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Erasmo Torres es un experto en cultivar frijol. Su conocimiento ancestral ayudó a que los habitantes de los Montes de María ahora vendan estos a granos a restaurantes nacionales. Foto: Jhon Barros. | Foto: Jhon Barros

MEDIOAMBIENTE

El campesino que utiliza la luna para cosechar en los Montes de María

Erasmo Torres, un hijo del Carmen de Bolívar, aprendió a cultivar yuca y ñame basado en la cara de la luna, una práctica que sus padres y abuelos le enseñaron desde pequeño. Hoy en día es uno de los mayores conocedores de la tierra en su municipio. Quinta entrega de la serie “Guardianes del bosque seco tropical”.

Jhon Barros
16 de enero de 2020

En una pequeña finca de la vereda El Espirinato, ubicada en una zona rural y apartada del Carmen de Bolívar, Erasmo Ricardo Torres Torres aprendió los secretos ancestrales para que las cosechas fueran más fructíferas.  

Mis padres me levantaron sembrando, cultivando y labrando la tierra. Desde pequeño me dijeron que para cosechar la yuca, ñame, ajonjolí, maíz, frijol, algodón y tabaco, principales productos de los Montes de María, debía mirar hacia el cielo en la noche y ver la forma de la luna.  Al comienzo no les creí: sonaba a alguno de los mitos y leyendas que abundan en el territorio costeño”, recuerda este hombre, hoy cercano a los 60 años.

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Con el paso de los años, don Erasmo, como lo conocen en el pueblo, compró una finca de 35 hectáreas en la vereda El Bálsamo, la cual llamó Nueva Esperanza, donde pudo confirmar que las habladurías de sus padres y abuelos sobre los ciclos de la luna eran ciertas.

“Por ejemplo, no se debe sembrar, cortar un solo árbol o recolectar las semillas para guardar cuando hay luna de nueva, ya que inmediatamente aparecen las polillas y acaban con todo. Estas actividades solo arrojan buenos resultados cuando la luna está gruesa y redonda, en menguante o para menguar”.

Durante siete años, don Erasmo estuvoo fuera de su tierra natal debido a los azotes de la violencia. Foto: Jhon Barros.

Con la lección aprendida, Erasmo se volvió muy popular en la vereda. Las cosechas de su finca eran las más prósperas y las que mayor venta generaban, ganancias que le atribuye a seguir al pie de la letra los aprendizajes de antaño. “Como no soy envidioso le conté el secreto a todo el que me preguntaba, al igual que a mis cuatro hijos, quienes también siguieron con la tradición campesina

En el año 2000, justo cuando las Autodefensas masacraron y mataron a más de 100 campesinos del corregimiento de El Salado, este hombre de estatura mediana y con la piel curtida por el picante sol de la costa Caribe, salió despavorido de la finca junto a su familia. 

“Nos convertimos en desplazados. Los paramilitares nos tenían amenazados y vivíamos con una zozobra imposible de soportar. Mataron a dos de mis hijos cuando fueron a buscar comida cerca al río. Nos fuimos primero para Turbaco, luego para Bayunca, cerca a Cartagena y hasta llegamos a Venezuela. En esos ires y venires duramos siete años, hasta que mi tierra natal me hizo el llamado para que volviera”.

Los árboles de los bosques secos del Caribe pierden todas sus hojas en época de verano, razón por la cual son confundidos con chamizos. Foto: Jhon Barros.

Regreso a las raíces

Con el corazón arrugado y las piernas temblando por los azotes de la violencia que padeció en carne propia, Erasmo decidió regresar a la finca de sus padres y radicarse del todo, aprovechando los aires tibios de la paz.

“Mi mundo es la tierra donde nací. Yo soñaba todas las noches con regresar al terruño a labrar el suelo y sembrar. Y así lo hice. Al comienzo fue duro porque no había sobrevivido ni una semilla. Todo se perdió cuando nos sacaron”. 

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Aplicando la técnica de los ciclos de la luna, Erasmo destinó cerca de cinco hectáreas de la finca para cultivar más de 50 variedades criollas de granos,  tubérculos y plátano. “Más de 10 hectáreas están repletas de parches y relictos de árboles del bosque seco tropical, donde hay varios arroyos. Las demás son rastrojos o zonas para el ganado”.

Al elimar el bosque seco de las montañas, los nacimientos de los ríos mueren, razón por la cual la sequía se apodera de todo el territorio. Foto: Jhon Barros. 

Erasmo nunca pensó que su conocimiento empírico para cultivar y lograr conservar varios árboles del bosque seco, lo convertirían en una ficha clave para un proyecto que el Fondo Patrimonio Natural empezó a gestar en 2014, el cual pretendía trabajar en corredores de conservación y producción en varias veredas del Carmen de Bolívar, además de consolidar encadenamientos productivos para vender los productos de los campesinos sin intermediarios.

