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| Foto: Álvaro Tavera

MEDIOAMBIENTE

Obras de navegabilidad del río Magdalena amenazan el futuro de los pescadores

El proyecto alteraría la dinámica del caudal del principal afluente del país y afectaría a unos 42 mil pescadores. Ellos temen las restricciones de acceso al río ya que no cuentan con títulos de propiedad de las riberas, a pesar de que son un bien público.

12 de marzo de 2018

Recuperar la navegabilidad del río Magdalena ha sido una de las principales promesas incumplidas de este gobierno. Actualmente el proyecto se encuentra estancado por cuenta de los escándalos de corrupción de Odebrecht, la firma que se iba a encargar de las obras, pero la polémica sobre sus posibles impactos ambientales sigue latente.

Rocío Delvalle, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, afirma que mientras los pescadores se ven perjudicados con estas obras, las empresas que transportan carbón e hidrocarburos se verían altamente beneficiadas con este proyecto.

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Según una investigación de la organización ambiental The Nature Conservancy, hasta 2014 había en promedio 38.000 pescadores en la zona, incluyendo el río Magdalena con todos sus afluentes y el río Cauca. Sin embargo, se estima que solo en el Magdalena Medio hay 15.000 pescadores. 

La bióloga considera que es complejo desarrollar este proyecto sin afectar a los pescadores y al ecosistema, a lo que se suma el conflicto con la minería, puesto que muchos de los que impulsan estas obras son los mismos que extraen minerales y carbón. 

“En el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) se especifica que este tipo de obras son más favorables para el transporte de productos no perecederos de gran volumen, como por ejemplo los combustibles y minerales, para que se hagan en menor tiempo y a menor costo”, señala Delvalle. 

Vale la pena recordar que el proyecto de recuperación de la navegabilidad del río Magdalena continúa su curso a pesar de los escándalos que se generaron alrededor de los incumplimientos en el cierre financiero de Navelena, socio de Odebrecht, que causó la caducidad del contrato.

Sin embargo, el pasado 24 de febrero se empezó nuevamente un proceso de licitación que se adjudicará a finales de mayo del presente, según anunció la Corporación Autónoma Regional del Río Grande de la Magdalena (Cormagdalena). 

Cambio de curso y cemento 

Otra preocupación es que las obras de encauzamiento del río Magdalena pretenden, además de alterar la dinámica del caudal, realizar dragados para retirar sedimentos depositados en el río y combatir la erosión. 

“En la medida en que se fija el cauce se restringe que el agua pueda cambiar de curso, además de aplicar concreto por los lados. Tales factores alteran la dinámica natural del río, razón por la cual este proyecto no es sostenible para el afluente”, menciona la investigadora.

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En la medida en que se cambien el curso, las velocidades y los volúmenes de agua se van a generar afectaciones en las riberas inundables, ya que ecosistemas como las ciénagas no recibirán el agua, y estos dependen de dinámicas naturales tanto de inundaciones –en los que el agua los revive, les da nuevos nutrientes, los oxigena– como de sequías, en las que se da una serie de situaciones de la biología de cada uno de los ecosistemas. 

Preocupación por concesiones portuarias 

La investigadora también destaca que aunque en el contrato del proyecto de navegabilidad no se estipula la creación de un puerto, esta obra está muy ligada a una serie de concesiones portuarias que se hicieron y se harán sobre el río Magdalena. 

“Un caso particular es el de Gamarra, Cesar, donde cerca de un playón frecuentado por los pescadores se está pensando establecer un puerto enorme, más grande que los de la ribera del Magdalena, lo que implicaría la compra de predios, además de militarizar la zona”, señala la bióloga. 

La investigadora explica que aunque un proyecto de esta envergadura no necesitaba un estudio de impacto ambiental, la obra tenía tres etapas, dos de preconstrucción y una de construcción. En la primera estaban incluidos solo los dragados, que era lo que se venía haciendo, y en la segunda las obras de encauzamiento, que es lo que requiere de un estudio de impacto ambiental. No obstante, a la fecha no existe el estudio de Navelena y aclara que, si lo realizaron, nunca lo hicieron público. 

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“Para la obra de encauzamiento del río Magdalena en el tramo Puerto Salgar y Barrancabermeja el nuevo asociado privado tendrá que ejecutar el estudio de impacto ambiental correspondiente“, explica. 

Delvalle considera que es necesario adaptar a las dinámicas naturales las actividades económicas que involucren ecosistemas, entre otras recomendaciones. 

En ese sentido, argumenta que si se está pensando en una opción multimodalidad, la idea es que se hagan estudios que permitan ver en qué épocas del año y en qué condiciones el río es navegable para los intereses particulares de los que están promoviendo este proyecto y así realizar exportaciones en una época determinada del año sin alterar las dinámicas del río.

*Con información de la Agencia de Noticias de la Universidad Nacional.