Por un lado, hay una enorme responsabilidad política, social y económica de generar desarrollo. Y por el otro, existe la obligación de mantener los ecosistemas intactos . | Foto: Guillermo Torres

Calentamiento global

Capitán Planeta

Entrevista con Yvo de Broer, ex secretario de la ONU para el cambio climático.

María López
15 de noviembre de 2012

Hoy sigue luchando por los mismos temas, pero desde otra orilla, asesorando al sector privado y a las entidades gubernamentales de diferentes países sobre cuáles son los riesgos y las oportunidades a los que se enfrentarán. Sostiene que durante años los negocios han tenido un impacto sobre el planeta y que es ahora de que el planeta tenga un impacto sobre los negocios, por ello, estos se deben ajustar a las nuevas realidades.

SEMANA SOSTENIBLE: Es impresionante la polarización que genera la discusión sobre el cambio climático. Se ha vuelto como la religión, la política y la plata, un tema que no se puede hablar en la mesa. ¿Por qué pasa esto?

Yvo de Broer: Creo que a los seres humanos nos incomoda hablar de problemas cuya solución no entendemos. Siempre ha sido más fácil hablar de algo que tiene una solución palpable. Frente al cambio climático muchas personas aún no ven la solución y muchas sienten miedo de abordarlo y del efecto que sus soluciones puedan tener sobre el desarrollo. El segundo aspecto de esta discusión tiene que ver con
un tema de corresponsabilidad. Usted sabe que los gases de efecto invernadero se quedan en la atmósfera por muchísimos años y el problema del cambio climático, como lo entendemos hoy, es causado en gran parte por los países industrializados.

Ahora, ya que el problema es visible, los países del primer mundo empezaron a pedirles a los países con economías emergentes, como China e India, que asuman este tema y que reduzcan sus emisiones. El problema está en que los países industrializados crecieron a costa del medio ambiente y las nuevas economías no están dispuestas a desacelerar su crecimiento por cuidar el medio ambiente. Es decir, ‘si ellos pudieron, ¿yo por qué no?’. El tercer factor es que aunque la ciencia ha avanzado muchísimo, aún no sabemos todo sobre este fenómeno y existen pequeños huecos de conocimiento que generan muchas dudas.
Pero tiene razón, este es un debate con un componente muy emocional porque los intereses que confluyen son diferentes.

S.S.: Hablemos de la situación de Colombia. Somos uno de los países que menos emite y de los que más sufre. ¿Cómo están parados los países como el nuestro en las negociaciones internacionales frente a este tema?

Y.D.B.: Para Colombia, concretamente, hay dos problemas. Por un lado, las negociaciones sobre mitigación son principalmente entre los países grandes, es decir, Estados Unidos, Brasil y China, y es difícil para los países medianos y pequeños tener una voz fuerte ante ese grupo. Por otro lado, el foco en términos de financiación de la adaptación al cambio climático está centrado en los países menos desarrollados
y los Estados insulares, y allí los países como Colombia, que se encuentran en la mitad, no tienen cabida.

En ese contexto considero que es muy importante que se formen alianzas con países similares, como el ‘Cartagena Group’, compuesto por países asiáticos y latinoamericanos que se unieron para defender sus intereses en bloque y así tener una voz más fuerte.

S.S.: Entonces, ¿cuál es la arquitectura que necesita el planeta para enfrentar esta incómoda realidad?

Y.D.B.: La mejor arquitectura es hacer una estrategia nacional para manejar este tema. No creo que una buena práctica sea esperar a que la comunidad internacional venga con fondos para aliviar la situación. Es fundamental que haya una planeación nacional, y en un país como Colombia esto implica entender cómo el cambio climático y otros asuntos globales pueden afectar el desarrollo de un país. Temas como seguridad energética, escasez de alimentos, insuficiencia de agua, urbanización y crecimiento poblacional
están interrelacionados y tienen un impacto grande para todas las economíasdel mundo.

Lo segundo es desarrollar una estrategia de crecimiento verde a nivel país que le permita estar preparado
para enfrentar estos asuntos y poder desarrollar la economía de una manera que sea sostenible. Lo tercero es preguntarse cómo se financia todo esto, y creo que ese dinero debe venir en gran medida del sector privado, que en este país es un sector importante, estructurado y con mucho músculo, pero, sobre
todo, que tiene que ser responsable y sostenible.

El sector público desempeña un rol fundamental en términos de diseño de políticas públicas y de
decirle al sector privado a dónde tiene que ir. También aportando apoyo financiero a través de infraestructura y educación, entre otros. La pregunta final es cómo movilizar financiamiento
internacional. El gran error es que muchos están abordando este asunto de primeras y en realidad el tema de la cooperación internacional debe ser la última pregunta.

