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| Foto: Sandra Vilardy

MEDIOAMBIENTE

La Ciénaga Grande de Santa Marta cumple 20 años sin Plan de Manejo Ambiental

El Ministerio de Ambiente suspendió temporalmente un gran proyecto que estaba rellenando humedales para poner cultivos de arroz. Sin embargo, los usos del suelo en la zona llevan dos décadas sin actualizarse.

Antonio Paz Cardona / Mongabay Latam
7 de mayo de 2018

El 21 de abril de este año el presidente Juan Manuel Santos anunció con emoción la declaración del Complejo Cenagoso de Zapatosa, en el departamento de Cesar, como nuevo sitio Ramsar. Sin embargo, la gran paradoja es que mientras eso ocurría, en la Ciénaga Grande de Santa Marta —ubicada en la costa Caribe colombiana, cerca de la desembocadura del río Magdalena y declarada humedal Ramsar el 2 de febrero de 1998— se escuchaban voces de protesta contra un gran proyecto tecnificado para sembrar arroz que al parecer estaría desecando humedales de este ecosistema. Un día antes de que el primer mandatario colombiano hiciera el anuncio de la nueva área protegida, el Ministerio de Ambiente suspendió temporalmente las obras de esta actividad agrícola en la Ciénaga Grande.

En contexto: La lenta agonía de la Ciénaga Grande de Santa Marta

Las denuncias de la comunidad y los líderes ambientales, sumadas a la presión mediática, llevaron a que la autoridad ambiental nacional ordenara a principios de abril una inspección a la zona, comprobara los daños ambientales que se estaban causando y luego impusiera una medida preventiva a la sociedad Trupillos S.A.S por el relleno y nivelación de humedales para el establecimiento de cultivos en la Ciénaga Grande de Santa Marta.

Esa decisión suspendió las obras desarrolladas en el predio San Antonio, ubicado en la zona rural del municipio de Sitio Nuevo, en el departamento del Magdalena. “La medida es adoptada luego de la visita técnica que realizó el equipo del Ministerio de Ambiente a la zona el pasado 5 de abril, en la cual se evidenció una serie de intervenciones en un área considerable del complejo lagunar”, dice el informe generado por el Ministerio de Ambiente.

En el reporte suministrado por el equipo técnico se constató que el desarrollo de actividades en la zona, como compactación y relleno de las áreas para el establecimiento de cultivos, impide la normal circulación de agua entre el complejo de ciénagas que hacen parte del humedal Ramsar, “pues al compactar el suelo se afecta su porosidad y la del subsuelo, que permite el intercambio hídrico de la zona, impidiendo los flujos verticales y horizontales. Así mismo, se afecta la prestación de los servicios ecosistémicos como la captura de CO2 y se incrementa la salinización del suelo, lo que posteriormente lo reseca y repercute en su productividad”.

Adicionalmente, se indica que al eliminar las coberturas naturales se impide el ciclo de nutrientes típicos de estos ecosistemas; se pierde el aporte de nutrientes de la vegetación; se modifican las condiciones de humedad del suelo y se elimina el hábitat para el desarrollo de especies de fauna y de su alimento, como son caracoles, ostras, insectos y anélidos.

La actuación del Ministerio de Ambiente respondía a unas imágenes que mostraban cómo ya no había vegetación en cerca de 500 hectáreas en medio de la Ciénaga. Aníbal Roa y Hernando Solano, dueños de la empresa Trupillo S.A.S., registrada en el departamento del Huila, le dijeron al diario El Espectador que compraron su predio hace un año y entonces era una finca ganadera. “Acá nunca ha habido ciénaga. Es pura ignorancia. Hace siete meses la Corporación Autónoma Regional del Río Grande de la Magdalena (Cormagdalena) nos dio la autorización para usar las aguas del río para el cultivo de arroz. Todo está completamente legalizado y queremos montar una empresa con desarrollo tecnológico que le sirva de espejo a toda la zona”, le dijeron al diario colombiano.

