Nairobi es la única ciudad del mundo que se puede jactar de tener una reserva natural en su interior.

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En Nairobi también luchan por proteger una reserva natural contra la urbanización

En la capital de Kenia está la única reserva natural urbana que existe en el mundo. Pero los grandes proyectos urbanísticos la tienen al cerca de la desaparición. Cualquier parecido con lo que pasa en Bogotá es coincidencia.  

1 de marzo de 2016

"Parece que estamos luchando en una batalla perdida, ya que la mayoría de la gente parece más preocupada por aliviar el tráfico que de conservar la naturaleza y la biodiversidad". Esta frase podría haberla dicho alguno de los ambientalistas colombianos que encabezan la oposición a la idea de Enrique Peñalosa de urbanizar la reserva Van Der Hammen. Sin embargo, su autor es Ali Tanvir, el presidente de la Asociación Amigos del Parque Nacional de Nairobi, una asociación que defiende un bosque de 117 kilómetros cuadrados ubicado en el corazón de la capital de Kenia. (Vea: Los interrogantes ambientales del nuevo gobierno de Peñalosa)

Nairobi es la única ciudad del mundo que se puede jactar de tener una reserva natural en su interior. Fue creada en 1946 por algunos colonos ingleses como un espacio conservación ante la cacería desproporcionada de animales salvajes. Se trata de una inmensa sabana tropical cubierta por pastos y arbustos, atravesada por un río y habitada por jirafas, leones, rinocerontes, ñus, guepardos y más de 500 especies de aves. 60 años después de su declaratoria, este ecosistema se encuentra amenazado por la expansión urbana.

La capital de Kenia es el centro económico del oriente de África. Allí están basadas las principales empresas transnacionales que operan en esa zona del continente y, además, es el paso obligado para las mercancías que llegan al Océano Índico para ser distribuidas en países sin acceso al mar como Uganda, Ruanda y Sudán del Sur. Estos factores explican que Nairobi tenga hoy casi 5 millones de habitantes y que su tasa de crecimiento anual sea superior al 4%. Tal explosión urbana ha superado la capacidad de la infraestructura de la ciudad. Y en el intento de cerrar esta brecha, el Parque Nacional ha sido uno de los principales damnificados. (Vea: La reserva Thomas Van der Hammen un pulmón para Bogotá)

El gobierno de Kenia está construyendo carreteras de circunvalación alrededor del parque y una variante que atraviesa la parte sur para comunicar a Nairobi con Kitengela, una ciudad dormitorio que ha crecido vertiginosamente en los últimos años gracias a la industria del cemento. También se han instalado varias líneas de alta tensión y se han ampliado las vías del ferrocarril en lugares que antes eran parte de la reserva. Por último, algunas zonas han sido invadidas por urbanizaciones informales y por actividades mineras.

Todo esto ha causado grandes impactos en la reserva. De acuerdo con un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la migración de los ñus desde las llanuras de Athi-Kaputiei hacia el parque se redujo en más de un 90% en los últimos años. Como le explicó Tanvir a la periodista Gemma Solés, esto se debe a que la reserva se encuentra cada vez más cercada por los proyectos urbanísticos a su alrededor. “Antiguamente los animales podían migrar hasta el ecosistema de Amboseli, a un lado, así como a Magadi o Shompole en el otro”.

La interrupción del corredor ecológico a través de fronteras como las vías o las cercas, sumada a la disminución del tamaño de los territorios, obliga a los animales a moverse hacia adentro y esto tiene grandes implicaciones no solo para ellos sino para sus relaciones con los seres humanos. Lo primero porque muchos de los animales que habitan la reserva son territoriales y son capaces de matar a miembros de su propia especie para sobrevivir. Y lo segundo porque cada vez serán más frecuentes los conflictos entre estos y las comunidades que viven cerca del parque. 

En contraste, los partidarios de estos proyectos afirman que son necesarios para descongestionar la capital y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. En palabras del diputado Francisco Nyenze, “Kenia es un país en desarrollo y necesitamos carreteras, vías férreas y puentes para lograrlo”. Pero ambientalistas como Tanvir no se oponen a  esta realidad, simplemente se preguntan si la única manera de hacerlo es a costa del parque. Por eso han convocado manifestaciones y han liderado campañas de sensibilización para involucrar a la ciudadanía en la controversia. (Vea: Las voces de los Cerros)

El resultado es desalentador. Mientras personas como Tanvir intentan liderar una oposición incipiente, los grandes proyectos siguen amenazando la existencia de la única reserva natural urbana que existe en el mundo. “El Parque Nacional de Nairobi está en crisis. Si no actuamos, en breve estará al borde de la muerte. Los animales ya no tiene donde ir, y las nuevas crías están luchando ya por la tierra. La población animal está reduciéndose sustancialmente. Con el tiempo, debido a la asfixia general, el parque se convertirá en un zoológico glorificado", concluye Tanvir.