S.S.: ¿Qué significa crecimiento verde?

Y.D.B.: Es crecer la economía de una manera saludable dentro de parámetros sociales, económicos y ambientales. A lo que me refiero es que uno puede hacer mucho más por fortalecer los componentes verdes de una economía, por ejemplo, en la agricultura y los procesos manufactureros. Creo que es mucho lo que se puede hacer por lograr una minería responsable. Debe ser responsable con el medio ambiente,
pero también con las comunidades locales; debe pensar y actuar de manera congruente con el futuro de la región donde opera para prepararla para el día en que ya no esté.

Creo que el crecimiento verde para un país está en enfocarse en actividades sostenibles.
Es importante llegar a nuevas definiciones de ‘valor’. Vivimos en un mundo donde lo más importante es tener un carro grande y vivir el sueño americano. Si queremos tener un futuro, eso debe cambiar. Debemos replantear nuestro significado de felicidad. Para mí, es la movilidad personal.

S.S.: En Colombia somos altamente dependientes de la minería y cada vez más. ¿Esto va en contra
del crecimiento verde?

Y.D.B.: En lo absoluto. Creo que la minería es una actividad esencial, pero la economía le exige cada vez más productos responsables. Teniendo en cuenta que vamos hacia los 10 billones de personas, hay mucho que exigirle. Mire, la realidad es que la economía global no va a ser verde mañana, pero debemos hacer una transición a unas estrategias de negocios responsables e inversiones responsables para direccionar
la economía hacia allá.

S.S.: La minería hace parte de una gran discusión en Colombia y en esa discusión entra la megadiversidad.
¿Cómo hablar de desarrollo y ecología al mismo tiempo?

Y.D.B.: No creo que puedan converger. Sin embargo, sí creo que la minería puede ser responsable. En primer lugar, uno puede escoger dónde y cuándo hacer minería, y desde un principio se debe planear la restauración ambiental de la zona una vez la operación haya
terminado. Siempre habrá un impacto ambiental, pero lo importante es reducirlo al mínimo, y es ahí donde
se debe encontrar el balance. Por un lado, hay una enorme responsabilidad política, social y económica de generar desarrollo y, por el otro lado, existe la obligación de mantener los ecosistemas
intactos. Si se actúa de manera responsable, se debe lograr encontrar un balance entre los dos.

S.S.: ¿Cómo aborda usted las problemáticas del cambio climático desde KPMG?

Y.D.B.: Con mucho trabajo analítico. Nos interesa proveer información para que las industrias entiendan las implicaciones que tienen estos temas en sus  negocios. Cómo reducir riesgos y ver oportunidades. Hay muchas empresas que están empezando a proveer productos y servicios sostenibles.

S.S.: Hablemos del consumidor…

Y.D.B.: Los consumidores desempeñan un papel fundamental. Pero debo decir que los consumidores son personas terribles. Hablan mucho sobre sostenibilidad, pero no están dispuestos a cambiar su estilo de vida. Quieren el carro grande con el motor grande. Creo que se debe hacer mucho para que los
consumidores adquieran una mayor consciencia del impacto que tiene su comportamiento sobre el planeta.

El gobierno puede desempeñar aquí un papel fundamental al tasarles mayores precios a los productos que son dañinos con el medio ambiente. Realmente no tengo ningún problema con que usted maneje un carro grande con un motor grande mientras pague el costo ambiental, en lugar de pasarle ese costo a otra persona.

S.S.: ¿Es decir que el que peca y reza empata?

Y.D.B.: Sí. Así funciona. Los países que más emiten son del norte y deben compensar con los países del
sur. Los países como Colombia se podrían beneficiar mucho de esto si existen proyectos concretos que tengan como objetivo reducir emisiones.

S.S.: ¿Estos temas están en la agenda política del mundo?

Y.D.B.: Creo que en cierta medida sí, y con la crisis financiera actual Copenhague sirvió. El progreso es demasiado lento y el asunto central es una pelea entre China y Estados Unidos; ambos están preocupados de que sus economías se desaceleren si bajan sus emisiones. Lo que yo veo en la China, por ejemplo, es que se están dando cuenta de que la única manera de crecer es teniendo un crecimiento verde.

S.S.: ¿Usted cómo vive? ¿Qué acciones toma como individuo?

Y.D.B.: Soy terrible para el medio ambiente. Viajo mucho. Pero sí tengo paneles solares en mi casa y recolecto el agua lluvia. Cuando a uno de mis hijos le da frío, le digo que se ponga un suéter; no voy a calentar 800 metros cúbicos para calentar a una sola persona