La Reserva Natural Los Yátaros se encuentra a 6 km de Gachantivá, Boyacá. Es vecina del Santuario de Fauna y Flora Iguaque y de la Serranía El Peligro, dos áreas protegidas. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

MEDIOAMBIENTE

Reserva Los Yátaros: un tesoro para la investigación biológica en Boyacá

Dos hermanos campesinos, biólogos empíricos, dispusieron su reserva natural en los bosques subandinos de Gachantivá, en este departamento como un laboratorio de investigación de la flora y fauna tropical. Esta es la historia.

Ginna Santisteban/Mongabay Latam
28 de diciembre de 2020

El día en que sus colegas investigadores, con los que trabajó durante más de 20 años en el Instituto Humboldt, le confirmaron a Fernando Forero que el terreno que había comprado para emprender su proyecto ecoturístico tenía un enorme potencial para convertirse en un importante corredor natural, este boyacense empezó a darle forma al sueño de su vida: una reserva natural en la que pudiera aplicar todo su conocimiento como biólogo empírico a la conservación, restauración y conocimiento de la riqueza ambiental de su región.

Con el apoyo de su hermano Pablo, hace cinco años materializó ese sueño y lo nombró Reserva Natural Los Yátaros, así es como llaman a los tucanes esmeralda (Aulacorhynchus prasinus) que habitan la zona. Yátaros es una reserva de la sociedad civil ubicada en Gachantivá, a tres horas de Bogotá, y es uno de los pueblos que forma parte del Alto Ricaurte, una provincia del departamento de Boyacá donde también está el reconocido Santuario de Fauna y Flora Iguaque, que guarda siete lagunas en ecosistemas de bosque andino y bosque seco. Yátaros también forma parte de un corredor que conecta las áreas protegidas de Iguaque y el Parque Natural Regional Serranía El Peligro, en los municipios de Moniquirá y Arcabuco.

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“La reserva está ubicada a 2200 metros sobre el nivel del mar, sobre la quebrada La Honda que drena sus aguas en el río Moniquirá, que luego llega al Suárez, después al Chicamocha y termina desembocando en el Magdalena”, complementa Fernando Forero. Esta área protegida hace parte de un complejo corredor de ecosistemas que incluyen páramos a más de 3500 metros sobre el nivel del mar y franjas de bosques sub y alto andinos, muchos de los cuales han sido explotados para cultivos, ganadería, y recursos maderables. Todo el corredor vive frecuentemente largas temporadas de sequía, que junto a la deforestación y la ganadería, han afectado la salud del ecosistema. 

Los hermanos Forero empezaron protegiendo siete hectáreas y cinco años después la reserva ya tiene 15. “Cuando compramos el predio con mi hermano, tenía un bosque considerable, pero lo hemos ido potenciando. Hemos sembrado diferentes especies de plantas para aportar a este complejo, y gracias a los vínculos con el Instituto Humboldt, hemos hecho investigaciones biológicas para favorecer el incremento de las especies que se mueven por acá”, explica Fernando.

Ese estrecho vínculo que Fernando hizo durante sus años de trabajo en el Instituto Humboldt, en donde laboraba como asistente de investigación biológica, ha sido clave para que Yátaros se convierta en un centro para estudiantes que quieren hacer sus tesis de grado o sus proyectos científicos. “Nosotros no tenemos los recursos para financiar investigaciones, pero sí tenemos mucho interés en conocer lo que tenemos en la reserva. Entonces, les damos el espacio para que ellos hagan sus estudios, les damos hospedaje, y ellos nos apoyan con la información”, dice Fernando.

El pitajo negro o atrapamoscas (Ochthoeca cinnamomeiventris), es una de las especiaes que se encuentra en la reserva. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

El pitajo negro o atrapamoscas (Ochthoeca cinnamomeiventris), es una de las especies que se encuentra en la reserva. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

En los cinco años que tiene la reserva, los hermanos Forero ya cuentan con un inventario de por lo menos 60 especies de plantas —aunque calculan que puede haber más de 500—; más de 100 especies de aves entre las que destacan un colibrí endémico llamado el colibrí inca negro (Coeligena prunellei), la guacharaca colombiana (Ortalis columbiana) y el gorrión montés bigotón (Atlapetes albofrenatus), así como una amplia variedad de mamíferos y reptiles.

