ENTREVISTA

"Seguimos al filo de la navaja en materia ambiental": Brigitte Baptiste

La directora del Instituto Humboldt analiza los hechos ambientales más importantes del 2017 en Colombia y el impacto que tuvieron sobre la conservación de su riqueza ambiental. También habla sobre su futuro en una de las entidades de investigación más importantes del país.

26 de diciembre de 2017

El 2017 estuvo marcado por múltiples acontecimientos en materia ambiental. Las decisiones tomadas por la Corte Constitucional sobre derechos para el agua y los animales, o sus exigencias frente a la delimitación del ecosistema del páramo de Santurbán; los cuestionamientos al extractivismo; el cambio climático; el ecoturismo; el recorte presupuestal a la investigación; la corrupción que hace insostenible el desarrollo, por citar solo algunos casos, coparon la agenda de los medios y atrajeron la atención de la ciudadanía.

En esta entrevista Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt, analiza los hechos ambientales más importantes de este año que termina y el impacto que tuvieron sobre el propósito de conservar la biodiversidad. También habla sobre su futuro al frente de una de las entidades de investigación biológica más importantes del país.

Este 2017 estuvo marcado por hechos que acapararon la atención de la opinión pública. Por ejemplo, la Corte Constitucional declaró como sujeto de derechos al río Atrato y al oso Chucho del zoológico de Barranquilla; o la fuerza que tomaron las consultas populares como mecanismo de participación ciudadana para decidir sobre aspectos de vital importancia en cuanto a su biodiversidad. ¿Cree que este tipo de decisiones podrían venirse en contra de lo que buscan proteger o defender?

Brigitte Baptiste: Por supuesto. Si bien la Corte Constitucional ha construido toda una jurisprudencia como mecanismo de equilibrio de las fuerzas del Estado, está siendo víctima del fenómeno cultural de la polarización y eso es muy peligroso. Tomar decisiones de gestión ambiental en medio de pesos y contrapesos puede hacer que esas determinaciones se desestimen fácilmente en lapsos de cuatro o cinco años.

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La Corte podrá decir que se sentaron precedentes y se promovió un debate cultural importante, pero ese no es su papel sino el de garantizar que el espíritu de la Constitución del 91 y sus posteriores reformas se mantengan, sin interpretar con nueva jurisprudencia que, entre otras, le corresponde hacerla más al Congreso de la República.

La desmovilización de las FARC trajo el abandono de territorios que ocuparon por décadas y que ahora fueron tomados por diferentes actores para actividades ilícitas, con efectos adversos para la biodiversidad. ¿Por qué no se previno?, ¿qué fue lo que pasó?

B.B.: Tengo dos hipótesis. La primera apela a las limitaciones operativas y financieras del Estado que le impidieron responder a tiempo a las circunstancias. La segunda, que tal circunstancia fue parte del precio de la paz; a lo que me refiero es que la firma de los acuerdos de la Habana dejó que la situación de tierras evolucionara espontáneamente, bien con la apropiación ilegal de territorios con miras a la especulación, bien para cubrir posteriores solicitudes de inversiones extranjeras, expansión de la minería o agroindustria.

Hay voces en contra de actividades extractivas como la minería, el oro, el petróleo, etc., a las que se señalan como prácticas neoliberales del desarrollo sostenible. ¿Qué opinión le merecen esas voces?

B.B.: Aquí hay dos vertientes. Una que tiene toda la razón porque el modelo de desarrollo neoliberal sostenible es completamente light, es decir, habla de la sostenibilidad en un Estado en el cual la política y la economía es totalmente capitalista, y pues es muy difícil dar un viraje brusco hacia otro modelo sin desarmar el país y volverlo Venezuela o una dictadura de derecha. Ahora, es posible entender el modelo extractivista con perspectivas de sostenibilidad, como un proceso de transición; ese es al que yo, personalmente, le apuesto.