Una fuente que pidió la reserva de su nombre le contó a Mongabay Latam que hay decenas de empresas haciendo labores como las de Trupillos S.A.S y que el gobierno nacional se enfrenta a un problema adicional y es que “la suspensión se hizo con base en la propuesta de zonificación de un plan de manejo que no está vigente. Es decir, un documento técnico pero no vinculante”.

Además, la responsabilidad de lo que ocurre en términos ambientales no solo recaería sobre los arroceros, pues la corporación ambiental nunca informó a los empresarios que podían dedicarse al cultivo de arroz pero que estas tierras tenían unas limitaciones debido a que hacen parte de un sitio Ramsar.

La capacidad productiva de la Ciénaga antes de su deterioro era de 8000 toneladas al año. Foto: Sandra Vilardy

La capacidad productiva de la Ciénaga antes de su deterioro era de 8.000 toneladas de pescado al año. Foto: Sandra Vilardy

Un problema más 

El tema de los proyectos para grandes cultivos de arroz empezó hace unos tres o cuatro años, pero la Ciénaga Grande de Santa Marta también cuenta con extensas plantaciones de banano y palma africana. Y aquí viene uno de los grandes problemas ya que “existen múltiples distritos de riego para abastecer los cultivos que terminan reduciendo el caudal  de los ríos que bajan de la Sierra Nevada de Santa Marta y alimentan la Ciénaga. En casos como el del río Aracataca el caudal es prácticamente cero”, le dijo Sandra Vilardy, decana de la Facultad de Ciencias Básicas de la Universidad del Magdalena y doctora en Ecología y Medio Ambiente, a Mongabay Latam.

Vilardy es una de las personas que más ha denunciado la crítica situación que atraviesa este importante ecosistema colombiano. Según dice, hay muchísimas intervenciones ilegales que están desviando el agua de los ríos que vienen de la Sierra con agua muy oxigenada, una velocidad de caudal importante y que funcionan como un motor que moviliza los sedimentos de la Ciénaga y los hace circular.

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Llegados a este punto es importante entender que la Ciénaga se alimenta de tres fuentes de agua: la que viene de los ríos de la Sierra Nevada, la que llega gracias al río Magdalena y la que entra del mar Caribe. Este intercambio de agua dulce y agua salada es el que le da riqueza al ecosistema, permite que los manglares crezcan (cientos de especies se reproducen en ellos) y que el agua circule permitiendo también la migración de peces.

“Hoy sabemos que solo la Ciénaga Grande produce más del triple de toda la pesca del Caribe continental colombiano. Aún con todos los problemas que tiene actualmente, sigue siendo clave para la sostenibilidad alimentaria de muchas familias”, asegura el capitán Francisco Arias, director del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar).

La salinización del agua de la Ciénaga ha matado a los manglares y con ellos han desaparecido varias especies de fauna de la que vivían los pescadores. Foto: Sandra Vilardy

La salinización del agua de la Ciénaga ha matado a los manglares y con ellos han desaparecido varias especies de fauna de las que vivían los pescadores. Foto: Sandra Vilardy.

La bendita carretera

El capitán Arias tiene claro cuál es su dolor de cabeza en este momento: la carretera Ciénaga-Barranquilla y la vía de la Prosperidad (paralela al río Magdalena). Estas vías se construyeron en los años sesenta y eran indispensables para los intereses estratégicos de Colombia, pero como dice Arias, “en esa época no había ni la sensibilidad ambiental, ni el conocimiento, ni el capital para hacer obras mejor diseñadas”. Y es que en ese momento lo que Colombia hizo fue crear un dique y pavimentar encima de él. Esto cortó el flujo de agua de mar con el agua de la Ciénaga  —en el caso de la vía Ciénaga-Barranquilla— y entre la Ciénaga y el agua del río Magdalena —en el caso de la vía de la Prosperidad—. “Hoy en día sabemos que esas dos carreteras se debieron construir básicamente como viaductos”, añade Arias.