El minilaboratorio en Yátaros

Orlando Acevedo, investigador y coordinador de la colección de sonidos del Instituto Humboldt, ha jugado un papel fundamental en generar conocimiento científico en la reserva. Bajo su liderazgo, se han adelantado importantes investigaciones, sobre todo, enfocadas en el estudio de los sonidos de la fauna.

El Instituto Humboldt trabaja con otros dos proyectos parecidos en los municipios de Anorí y Yarumal, en el departamento Antioquia. Su idea es seguir apoyando, desde lo científico, estos esfuerzos de conservación en reservas privadas de la sociedad civil para que se repliquen en todo el país. “Todas estas iniciativas que se están adelantando en Yátaros nos permiten tenerlo como un ‘minilaboratorio’ que nos puede dar ideas de cómo llevar herramientas de manejo a una escala más local”, cuenta Acevedo.

Las investigaciones sobre los sonidos de algunas especies endémicas han sido la joya de la corona. “Allí tenemos al inca negro, que es un colibrí endémico y con algún grado de amenaza. Lastimosamente no es tan vocal como quisiéramos, entonces, si logramos identificarlo sería una lotería porque se sabe muy poco de la ecología de esa especie”, asegura Acevedo. En cuanto a mamíferos, los investigadores del Humboldt le están apuntando a completar un inventario de murciélagos a través de muestreos acústicos pasivos, una técnica en la que se instalan equipos de grabación para registrar los sonidos del ecosistema sin que haya interferencia humana.

Con estos muestreos también han podido identificar fácilmente aves como gorriones, guacharacas, la tangara rastrojera, entre otros.

Listado de especies encontradas en la reserva natural los Yátaros

Listado de especies encontradas en la reserva natural los Yátaros.

Tecnología sofisticada para capturar sonidos

La señal acústica es una de las formas de comunicación que tienen muchos organismos para establecer parejas, defender territorios o, incluso, para interactuar con otras especies. Esa “huella acústica” es la que los investigadores analizan para complementar sus análisis sobre las dinámicas ecológicas que ocurren dentro del bosque de la reserva.

“De esta huella sonora podemos analizar la geofonía, que hace referencia a los sonidos de la tierra, la lluvia, el viento o el agua. Luego, lo que más se acostumbra a estudiar, es la biofonía, que es el sonido de la vida: el cantar de las aves, los coros cacofónicos de las ranas o de los insectos. Por último, las antropofonías, que son los sonidos emitidos por la actividad humana”, explica Acevedo.

Para hacer el muestreo acústico pasivo, los científicos instalaron, en diversos puntos de la reserva, unos audiomoths —dispositivos con un sensor de señales acústicas y un micrófono que almacenan la información dentro de una memoria micro SD—. Los investigadores se encargan de configurarlos de acuerdo a lo que necesiten grabar. Y es que los audiomoths pueden grabar, hasta dos meses sin parar, desde el espectro audible hasta el ultrasonido de un paisaje.

Expertos del Instituto Humboldt, como Orlando Acevedo, han usado esta herramienta tecnológica para captar los sonidos de la reserva Yátaros. Grabaron un minuto cada media hora, durante seis meses, de marzo a agosto de 2020. En este momento, las grabadoras continúan allí porque debido a las restricciones de movilidad por la pandemia del coronavirus, los investigadores no han podido recoger los equipos. “En el día se recopila el espectro audible, es decir, las señales acústicas que alcanzamos a percibir con nuestro oído. En la noche, las señales acústicas ultrasónicas, que nos permiten escuchar cómo se comunican los murciélagos y algunos grillos en particular”, cuenta Acevedo.

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El investigador explica que con ese conjunto de datos pueden evaluar la huella acústica del paisaje, es decir, relacionar cada señal con una especie. Por otro lado, de manera más específica, entender el comportamiento de ciertas especies que ya han priorizado. Hasta el momento se tienen cerca de 40 000 grabaciones. La información es tan voluminosa que los investigadores están trabajando en unos algoritmos para establecer señales y huellas sonoras de ciertos grupos de animales.