Por otro lado, creo que las otras resistencias a los extractivismos no están muy preocupadas por la sostenibilidad pero sí por la distribución de la plata y de los daños. Es una preocupación a veces más inmediatista y a veces más dogmática, que plantea exigencias inviables. Políticamente los entiendo, pero no comparto su visión. Mire, para muchos el extractivismo es simplemente cualquier actividad que utiliza recursos no renovables, pero si solamente buscamos una economía de renovables estamos ignorando la historia de la humanidad desde la edad del hierro hasta hoy, y la sostenibilidad no se define por el tipo de recursos involucrados sino por los procesos, de ahí que se hable de economía circular, por ejemplo.

Otro tema que encendió las alarmas este año fue el del llamado ecoturismo. Un proyecto abría la puerta para que en los Parques Nacionales Naturales (PPNN) se construyera nueva infraestructura para el alojamiento y servicios de hospedaje sin la presencia de Parques ni de las demás entidades que integran el Sistema Nacional Ambiental (Sina). ¿Cree que la propuesta se filtró a la opinión pública de manera intencional o accidental?

Fue deliberado. Mire, el Ministerio de Comercio sabe que el sector ambiental es muy reactivo, y en la medida que ha ido construyendo su estrategia de turismo de naturaleza nos mide el aceite cada cierto tiempo a ver hasta dónde somos permisivos, además porque hay limitaciones reales en la gestión de visitas a los parques nacionales. Y este fue el caso. Es impensable un proyecto de estos sin la presencia de Parques ni del Sina, tanto así que el Ministerio de Comercio renunció a esa idea y continuó con el tema de turismo pero con infraestructura fuera de estas áreas protegidas.

Y desde ese día a la fecha, ¿qué ha pasado?

B.B.: No sé, pero valdría la pena averiguar en qué va. Es una de esas noticias dormidas.

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Desde la elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos se ha desatado una disputa pública entre negacionistas y convencidos de la existencia del cambio climático. ¿En Colombia pasa algo similar?

B.B.: Sí hay conciencia política y cultural del cambio climático, pero no nos preocupa tanto como debiera.  En este tema, en el ámbito internacional, sobre todo en lo relacionado con la mitigación, no se debería pensar mucho. Hay que controlar la deforestación, porque esto está vinculado inmediatamente con la biodiversidad y con estrategias de adaptación. El país tiene muchísimo que ofrecer para contrarrestar el cambio climático, eso sí.

Hablemos del recorte presupuestal. Usted junto con los directores de otros institutos de investigación enviaron una carta oficial a los ministros Murillo y Cárdenas, y a las comisiones del Senado y de la Cámara donde se debatía el proyecto, manifestándoles preocupaciones por la afectación que traería el recorte a la capacidad investigativa. Aun así lo aprobaron, ¿cree que el tijeretazo era inevitable?

B.B.: La ciencia y la tecnología al final de un gobierno no representan una apuesta política porque, entre otras, los presupuestos se orientan a consolidar promesas electorales con resultados más débiles o procesos que los mandatarios quieren que queden en la memoria o apuntalados ante un eventual embate de un mandato opositor. Entonces invertir en el sector ambiental no le genera al gobierno saliente ninguna ganancia en término de votos. Las agendas de los institutos de investigación y del Ministerio de Ambiente son riesgosas y eso se ve en los procesos ambientales de ordenamiento del territorio, en el licenciamiento y en la falta de gobernanza. En esa coyuntura, con dolor entiendo el recorte, pero hace falta y faltará inversión, no me cabe la menor duda. Ojalá el gobierno entrante comparta esta perspectiva.

David Maddox, científico norteamericano y autor de un blog muy famoso llamado Nature of the Cities, estuvo en días pasado en Colombia para hablar de la naturaleza en las ciudades. ¿Ese concepto sería útil en reordenamientos territoriales como el de la Reserva Thomas van der Hammen?

B.B.: Sí, porque es un tema que se origina en el análisis mismo de la heterogeneidad de las ciudades colombianas, las cuales pueden estar en medio de las selvas, de zonas secas, de los llanos, montañas o manglares. Resulta que las ciudades van tomando identidades y construyendo relaciones particulares con sus entornos, mismas que son constitutivas de su naturaleza urbana. Esa es una oportunidad interesantísima para trabajar con las culturas de cada una de las urbes y para buscar entender mejor los procesos de modificación y transformación del hábitat.

