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Cerca de 5 millones de refugiados viven ocultos en condiciones inhumanas en países como Turquía, Líbano, Jordania y Egipto. La mayoría busca llegar a Europa.

MUNDO

El drama de los refugiados no para

Miles de sirios y africanos llegan a Europa, en la mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. El problema todavía está lejos de desaparecer.

26 de octubre de 2016

En la inauguración de los pasados Juegos Olímpicos de Río, solo un equipo recibió tantas aclamaciones como el local Brasil. Se trataba de los atletas olímpicos refugiados, diez competidores desplazados de sus países que participaron en las justas, por primera vez en la historia, amparados por las Naciones Unidas. Entre ellos estaba la nadadora siria Yusra Mardini, quien atravesó el mar Egeo junto a su familia nadando por tres horas para poder alcanzar la isla griega de Lesbos. Mardini tomó la arriesgada decisión luego de que la lancha en la que viajaba desde Turquía naufragó por llevar un sobrecupo de 18 personas, cuando solo tenía capacidad para seis.

A pesar de la admiración que despertaron los atletas, sus historias de éxito y superación son como pequeños granos de arena entre millones de casos de migrantes que viven en medio de la incertidumbre. “Los diez deportistas lograron el asilo en diferentes países, pero el refugiado promedio ni siquiera sabe si tendrá qué comer hoy”, cuenta Carlotta Passerini, voluntaria italiana en Lesbos.

Si la población desplazada pudiera juntarse en un solo país, este estaría entre los 60 más poblados de la Tierra. El más reciente informe de la Acnur confirma que actualmente hay 21,3 millones de refugiados. Una cifra que ha aumentado en un 55 por ciento en solo cinco años y tiene en máxima alerta al primer mundo, que se ha visto desbordado a la hora de albergar a los recién llegados.

El masivo éxodo desde Siria y África afecta gravemente a Europa, principal destino de los migrantes, y cambió radicalmente su panorama político. Tan solo en 2015 llegaron un millón de personas a las costas europeas. La participación de un equipo de atletas refugiados, más que darles esperanzas a otros como ellos, fue un llamado para encontrar soluciones globales a sus terribles condiciones de vida.

Cada día más

En mayo pasado las autoridades rescataron 14.000 migrantes en las costas italianas. La ONU calculó que unas 700 personas se ahogaron antes de llegar a su destino y todo eso en una sola semana. Ese es el día a día de la Guardia Costera italiana, que ya no da abasto. Inclusive en enero y febrero, en medio del invierno, registró los números más altos de llegadas en lo corrido de 2016.

La Organización Internacional de Migraciones (OIM) estimó que en 2015 la cifra de muertos cruzando el Mediterráneo fue de 3.771 personas. Sin embargo, es muy probable que no se sepa de  cientos de naufragios y la cifra sea mucho mayor. Hasta junio de 2016 ya se han registrado 3.156 muertes.

Con respecto al dramático aumento, el alto comisionado para refugiados de la ONU, Fillippo Grandi afirmó que “tiene que haber mayor control sobre el tráfico de personas y se deben buscar alternativas para un viaje seguro”. Además del peligro de muerte, son comunes las denuncias de violencia sexual y abuso, y está comprobado que cada vez más menores viajan sin acompañante.

La puesta en marcha de mayores controles migratorios e incluso de barreras físicas en los países del oriente europeo también ha perjudicado a los migrantes. La ONU pidió que países como Hungría y Bulgaria acaben con estas medidas, pues con ellas se fortalecieron las bandas de traficantes y aumentaron los casos de brutalidad policial. La Unión Europea, que en un principio se había mostrado receptiva a la migración, cada vez le pone más trabas. Pero lo que resulta más grave es que tampoco hay datos de los viajeros, así que las víctimas quedan condenadas al olvido.  

Solo el principio

Alcanzar Europa es un primer paso. El camino para normalizar la situación legal de un inmigrante es igual de incierto. Hoy, los recién llegados a Grecia apenas pueden aspirar a ser preinscritos como refugiados, lo cual les da un año de estadía en el país y una cita para su inscripción. Lo dramático es que estas están saliendo con fechas de 2020.

Los procesos de asilo son demorados porque los suplicantes son chequeados exhaustivamente. Esa espera se alarga aún más porque la avalancha de peticiones abruma las capacidades de las oficinas de inmigración. Mientras tanto, los refugiados quedan en manos de la ayuda humanitaria. Un empleo estable está fuera de su alcance, por no tener papeles en regla, no estar familiarizados con las culturas y estar sujetos al estigma social que genera su condición. 

“Afortunadamente, en zonas de alto flujo de refugiados la comunidad está colaborando activamente, aunque no hay recursos para que todos tengan satisfechas sus necesidades básicas”, comenta la voluntaria Passini. Existen ejemplos de integración a la comunidad, como el de un hogar geriátrico siciliano que recibe inmigrantes para que acompañen a los adultos mayores. Ellos se han sentido revitalizados y sus nuevos inquilinos han encontrado una vida digna. Sin embargo, más que acciones individuales, el problema de los refugiados necesita de políticas a escala global.

¿Quién podrá defenderlos?

Con el convulsionado ambiente que se vive en Medio Oriente y África, lo más probable es que siga el éxodo masivo de personas. Para combatir la crisis, la clave estaría en que el mundo entero se comprometiera con los refugiados. Ese es el clamor de Naciones Unidas, que repetidamente ha instado a que más países abran sus puertas a los inmigrantes. También la Unión Europea estableció un plan para distribuir los refugiados por todo el continente, pero tan solo comenzó a operar hace unos meses.

Se les ha llamado la atención a los países del golfo, que a pesar de ser los vecinos prestantes de Siria, Irak y Afganistán, no han acogido refugiados. Estados Unidos también fue duramente criticado, pues apenas ha recibido 2.000 asilados sirios en el último año. El temor de ciertos Estados a convertirse en blanco del islamismo radical los ha llevado a negarse a recibir peticiones de asilo.

Aunque muchos calificaron de descabellada la intención de Nicolás Maduro de recibir 20.000 sirios en Venezuela, esa es la política que quiere promover la comunidad internacional para alivianar las cargas de Europa. Especialmente cuando en muchos de sus países se han fortalecido partidos de extrema derecha que se oponen rotundamente a la llegada de refugiados. Parten del miedo que se ha alimentado con los ataques terroristas que el Estado Islámico ha perpetrado principalmente en Francia.

Acnur denuncia que varias naciones podrían estar haciendo más por el problema mundial de los refugiados, pero no lo hacen. La solución dependerá del apoyo en las urnas a políticas de apertura a la inmigración, lo que parece distante tras victorias de la extrema derecha como la aprobación del brexit, atribuida en gran medida al temor al inmigrante. Por más incierto que sea el panorama, los diez refugiados en Río deben servir de recordatorio sobre una población tan vulnerable como inevitablemente creciente, a pesar de que su drama se haya convertido en algo tan habitual que hoy ya no ocupa las primeras noticias de los medios de comunicación. (Vea: La solidaridad se ahoga en el mar)