límite y llegará un punto en donde se sature. “Hay una especie de indolencia de la humanidad sobre los océanos, y vale la pena resaltar que todas las acciones dañinas sobre los mares son prevenibles”, señala.  

Actualmente, las amenazas provienen de dos fuentes: antrópicas (de las personas) y naturales. Las problemáticas asociadas a los humanos son la contaminación, el mal manejo de los espacios costeros por cuenta de la pobreza y la destrucción de los hábitats marinos.

“Si se habla de la destrucción de los hábitats marinos, el problema surge porque la línea costera es un elemento natural de altísimo valor económico, y donde hay interés económico hay unas presiones de uso, y eso casi siempre termina con la destrucción de los hábitats. Sin embargo, sectores como el turismo lo han ido entendiendo, aunque no en todos los casos. Un ejemplo que resalto es el de la costa del Golfo de Morrosquillo, donde pavimentaron las playas para que los turistas tuvieran un mejor acceso. Esas obras no solo propiciaron que el mar se llevara la arena, sino también la misma carretera y los edificios que allí se construyeron. Es decir, se perdió el activo que tenían”, explica Arias Isaza.

La sobre explotación y el calentamiento de sus aguas, son solo dos de las problemáticas que enfrentan los océanos. Foto: Pixabay

Y ni hablar del mal manejo del espacio costero, que va más allá del depósito de residuos en aguas poco profundas, como sucede con los ductos de aguas residuales que producen las ciudades ubicadas en estas zonas geográficas. En este punto también se habla de ordenamiento ambiental costero y de las decisiones que van en detrimento de la biodiversidad.

Un caso emblemático en Colombia es lo que sucede en Santa Marta donde, en una distancia de 14 kilómetros, fueron instalados seis muelles carboneros que, debido a la falta de control, vigilancia y de reglas exigentes, terminaron por afectar las playas de vocación turística. “Allí se pensó en los impuestos y en las regalías y también se perdió el activo turístico”, dice el directivo.

El deterioro de los océanos también ha estado marcado por la sobreexplotación de los recursos. Una muestra es el aumento del consumo per cápita de pescado. Mientras que para la década de los años 80 un colombiano promedio comía algo menos de dos kilos de pescado al año, hoy la cifra ronda los 10 kilos. Y si a esa ecuación se le suma el aumento de consumidores y la falta de un sistema consolidado de granjas de maricultura, es claro que el resultado ha sido una reducción importante en la población de peces. 

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Jorge Jiménez, director general de MarViva para Costa Rica, Panamá y Colombia, asegura que en nuestra zona tropical ha existido una historia de deterioro muy marcado que empezó en las últimas dos décadas.  Lo mismo sucedió con otras e“Desde el 2000 se empezaron a dar los colapsos más importantes, y a la extinción a nivel comercial que ya se había dado años atrás de las perlas, se unió la de la madreperla para la extracción de concha de nácar.species marinas que habitaban aguas poco profundas y que ante la pesca masiva no solo redujeron su población, sino que se vieron forzadas a migrar a aguas más profundas”.

Jiménez cree que lo que hoy comemos corresponde a peces principalmente juveniles, pues las poblaciones adultas de diversas especies son difíciles de encontrar, sino imposibles. “La mentalidad de que los mares son inagotables y de que no hay forma de que la humanidad los pueda afectar es falsa. Si se pueden agotar los recursos”, agrega. 

¿Todavía se puede hacer algo?

Según estudios científicos, los océanos tienen una gran capacidad de resiliencia, sin embargo, la preocupación radica en el hecho de que los cambios más importantes en materia de acidificación, calentamiento y pérdida de oxígeno se han dado en cuestión de tres a cinco décadas. Por eso, las investigaciones señalan que, si no se toman cartas en el asunto de manera inmediata, para finales de este siglo deberíamos estar en una condición dramática. Es decir, nuestros hijos y nietos podrían vivir de primera mano la crisis que propiciamos años atrás. 