Las decisiones de cómo construimos las ciudades, las repensamos, las replanteamos o expandimos le cambia la perspectiva a la planeación urbana haciéndola más eficiente, competitiva y participativa. Ahora bien, esto tiene consecuencias gigantescas en la biodiversidad en la medida en que obliga a analizar y reconsiderar los vínculos de la sociedad urbana con el entorno silvestre. Este es un asunto bastante revolucionario que nos obliga a pensar en escenarios como la reserva Thomas van der Hammen, por ejemplo.

¿Usted cree que Colombia está permeada por la posverdad o las llamadas teorías de conspiración?

Lo que pasa es que el tema ambiental es tan de la entraña de la gente que en la actual problemática que existe (entre otras por la exposición a los mensajes apocalípticos), una generación entera la cual educamos en el tema ambiental (bien o mal) nos está reclamando por aquello que le enseñamos que nos tenía que exigir y ahora no sabemos qué hacer. Lo que sí necesitamos es que el ambientalismo sea más maduro, capaz de argumentar sin tanta pasión y con mayor transparencia, porque en medio de la discusión aparecen actores que ofrecen espacios de resistencia, como ocurre en Bucaramanga, Santurbán y Minesa, para gente con miedo a quedarse sin agua; y que en el fondo lo que quieren es ganar visibilidad mediática o configurar movimientos políticos que potencien el temor, desde la desinformación, como un instrumento de poder.

La reciente polémica por una posible extracción de oro fuera de los límites del páramo de Santurbán, y las declaraciones que sobre la coyuntura usted ha dado en algunos medios de comunicación han despertado suspicacias en ciertos sectores en torno a los insumos técnicos entregados por el Humboldt para la delimitación de ecosistemas de páramos...

B.B.: El Instituto recibe con beneplácito todas las dudas académicas y científicas. Nuestros procedimientos y protocolos se convalidan a través de pares nacionales e internacionales, entonces si el páramo quedó mal delimitado (podrían decir algunos), le agradeceremos a quien lo diga, pero también le pediremos que nos demuestre dónde hubo una equivocación en el procedimiento.

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En general, la crítica se ha enfocado en que no fueron incorporados criterios sociales y económicos en la delimitación, los cuales tienen consecuencia en la vida de las personas que habitan estos ecosistemas. Diseñamos un ejercicio de páramo ecológico y climático con una identificación del área, desde su extensión, teniendo en cuenta que elaborar una metodología estándar para los 36 complejos (y que además quedara blindada contra las negociaciones políticas que pudieran requerirse en cada sector) era imposible, debido a las variables sociales y económicas entre uno y otro, y a los intereses de las comunidades y los distintos modelos de uso del suelo. Al respecto puede debatirse para llegar a un ejercicio jurídico de reconocimiento que excluya actividades agropecuarias, petroleras o mineras. Si la delimitación jurídica quedó mal hecha, ayudamos a revisarla porque también fuimos parte del proceso, pero el trabajo técnico del Instituto para identificar los ecosistemas de páramo fue impecable.

¿Podríamos decir que Colombia está hoy en una incertidumbre ambiental?

B.B.: Seguimos al filo de la navaja en medio de un proceso muy paradójico relacionado con grandes transformaciones ecosistémicas, pero al mismo tiempo con grandes experimentos relacionados con la gestión ambiental y de biodiversidad rotando por todas partes de la geografía nacional en forma de movimientos sociales, de protestas o propuestas innovadoras empresariales que te llenan de optimismo. Lo que pasa es que los desconocemos porque no los estamos documentando; de hecho, creo que a futuro una de las tareas del Humboldt será hacer la cartografía de todas estas iniciativas que hoy demuestran que el país vive y maneja su biodiversidad.

El 2018 será un año decisivo para usted en el Humboldt porque finalizarán sus ochos años como directora general. ¿Ya decidió si quiere continuar?

B.B.: No puedo decir que voy a continuar porque es decisión de la Junta Directiva y hay unas elecciones presidenciales de por medio; sumado a esto hay expectativas programáticas en el país que pueden o no ser esperanzadoras en el trabajo con biodiversidad. Estoy en la incertidumbre y por ahora cumpliré mis ocho años de gestión. Hay que esperar al 30 de noviembre de 2018 para saber qué se considera lo más conveniente.