Home

Impacto

Artículo

Foto: Corbis.

Mundo

¡Adiós a las armas!

Después de la Segunda Guerra Mundial 65.000 toneladas de armas químicas fueron vertidas en el mar. Aquí sus efectos.

28 de julio de 2014

El 2 de septiembre de 1945 se rindió Japón, el último de los países del Eje que seguía combatiendo. Esto marcó el final de la Segunda Guerra Mundial, la más cruenta en la historia de la humanidad. Quedaban, sin embargo, muchos temas por cerrar.

Uno de ellos se refería a qué iba a pasar con 65.000 toneladas de armas químicas de la Alemania nazi. Tras los acuerdos de la conferencia de Potsdam entre el líder soviético Josef Stalin, el británico Winston Churchill y el norteamericano Harry Truman, la URSS y Reino Unido decidieron lanzar entre 1947 y 1948 la totalidad de ellas al mar Báltico, de solo 55 metros de profundidad.

El gran problema de este vertimiento es que los cascos de artillería y los bidones metálicos se corroen con el tiempo hasta que su contenido, como en el caso del mercurio, se filtra. Varios científicos han considerado esta situación una “bomba de tiempo”. Entre los muchos riesgos que representa, los químicos podrían ser absorbidos por peces y entrar así a la cadena alimenticia.

Un estudio reciente de la Universidad de Tecnología Militar de Polonia reveló que hay indicios de gas mostaza en el fondo marino a pocos metros de la costa polaca en el golfo de Gdansk. Jacek Beldowski, del equipo del Instituto Polaco de Oceanografía, encontró “un aumento en los peces con enfermedades y defectos genéticos en áreas donde se sabe que fueron vertidos químicos o armas”.  Beldowski añade que “hay pruebas de que los militares soviéticos botaban cualquier cosa por la borda tan pronto como perdían de vista la costa”.

Esto ha llevado a que científicos como Stanislaw Popiel, de la Universidad Militar de Polonia, crean que hay muchas zonas en el fondo del mar llenas de armas que nadie sabe dónde están y que podrían afectar zonas pesqueras y pobladas. Otros miembros de la comunidad científica han manifestado que las condiciones frías del Báltico permitirían que estas armas permanezcan “inactivas” por más tiempo. Popiel, por su parte, dice que si no se toman medidas pronto, el fondo del mar escandinavo se podría ver afectado por una catástrofe peor que la de Chernobyl.

Otro problema de esta situación es que no se puede resolver solo con “remover las armas”. Cualquier movimiento en falso podría romperlas y liberar una cantidad masiva de químicos que dejaría  a los países cercanos reducidos a zonas radiactivas inhabitables.

Este “monstruo submarino latente” parece sacado de un libro de ciencia ficción, pero lo cierto es que no es el único. El mejor ejemplo fue el debate reciente sobre si las armas químicas sirias iban a ser destruidas en el Mediterráneo. Por no ser una solución sostenible en el tiempo, se llegó a la conclusión de que lo mejor era destruirlas en un barco estadounidense equipado con sistemas que le permiten absorber el impacto. La fecha límite para decomisar y destruir estas armas es el 30 de junio de 2014. Este recurso es menos peligroso, pero está lejos de ser ideal.

Otras “bombas de tiempo” en el mundo

El Golfo de México: además de petróleo, también armas

Según estudios hechos por investigadores de la Universidad de Texas A&M, hay  canecas de 55 galones en un lugar de vertimiento cerca al río Mississippi. La teoría es que se está escapando gas mostaza de las mismas. Estos objetos pertenecen a la Segunda Guerra Mundial y se cree que los aliados los botaron en el Golfo entre 1946 y 1970.

El SS Richard Montgomery y su legado explosivo en el Támesis

En 1944, en el estuario del Támesis, donde este gran río se une al mar del Norte, el barco estadounidense SS Richard Montgomery fue hundido con un cargamento de 1.400 toneladas de explosivos. Hoy, el navío está a una profundidad de 15 metros, y tres de sus mástiles sobresalen del mar. Debido a su cercanía con varias costas y el cargamento explosivo que lleva, es vigilado las 24 horas por equipos de la Agencia Costera y Marítima, y tiene un área circundante prohibida. Según la Revista New Scientist, cualquier golpe podría detonar todos los explosivos, lo que hace que este sea considerado un barco mortal.

Molffeta: una costa fatal

Los hermanos Giovanni y Michele de Candia han pescado en la costa italiana de Molffeta toda su vida. Este hábito, sin embargo, ha tenido consecuencias graves en su salud. “Después de tres o cuatro horas tenemos problemas para respirar, nuestros ojos queman, no podemos mover bien los dedos, nos aparecen salpullidos rojos, similares a champiñones que solo desaparecen si nos vamos al lugar por un tiempo”. Lo peor del asunto es que no son los únicos. Casi todos los pescadores presentan los mismos síntomas, que, afirman, se deben al derrame de armas químicas pertenecientes al barco estadounidense John Harvey, hundido en 1943 por un navío alemán.