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Foto: Andres Gonzalez/MinAgricultura

ECOLOGÍA

¿Podremos alimentar al planeta en 2050?

Nuevos estudios señalan que se puede alimentar a la población mundial en desarrollo sin destruir nuestros bosques, siempre y cuando comamos menos carne. Por otro lado, una de cada diez personas sufre malnutrición.

Alianza DW
25 de abril de 2016

Las Naciones Unidas estima que en 2050 habrá 9.7000 millones de habitantes en la Tierra. En la actualidad somos 7.100. No cabe duda de que son muchas bocas que alimentar, especialmente si consideramos que la agricultura industrial está presionando nuestro planeta con la erosión, las emisiones de carbono, la polución química y la pérdida de la biodiversidad.

Pero también hay buenas noticias. Según un estudio publicado esta semana, hay diversas maneras de proporcionar alimentos a una población cercana a los 10.000 millones, sin que tengamos que destruir los bosques.

O carne o medio ambiente

Previsiblemente, el estudio señala que la cantidad de carne que consumimos es un factor de alto riesgo. Si la humanidad dejase de comer carne y fuese vegana, necesitaríamos menos espacio para la agricultura en 2050 que en 2000. Si seguimos comiendo carne, como hacemos ahora, necesitaremos más del 50% de tierra cultivable que en la actualidad. “No hay manera de expandirnos menos, si no cambiamos nuestra dieta”, dice Karl-Heinz Erb, experto en cambio global y en el suelo, quien dirige dicho estudio.

La investigación se llevó a cabo teniendo en cuenta los pronósticos de la demanda alimenticia realizada por la Organización de Agricultura y Alimentación de Estados Unidos que asume que, la agricultura, se intensificará en gran manera. Pero también se tomaron en cuenta cosechas con otros cultivos que debido al uso de métodos menos intensivos, como la agricultura orgánica o por el impacto del cambio climático, podrían reducir la productividad.

Muchos desperdicios

Erb comenta que es posible “seguir haciendo negocios como hasta ahora”, pero admite que aparte de los costos ecológicos que conllevan, está también la cuestión de si es realmente lo que deseamos. Las típicas costumbres alimenticias de Occidente, sobre todo basadas en comida procesada y mucha carne, no son saludables. Al mismo tiempo, una de cada diez personas en el mundo “no tiene comida suficiente para poder llevar una vida sana”, según el Programa Mundial de Alimentos.

José Luis Vivero Pol investiga también sobre la gobernanza alimentaria en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Él argumenta que una de las necesidades básica de la vida, los alimentos, deberían considerarse como "comida colectiva", es decir, nutrición básica para todos.

Él considera que el reto no es encontrar formas de aumentar la producción de alimentos, ya que ya producimos suficiente para alimentar a 9.000 millones de personas. El problema es que desperdiciamos casi un tercio: “Porque la comida es tan, tan barata, que no nos importa botar un tercio y sigue saliendo rentable”, explica Vivero. También critica la masiva producción de comida, de la forma más barata posible y para una cultura que da la comida por hecho. En los países industrializados occidentales, asumimos que podemos comer carne cuando queramos y no recapacitamos en que depositamos en la basura una gra parte de los alimentos que compramos.

El investigador cree que cuando los individuos realizan actos que tienen un impacto tan negativo sobre los otros, el Estado tiene que tomar cartas en el asunto, ya sea desviando las ayudas económicas concedidas a la agricultura industrial hacia prácticas más sostenibles o limitando la venta de carne.

Oportunidad para el futuro

Erb puntulaliza que su estudio no se trataba de seguridad alimenticia en general, sino de asegurar que somos capaces de generar comida suficiente, teniendo en cuenta el nivel de consumo actual. Tampoco realiza una evaluación sobre qué escenario sería preferible en términos de impacto medioambiental o social.

Así y todo, los resultados pueden interpretarse como una oportunidad para la humanidad. Por un lado, preservar el ecosistema y la salud humana o, por el otro, seguir con los sistemas de producción alimenticia que no son saludables ni para las personas ni para el planeta.