El gran problema ahora, que es algo que ni Sandra Vilardy ni el director del Invemar logran comprender, es: ¿cómo las recientes propuestas de ampliación de la vía Ciénaga-Barranquilla insisten en proponer una construcción tipo dique igual a la de hace casi 60 años, la cual ha demostrado ser un completo fracaso?

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Hace tan solo 10 días el gobierno nacional tuvo que proponer medidas ante la emergencia por erosión costera en un tramo de esta carretera y sugirió declarar la calamidad pública. “Lo que se está recomendando es que se construya una vía adaptada al cambio climático que permita salvar la Ciénaga Grande de Santa Marta y a la vez proteger esa zona costera”, afirmó el ministro de Ambiente Luis Gilberto Murillo. Por su parte, el ministro de Transporte, Germán Cardona, aseguró que “la vía Ciénaga-Barranquilla es muy importante para el país y debe tener una solución definitiva. Dependemos del apoyo del Ministerio de Hacienda para gestionar el proyecto”.

Por fin parece que los dos ministerios se pusieron de acuerdo, pero “a este gobierno le quedan menos de 100 días, ¿quedará solucionado el asunto antes de que cambie el mandato?”, se cuestiona la bióloga Sandra Vilardy.

Según datos del Invemar, la Ciénaga Grande de Santa Marta produce más del triple de toda la pesca del Caribe continental colombiano. Foto: Sandra Vilardy

Según datos del Invemar, la Ciénaga Grande de Santa Marta produce más del triple de toda la pesca del Caribe continental colombiano. Foto: Sandra Vilardy.

No se aprende de los errores

Cabe recordar el gran desastre ambiental que se vivió en la década de los noventa por cuenta de estas dos carreteras. Se perdió el intercambio entre agua dulce y salada, el cual era clave para el sistema lagunar ya que daba las condiciones apropiadas para que se estableciera un ecosistema de manglar altamente productivo e importante en otros servicios ambientales como la protección costera, la generación de oxígeno y la depuración de las aguas contaminadas. “Al romperse el flujo hídrico el Invemar estimó que de las 72 000 hectáreas de mangle se perdieron casi la mitad y ya para el año de 1995 solo quedaban 30 000 hectáreas”, recuerda el capitán Arias.

A finales de los años 90, por cuenta de la desaparición del manglar, se perdieron especies como la ostra, el camarón y la jaiba. La Ciénaga se empezó a salinizar porque ya no le llegaba suficiente agua dulce. Para ese momento el Invemar hizo unos estudios y la propuesta fue restaurar los flujos hídricos. Se midieron los metros cúbicos que entraban de agua de mar, los que entraban de agua dulce y se realizaron unas obras de ingeniería: canales, dragados, se contruyeron unos box culvert y esto ayudó a que la Ciénaga comenzara un proceso de recuperación.

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Se empezó a ampliar la cobertura de los mangles y resurgió la producción pesquera —antes de la crisis era de 8000 toneladas por año—. “Esto siguió bien mientras se hicieron los mantenimientos a las obras y hubo un relativo control a la ocupación humana en la región. Desafortunadamente en los últimos años se dejó de hacer el mantenimiento, se empezaron a ver quemas en la zona sur, desecación de los humedales para meter ganadería y cambios en los flujos de agua de los caños. Volvimos tener una crisis severa hace tres años”, dice el capitán Arias.

Mongabay Latam se comunicó con la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag), entidad encargada de garantizar la ejecución de las obras de mantenimiento, pero hasta el momento de publicación de este artículo no se obtuvo respuesta.

Durante varios años no se hicieron los mantenimientos de las obras que permitían el intercambio entre agua dulce y salada. Esto deterioró nuevamente los manglares. Foto: Sandra Vilardy

Durante varios años no se hicieron los mantenimientos de las obras que permitían el intercambio entre agua dulce y salada. Esto deterioró nuevamente los manglares. Foto: Sandra Vilardy.