El gusano de felpa (Onicoforo) es una de las especies que se encuentran en la reserva. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

El gusano de felpa (Onicoforo) es una de las especies que se encuentran en la reserva. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

Diego Gómez es uno de esos investigadores que se encuentra analizando el material sonoro de Yátaros para su tesis de pregrado en Biología de la Universidad Nacional. “Mi propósito es hacer un análisis sobre los patrones de la actividad de los grillos en el día a través del canal acústico. La idea es darle identidad taxonómica a cada sonido. Mirar las horas del día en que son más activas las especies, encontrar si hay relaciones de competencia o de ocupación del canal acústico que puedan estar afectando las interacciones a nivel de la comunidad de grillos y, más adelante, correlacionar algunos otros factores ambientales como la lluvia o incluso el ciclo lunar”, cuenta Gómez.

Gracias a los resultados de estos estudios, los hermanos Forero han armado un minucioso inventario de aves en su reserva. “En solo 15 hectáreas tenemos 100 especies de aves, de las cuales podemos destacar una endémica. Se trata de un colibrí que solo tiene distribución en una parte de Santander, Cundinamarca y esta franja de Boyacá. También otra ave que tiene distribución entre Venezuela y Colombia”, cuenta Fernando Forero.

De acuerdo con el investigador Orlando Acevedo, los sonidos de la fauna en el trópico está poco estudiada. Por esa razón, los investigadores y los dueños de Yátaros mantendrán las grabadoras encendidas a lo largo de este año. El objetivo es guardar un repertorio acústico más completo de la biota colombiana y saber cómo las señales acústicas varían a lo largo del año, si existe influencia de los fenómenos naturales en el comportamiento de la fauna o si la geofonía incentiva cambios en la actividad sonora. “Trabajar en la reserva nos podría ayudar a aproximarnos a contestar ese tipo de preguntas”, dice el investigador Acevedo.

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Además de su inventario de aves, los hermanos Forero también han alimentado el registro de mamíferos de su reserva con la información de seis meses de grabación en cámaras trampa que ellos mismos instalaron. “Este registro nos confirmó que en la reserva tenemos algunos armadillos, tinajos, zorritos, ñeques, y borugos, que son roedores grandes sin cola”, asegura Fernando.

A la izquierda Fernando Forero, a la derecha Pablo Forero. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

A la izquierda Fernando Forero, a la derecha Pablo Forero. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

Tanto Fernando como Pablo son científicos empíricos que han aprendido de los grupos de investigadores que han acogido en Yátaros. “Estamos detrás del olinguito [uno de los últimos mamíferos descubiertos en Colombia]. En nuestra reserva no lo hemos visto, pero más arribita nos han dicho que sí. Es nocturno y se la pasa en la parte alta de los árboles, es una especie rara y poco estudiada. Esperamos que en algún momento estas herramienta nos ayuden a confirmarlos”, cuenta Forero.

Además, la idea es que con la información acústica que están extrayendo varios estudiantes en la reserva Yátaros, se pueda conocer un poco más de la actividad de otras especies como los insectos. Según explica el estudiante de Biología Diego Gómez, estos animales son vitales para el ecosistema ya que cumplen funciones tan diversas como la polinización y el reciclaje de nutrientes.

“No se ha hecho mucha investigación en este tema en general, pero los insectos pueden tener un gran potencial como bioindicadores ya que son mucho más susceptibles a los cambios de temperatura o de calidad del ambiente. Entonces, podríamos estar pensando en hacer evaluaciones de calidad de los ecosistemas basadas en, por ejemplo, la actividad sonora de los grillos”, dice Gómez.

Por su parte, los hermanos Forero han sido “estudiantes dedicados” y por eso los investigadores del Instituto Humboldt preparan una guía para que ellos los apoyen en la toma de datos y muestreos. Esta ha sido una estrategia útil, sobre todo durante los meses de confinamiento provocados por la covid-19, cuando los expertos no han podido trasladarse a la zona para recoger los sonidos que se están grabando.

“En estos momentos estamos perfeccionando unos protocolos de muestreo estandarizado a nivel internacional dentro de este proyecto, porque tenemos la idea de mapear a seis años la dinámica de esta reserva”, cuenta el investigador del Instituto Humboldt, Orlando Acevedo.

En Yátaros se están llevando a cabo una de las pocas investigaciones sobre actividad sonora de insectos. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

En Yátaros se están llevando a cabo una de las pocas investigaciones sobre actividad sonora de insectos. Foto: Cortesía de Reserva Natural Los Yátaros.

Este artículo fue tomado de: https://es.mongabay.com/2020/08/investigacion-acustica-investigacion-biologica-con-sonidos-en-colombia/