En la selva del Cusco, los proyectos de explotación de gas ponen en 'jaque' no sólo la biodiversidad de la zona, sino a las comunidades que allí habitan. | Foto: Archivo Semana

Medio ambiente

Un mal regalo de Dios

En la selva del Cusco hay un dilema. Permitir que las comunidades en aislamiento voluntario continúen viviendo en sus reservas o compartir el espacio con la extracción de gas.

26 de agosto de 2013

“Le comunicamos a su representado, que por reiteradas promesas incumplidas por la empresa Pluspetrol; nuestro pueblo ha decidido no permitir el trabajo de dicha empresa en nuestro territorio ancestral. Pues señor, esta empresa en estrecha colaboración con funcionarios de su despacho y la misión SEPAHUA se han burlado de nuestro pueblo”, este es un aparte de la carta manuscrita del pueblo Nahua al Ministro de Cultura de Perú en rechazo a los trabajos de la empresa de extracción Pluspetrol en la ampliación del Lote 88.

En el papel la Ley de Perú es clara: es obligación del Estado proteger la vida de las comunidades de la reserva indígena Kugapakori, Nahua, Nanti, ubicadas en la selva del Cusco. Sin embargo, el proyecto de ampliación de la zona para la exploración y explotación de gas en el Lote 88 del complejo gasífero de Camisea, hace que la Ley tan firme en el texto tambalee en el mundo real.

Este desequilibrio parte de la promesa del actual presidente, Ollanta Humala, de reducir el precio del gas en el país, lo cual choca con la idea de proteger a estas comunidades, meta que surgió a raíz de los conflictos generados por la madera y el caucho en el siglo pasado. 
La coyuntura se da porque Camisea es el principal complejo gasífero del país y se estima que también tiene las mayores reservas. De hecho, según el Ministerio de Agricultura de Perú, sus reservas probadas y probables de gas natural ascienden a 11 trillones de pies cúbicos, con líquidos asociados por alrededor de 600 millones de barriles.

Pero de aprobarse la ampliación que desea hacer el Consorcio Camisea, donde participa la empresa Pluspetrol y quien tiene la concesión desde el 2000, se estaría violando el hecho de que en el año 2003 estos territorios se elevaron a reserva territorial para estas tres etnias a causa de los daños causados a esos pueblos durante el inicio de las operaciones gasísticas en los años 80. 
Más de la mitad de nahuas murieron por las enfermedades contraídas durante la década del 80 cuando Shell realizaba exploraciones de gas en la zona.

Para lograr el avance de proyecto Camisea en la reserva Nahua-Nanti, debe haber un estudio de impacto ambiental (EIA), el cual debe recibir cuatro opiniones vinculantes.
Hasta ahora el proceso genera varias dudas, puesto que entidades como el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp) y el viceministerio de interculturalidad han emitido opiniones y conceptos técnicos en contra del proyecto, pero días después su parecer cambia radicalmente.

En marzo de este año, según publica un diario local, en una carta enviada al gobierno peruano, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) de la ONU solicitó la “suspensión inmediata” de los planes de expansión del proyecto de gas Camisea en la Reserva Nahua-Nanti en el Cusco, porque “amenaza la supervivencia física y cultural de los pueblos indígenas que allí habitan”, algunos en aislamiento voluntario. No obstante, el proyecto sigue adelante, mientras las comunidades sólo tienen leyes para defenderse.

La dependencia del gas

“Lo que no parece coherente e inteligente es liberarse de un recurso fósil para depender de otro recurso fósil”, afirma Alberto Ríos, Profesor Internacional de la Maestría en Gestión de la Energía de ESAN.

Para Ríos, el ideal sería utilizar el gas de Camisea como una fuente transicional de energía, que le permita a Perú desarrollar la infraestructura para la ampliación y mejoramiento de la malla energética. Sin embargo, este “regalo de Dios” como lo llama el profesor, se está convirtiendo en la sustitución del crudo y en la nueva forma de hacer dinero.