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CULTURA

La leyenda dorada

La provincia de Soto Norte, en Santander, es una región dinámica, optimista, laboriosa y reconocida por albergar en sus altas montañas la más significativa fábrica de agua y oro del oriente colombiano.

23 de noviembre de 2017

Poco se sabe de la reacción que tuvo el soldado Diego Páez de Sotomayor, perteneciente al ejército del conquistador español Ortún Velásquez de Velasco, cuando llegó a las fértiles tierras de Pamplona de Indias. En aquel año 1549 ese territorio estaba marcado por ricas mantas de oro, en aluvión, pero ninguno de los cronistas revela que aquel militar se haya referido a esa riqueza natural.

Lo que sí se sabe es que su apellido sirvió de base para crear uno nuevo, basado en un apócope que se volvió notable en la región: Soto, origen de diversas ramas de Sotomayor extendidas en el área andina colombo-venezolana.

Uno de sus descendientes fue Francisco Soto, un héroe granadino que en 1810 firmó el Acta de Independencia de Pamplona y que fue gran amigo del general Francisco de Paula Santander.

En su honor fue bautizada la provincia de Soto Norte, conformada hoy por seis municipios en el departamento de Santander: Matanza, Suratá, California, Vetas, Charta y Tona.

No es una provincia cualquiera. Es reconocida por contener en sus altas montañas las fábricas de agua y oro más grandes del territorio andino santandereano, aunque su nombre se escribe con frecuencia en las hazañas de los héroes de la independencia.

Hoy, Soto Norte es una leyenda dorada. Habitada por gente emprendedora y laboriosa, tiene en su riqueza aurífera uno de sus tesoros, aparte de la ganadería, la piscicultura y el ecoturismo.

Matanza, la capital de la provincia –situada a 35 kilómetros de Bucaramanga– se distingue por sus hermosos parajes naturales, como el balneario El Salado, donde brotan aguas azufradas con atributos medicinales. Son famosos sus monumentos religiosos, entre los que se destacan la iglesia de Matanza y la capilla de Santa Rita, lo mismo que el cerro del Sagrado Corazón.

Charta, por su parte, es una agradable población conocida como el ‘rincón florido de Santander’. Es un territorio ideal para cultivos como la mora y también para producción lechera, pero también para la industria del turismo gracias a los paisajes de lugares como La Nevera, Peña Blanca, Bosque Encantado y las Cueva de los Indios.

La riqueza gastronómica, la productividad de sus campos y la amabilidad de sus gentes son, por su parte, los atractivos de Suratá, otro de los municipios que conforman la provincia de Soto Norte. Además de destinos turísticos como La Laguna, el Mirador de Monsalve y el Boquerón, esta población se distingue por la práctica de la pequeña minería. Entre los monumentos imperdibles para los visitantes está el de La Batalla de Cachirí, en homenaje al héroe de la independencia Custodio García Rovira.

El municipio de California, situado en la vía a Matanzas, Charta y Suratá, es el más representativo de la leyenda dorada de la región. La tradición oral cuenta que en sus caminos se recogía oro grueso, “suficiente para llenar varias alforjas en un solo día”. En las minas de La Montuosa se levantaron varios ingenios para moler sus rocas y beneficiar el oro y la plata. De la tierra de California se escribía que “toda ella era una pasta de oro, plata y otros metales”.

En sus paisajes se destacan la laguna de Páez y el Santuario de San Antonio, pero más aún la zona minera donde, de manera silenciosa, los viejos montajes de la minería tradicional esperan el cambio a una minería bien hecha.

Más adelante está Tona, considerado uno de los municipios de mayor riqueza hídrica de Santander. Se destaca por sus paisajes ecoturísticos repletos de senderos y lugares encantadores como el Pozo del Burro y la laguna de Antalá.

Finalmente se llega a Vetas, el ‘municipio pesebre de Santander’. Es un balcón montañoso situado a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, lleno de lagunas y pasajes, y que se distingue por su clima frío. La minería es la actividad predominante en este pueblo que cuenta con 12 empresas dedicadas a la explotación de oro y plata, aunque la producción agropecuaria también ocupa a buena parte de la población. Ambos oficios, sin embargo, están vedados en gran parte del territorio debido a la proximidad y la limitación del páramo.