Así las cosas, lo primero que perderíamos sería la línea costera por cuenta del incremento del nivel del mar, y esto no solo generaría un impacto en la infraestructura, sino en el recurso costero. “Desaparecerían los corales y se perderían las poblaciones de peces. Además, no tendríamos caracoles ni conchas de mar, y con ello una cantidad enorme de productos del mar”, explica Jorge Jiménez.

La contaminación está axfisiando a los océanos y sus ecosistemas. Foto: Pixabay

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Pero no todo está perdido. Para empezar, la humanidad tendrá que entender que, así como el tiempo de los cazadores ya pasó y ahora nos alimentamos con productos provenientes de cultivos, lo mismo tendrá que pasar con los océanos. Por eso, no deberíamos depender de la pesca sino de la maricultura.

 “Deberíamos ser capaces de producir miles y miles de toneladas de mariscos y pescados en granjas destinadas a producirlos. La tecnología existe y es cada vez más eficiente, de ahí que en las próximas décadas tendremos un crecimiento importante en dicha actividad”, asevera Jiménez, quien asegura que esta es la única forma de cumplir con la demanda sin dañar el stock natural. 

A eso se deberá incorporar el fortalecimiento de las agencias dedicadas a los océanos para que puedan hacer un manejo científico del sector. Pero la intervención también tendrá que hacerse desde otros frentes, y aquí el asunto del plástico y la contaminación toma una enorme relevancia.

Llegados a este punto, la solución para tratar este problema está en la fuente y mientras no se haga algo al respecto no hay salida. Para los expertos, las sanciones a quienes producen plásticos y los arrojan a los océanos deben ser ejemplares y permanentes. 

La naturaleza también interfiere

Aunque los humanos tenemos gran parte de la culpa de lo que sucede actualmente en los océanos, la naturaleza también está haciendo su aporte. Por ejemplo, hoy los huracanes son más fuertes y están produciendo daños irreparables en los arrecifes de coral. También sobresale el efecto de los tsunamis y los volcanes sumergidos. 

Otro tema es el del calentamiento de las aguas, que genera cambios en las estructuras poblacionales de las especies. “Se estima que un aumento de 0,1 grados es un cambio brutal en un sistema que evolucionó en una temperatura estable. Por eso, cualquier cambio tiene un efecto en la fauna”, explica Francisco Arias Isaza, director General de Invemar.

A eso se dicionan también la acidificación de los océanos por cuenta del exceso de CO2 que producen las personas, y el aumento del nivel del mar por el derretimiento de los polos. “Esto hará que se pierdan playas y biodiversidad”, agrega el experto, para quien los efectos naturales y antrópicos se unen para mal, dando como resultado una sinergia negativa. 

Poblaciones en riesgo

En Colombia están identificadas las zonas de más alto riesgo, y no solo por lo que pueda causar el incremento del nivel del mar, sino también por los efectos que el mal manejo de los océanos pueda tener en el frente socioeconómico.

 Por ejemplo, las investigaciones de Invemar señalan que Cartagena será la ciudad que más perderá, seguida de San Andrés, Buenaventura, Tumaco, Santa Marta, Barranquilla y Turbo. No obstante, en términos generales todas las poblaciones costeras del país están en un riesgo alto y muy alto. 

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En este punto, es clave el compromiso de las administraciones locales para que incorporen compromisos y políticas dirigidas a encontrar soluciones concretas dentro de sus planes de desarrollo. 

La gran conclusión de la situación actual de los océanos y de lo que nos espera si no hacemos nada por mitigar el daño causado, es un futuro que lejos de ser incierto, augura una crisis ambiental de la que no podremos salir. Pero, aunque las predicciones son apocalípticas, lo cierto es que estamos a tiempo de revertir lo que se avecina si hacemos lo correcto como humanidad.