Lo doloroso es que ese exitoso plan era costoso, ya que requirió de un préstamo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por 13,5 millones de dólares en 1995 y el gobierno alemán puso otros recursos considerables. “Esa era plata bien invertida”, dice el capitán Arias. Por eso le duele que en estos últimos años se hayan perdido casi 3000 hectáreas de mangle de las cerca de 15 000 que ya se habían recuperado, “eso es gravísimo porque recuperar una zona de manglar es muy costoso y toma mucho tiempo”, añade.

Para responder a la reciente crisis de la Ciénaga, el Invemar amplió la cobertura de las estaciones de monitoreo para tener una información más precisa y están afinando un modelo de circulación de aguas que se le debe entregar al Ministerio de Ambiente en los próximos meses, porque las necesidades de circulación hoy son distintas a lo que modeló el Instituto hace ya casi 30 años.

La deuda eterna

Si algo queda claro es que la Ciénaga Grande de Santa Marta padece muchos males. Y como si eso fuera poco a la comunidad académica y científica le parece absurdo que este ecosistema sea sitio Ramsar hace 20 años pero hasta el momento no cuente con un plan de manejo para esta figura ambiental.

“Hay algo que me sorprende mucho y es que Colombia decidió estar dentro del Comité permanente de la Convención Ramsar, pero somos un país que no cumple con la convención. Cada humedal debería tener su comité pero no hay uno solo activo en este momento”, dice Sandra Vilardy, quien además le hace una fuerte crítica al gobierno nacional: “lo único que está haciendo ahora Colombia, como un mecanismo para llegar a las metas del Plan de Desarrollo y superarlas, es hacer declaratorias en papel. Pero al final la gobernanza de la zona y los mecanismos de acción y de gestión no están claros”, asevera.

La salinización de la Ciénaga Grande de Santa Marta pone en peligro el sustento de los pescadores, una de las poblaciones más pobres y vulnerables del país. Foto: Sandra Vilardy.

La salinización de la Ciénaga Grande de Santa Marta pone en peligro el sustento de los pescadores, una de las poblaciones más pobres y vulnerables del país. Foto: Sandra Vilardy.

El capitán Arias asegura que la visión ambiental para el plan de manejo del humedal Ramsar Ciénaga Grande de Santa Marta ya existe, pero “tiene un componente social para que la gente tenga unas condiciones de vida dignas y sanas. Esa visión de lo social tiene que tener en cuenta el componente ambiental y eso hasta ahora no se ha concretado. El ministro hizo la propuesta de crear una mesa ambiental que se ha reunido un par de veces pero es necesario que esos encuentros sean más frecuentes”.

Y es que desde el 2004 el Plan de Manejo de la Ciénaga Grande de Santa Marta no ha logrado prosperar. En una respuesta técnica enviada por el Ministerio de Ambiente de Colombia a Mongabay Latam se afirma que “actualmente se están adelantando mesas de trabajo con la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA) y la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (CORPAMAG) con la finalidad de generar procesos de articulación y la incorporación de la información del departamento del Atlántico en el proceso de ajuste del Plan de Manejo del sitio Ramsar. Además del aporte de información, se trabajará en diferentes líneas estratégicas que buscarán generar acuerdos institucionales y financieros para consolidar este plan de manejo. Con este proceso de intercambio de información, proyección y priorización de actividades, se quiere generar una ruta de trabajo más clara que logre los procesos de articulación requeridos para este fin”.

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En últimas, esto lo que quiere decir es que se está trabajando en la definición del Plan de Manejo pero no hay ni siquiera una fecha tentativa de cuándo estará finalizado. “Eso no va a quedar listo en este gobierno, de eso podemos estar seguros”, sentencia Sandra Vilardy.