“Como yo tenía bosque y era conocido por las variedades de frijol en mi finca, expertos de Patrimonio me visitaron. Hablamos por varias horas, intercambiamos experiencias y conocimientos y decidí ser parte del proyecto. Ellos me ayudarían a vender el frijol a cambio de ayudarles a mejorar la producción en la tierra de una forma sostenible y de empezar a conectar las zonas boscosas en mi finca”.

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Los científicos y Erasmo unieron sus conocimientos para hacer fertilizantes orgánicos y caldos preparados que mejoran la producción de las tierras. “En la vereda participamos 14 familias, las cuales nos comprometimos a no tumbar los bosques a cambio de las ayudas en la parte productiva. En las zonas boscosas, expertos de Patrimonio nos enseñaron una técnica para conectar los relictos: construir una zanja de filtración para que la tierra pueda absorber el agua y no se pase de largo”.

Don Erasmo perdió a dos de sus hijos por la guerra. Sin embargo, nunca ha tenido la intención de abandonar su territorio. Foto: Jhon Barros.

En Nueva Esperanza, don Erasmo tiene más de cuatro hectáreas como reserva natural, la cual es alimentada por varios arroyos repletos de árboles. “Todos los cuerpos de agua y la vegetación que los rodea están aislados, para evitar que entren animales a dañar todo. En este proyecto de conservación y producción participamos más de 60 familias del Carmen de Bolívar”.

La promesa de vender a mejor precio alguno de los productos en su finca empezó a concretarse en 2015, cuando Patrimonio Natural, la Universidad de los Andes y Crepes & Waffles unieron fuerzas para que la población del Carmen de Bolívar pudiera comercializar el frijol cuarentano, el cual Erasmo venía cosechando desde adolescente.

“En 2016 hice mi primera de venta de frijol a Crepes. Al año saco tres cosechas de este cultivo y en cada una le vendo entre 50 y kilos de frijol al restaurante. Cuando voy a Cartagena, donde hay una de esas franquicias, me dicen que si quiero probar el plato que hacen con mi producto. Les digo que no, porque yo todos los días como frijol y me gusta probar cosas nuevas”.

Los nacimientos de agua en las fincas de los Montes de María son protegidos por los campesinos. Foto: Jhon Barros.

Montes de María, emporio del bosque seco

El proyecto de corredores de conservación y producción del Fondo Patrimonio Natural en Montes de María, el cual busca que la población conserve el bosque seco, mejore la producción de sus fincas y logre comercializar los productos, es la más reciente estrategia de la organización ambiental en este territorio de la región Caribe.

Varias organizaciones nacionales e internacionales llevamos más de siete años trabajando por los bosques y la comunidad. El primero fue un proyecto de paisajes de conservación de USAID, al que le siguieron estrategias de la Fundación SEMANA, el Instituto Humboldt, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las áreas protegidas del PNUD, los corredores de conservación y producción y las cadenas de valor que suscribimos con Crepes & Waffles”, dijo Inés Cavelier, coordinadora del proyecto de Patrimonio Natural.

En los Montes de María, el objetivo de esta red de organizaciones siempre ha sido consolidar un modelo de producción sostenible que incluya la ampliación de las coberturas del bosque seco y la creación de cadenas de valor y servicios relacionadas con la comercialización, “fortaleciendo así la economía de las familias involucradas y propiciando actividades de conservación del bosque seco tropical”, anotó Cavelier.

El frijol es un cultivo que los habitantes de los Montes de María han logrado comercializar a nivel nacional. Foto: Jhon Barros.

La participación comunitaria ha venido incrementándose con el paso de los años. En 2014, cuando arrancó la toma institucional en los Montes de María, solo participaron 72 familias en San Juan Nepomuceno. “Hoy ya van más de 380 familias que se han visto favorecidas por el fortalecimiento productivo, el diseño de productos y servicios, las cadenas de valor y la comercialización de productos”. 

Una fuerte sequía en 2015 fue la que llevó a la comunidad y a la red de organizaciones a encontrar su producto estrella: el frijol cuarentano rojo.

“La gente estaba pasando mucha hambre en los Montes de María. Entonces trabajamos con indígenas y campesinos como Erasmo, quienes concluyeron que este tipo de frijol que resistía a todo. Así fue, con un solo periodo de lluvia la cosecha fue exitosa. Ahí entró Crepes & Waffles como empresa ancla, quien estuvo dispuesta a incluir en sus platos una receta a base de este grano, lo que resalta la identidad y cultura de la zona”, puntualizó la experta.