Ante las crueles evidencias, el 18 de diciembre de 2008, la SDA y la Sijín realizaron el decomiso preventivo de los leones, como lo ordenaba la Resolución 5402 de ese año y que fue emitida por la misma SDA. | Foto: Cortesía Secretaría Distrital de Ambiente

Animales

Nala, leona que se recuperó de presunto maltrato, deberá volver al circo

En diciembre de 2008, la Secretaría Distrital de Ambiente decomisó dos leones africanos al Circo de los Muchachos. A pesar de que la leona se recuperó un fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca la obliga a regresar a ser parte del circo.

9 de octubre de 2013

Un futuro incierto. Esto es lo que sucede actualmente con Nala, una leona africana que la Secretaría de Ambiente le decomisó al Circo de los Muchachos en Bogotá, y que actualmente habita con otros leones en el zoológico del Parque Jaime Duque.

Actualmente no se sabe qué pasará con esta leona, y su futuro está a la deriva. Un fallo en segunda instancia del Tribunal Administrativo de Cundinamarca obliga a la SDA a regresar a la leona a las pequeñas jaulas con barrotes oxidados del circo.  Así, Nala podría perder su proceso de recuperación, su corpulenta figura y el buen estado de salud que adquirió bajo los cuidados del zoológico.

Sin embargo, la Secretaría de Ambiente solicitó la revisión del fallo ante otra instancia, que definiría si Nala continúa con un prometedor futuro, o si regresa al circo, perdiendo así años de recuperación, de buen comer, de ejercicios y de la compañía de otros leones.

Nala, junto con su hermano Pumba, son el vivo ejemplo del maltrato que sufren los animales en los circos, y de las fuertes huellas que deja el maltrato, el encierro y la desnutrición. En noviembre de 2008, la Secretaría de Ambiente realizó una visita al Circo de los Muchachos luego de que este ingresara a la ciudad, para ver el estado del par de leones africanos, y encontró que Nala y Pumba presentaban heridas y cicatrices por traumatismos crónicos.

Su hábitat era una pequeña y oxidada jaula de no más de 5 metros cuadrados. Debido al encierro, el par de leones rozaban sus cabezas con los barrotes, lo que les causó profundas heridas en sus frentes.

El estrés del encierro hacía que sus movimientos fueran constantes y repetitivos sin ninguna finalidad, algo que no es natural en un león africano. Su estado de salud era un gran interrogante, ya que sus captores no contaban con historias médicas ni eran atendidos por algún médico veterinario.

Ante las crueles evidencias, el 18 de diciembre de 2008, la SDA y la Sijín realizaron el decomiso preventivo de los leones, como lo ordenaba la Resolución 5402 de ese año y que fue emitida por la misma SDA. Sus dueños ya habían desmontado las carpas de su circo, y habían dejado a los animales en su pequeña jaula a la intemperie, expuestos a los rayos del sol.

Inmediatamente, el zoológico del Parque Jaime Duque se ofreció para dar cuidado al par de felinos, ya que cuenta con expertos veterinarios, biólogos y zootecnistas que se dedicarían a evaluarlos y curarlos.

Luego del chequeo, el parte médico indicó que no estaban en buenas condiciones, presentaban desnutrición y eran demasiado agresivos cuando veían a algún hombre con sombrero, posiblemente al recordar maltratos y agresiones por alguno de sus dueños.

Pumba era el caso más delicado. Cojeaba por el dolor en una de sus extremidades delanteras, debido a una cirugía defectuosa con la que le extirparon sus garras.

Sin embargo, el zoológico no los desamparó e inició el proceso de rehabilitación. Ingresaron a un hábitat de 880 metros cuadrados, bajo el cuidado estricto de veterinarios, zootecnistas y biólogos, contrastando así con el cuidado casi nulo del circo y con los menos de 5 metros cuadrados que tenía la jaula en las que los mantenían en el circo.

Olvidando el maltrato del circo

En abril de 2009, la Secretaría de Ambiente visitó el Jaime Duque para ver el estado de los felinos. Pese al corto tiempo de recuperación, las heridas y lesiones crónicas de Nala y Pumba estaban sanas.

Subieron de peso, olvidaron sus movimientos extraños en la jaula y cambiaron su pelaje, de opaco y sin brillo, a majestuoso e imponente.

En julio de 2009, la SDA decomisó le definitivamente los leones al circo, y le dio la custodia al Jaime Duque (Resolución 4527).

En marzo de 2010, Pumba fue trasladado al zoológico de Barranquilla, donde continuó su proceso de recuperación: por su buen comer, se convirtió en un animal robusto, profundo y firme, y su pelaje ahora era brillante y abundante.

En la capital del Atlántico culminó satisfactoriamente su proceso de cicatrización, mientras que la alopecia de su frente ya denotaba una nueva capa de pelo.

Pumba se convirtió en el rey de Barranquilla, ya que era el único macho de la colección del zoológico.

 El encierro dio sus frutos

A pesar de su notoria mejoría, los expertos siempre manifestaron su preocupación por el estado de Pumba. Desde su ingreso al Jaime Duque, el león exhibió sintomatologías que indicaban que no se encontraba en condiciones fisiológicamente ideales.

En 2012, Pumba fue sometido a un procedimiento en el zoológico de Barranquilla, el cual no aguantó y falleció.

En la necropsia se encontró que la mayoría de sus órganos no estaban en buenas condiciones, lo que reafirmó la hipótesis de que Pumba tenía alternaciones crónicas por sus largos años de encierro y maltrato.

 Los buenos aires de Nala

Todo lo contrario al lamentable caso de Pumba había sido el de Nala, que iba por buen camino. Para mejorar las condiciones de los leones del Jaime Duque, la leona pasó a un hábitat más grande, con más elementos de ambientación, donde vive con Duque, el macho del zoológico, y Kenia, una nueva leona juvenil.

En septiembre de este año, la SDA visitó a Nala, y evidenció que permanece tranquila, activa y alerta. Sus cicatrices desaparecieron por completo, y su figura delgada y demacrada quedó en el olvido, dando paso a una leona gruesa y majestuosa.

Nala es la reina de su nuevo hogar. Es territorial con la leona juvenil, a la que silencia cada vez que la ve con un fuerte rugido.

Los barrotes oxidados, la pequeña jaula, los castigos y maltratos de sus dueños, su poca comida y el estrés es algo que Nala ya ha olvidado, pero que ahora está a la espera de que la justicia le permita seguir en el zoológico, donde ha encontrado un ambiente adecuado para terminar su vida dignamente y alejada del estrés permanente que implica vivir y trabajar en un circo.