María López, directora de Sostenibilidad de Publicaciones Semana.

Editorial

A grandes privilegios, grandes responsabilidades

Las empresas en el mundo están redefiniendo su papel. Estamos ante una coyuntura mundial en la que la sociedad pide a gritos un cambio estructural sobre la forma como operan los negocios, los gobiernos y las instituciones sociales

María López Castaño
22 de marzo de 2014

El sector privado, que para bien o para mal deja la más profunda huella, es el que mayores posibilidades tiene de jalonar ese proceso. Al fin y al cabo, en un mundo en donde hay empresas que generan ventas mayores al Producto Interno Bruto (PIB) de un país pequeño o incluso mediano, son estas las que tienen la capacidad de incidir de manera positiva en las economías locales, educar a su gente, hacer negocios incluyentes y poner en marcha sistemas ecoeficientes. O, por el contrario, la de contaminar fuentes de agua potable, arrasar con bosques enteros y dejar pueblos a la deriva.

Este es su poder transformador. Más allá de cumplir sus deberes y hacer bien sus negocios, el reto del sector privado está en convertirse en un agente de cambio para que el mundo que deje a su paso sea mejor que el que encontró. Lo cierto es que los desafíos y las realidades a los que nos enfrentamos en la era de la ciencia y la tecnología son tan apremiantes en temas ambientales, y sobre todo sociales, que las empresas ya no se pueden dar el lujo de funcionar sin aportar soluciones que produzcan un impacto duradero y real.

Decía un gran empresario de este país que “no puede haber una empresa sana en un medio social malsano”. Sin embargo, en las últimas décadas muchas compañías han generado desigualdad, problemas de salud y degradación de los recursos naturales. Hoy, algunas de ellas han entendido la gravedad de este fenómeno y por eso el mundo de los negocios va un paso adelante de la gestión pública en la solución de problemas estructurales.

Por esto, cada vez más las corporaciones le están apostando a la transferencia de conocimiento y, de la mano del Gobierno, al fortalecimiento gradual de la institucionalidad en las regiones. En la medida en que en el país se vaya presentan-do una descentralización real y las decisiones se tomen cada vez más en instancias locales, habrá repercusiones favorables de todo orden, incluidas las económicas. El sector privado tiene que en-tender que para generar valor no se requiere solo realizar una donación o un acto filantrópico, sino transformaciones fundamentales en su manera de pensar y ver el mundo. Esto significa que tendrá que asumir el costo de sus externalidades. Por esto se entiende que las empresas tendrán que medir, controlar y reducir su contaminación. También tendrán que contemplar la posibilidad de utilizar sistemas de energías limpias. Y no menos importante es que reconozcan que los recursos naturales que constituyen su materia prima tienen un costo.

En el siglo XXI cada compañía será comparada con sus pares en la medición de cada uno de esos indicadores. Los inversionistas y los consumidores están pidiendo cuentas que van más allá de la rentabilidad económica y que incluyen métricas socioambientales.

 De esto se trata la edición especial que usted tiene entre sus manos. El propósito de esta revista es medir el desempeño sostenible de las empresas que han asumido sus responsabilidades en este frente.

Por primera vez este análisis se hace externamente, pues, sin pedir permiso, nos tomamos el atrevimiento de evaluar las 100 empresas más grandes del país en terreno neutral, con objetividad y con indicadores concretos, para destacar aquellas que lideran su sector en asuntos ambientales, sociales y de gobierno corporativo. Pero no hicimos solos la tarea. Nos aliamos con Sustainalitycs, una empresa líder en investigación y análisis de sostenibilidad, para encontrar los resultados. Los liderazgos que emergen desde las compañías han puesto sobre la mesa grandes debates en escenarios públicos y hay quienes se han atrevido a trazarse metas q que a veces parecen imposibles.

Las empresas contenidas en este listado son conscientes de que los cambios que están llevando a cabo las vuelven más competitivas, innovadoras y duraderas en el tiempo. Se atrevieron a ser ciudadanos corporativos activos en sus regiones y entendieron que el desarrollo sostenible es algo que se construye, no se compra.

Para consultar la página de Sustainalytics haga clic aquí.