La prueba de nuevas especies es fundamental a la hora de reforestar. | Foto: .

MUNDO

Isla de Pascua: ¿Pueden nuevos árboles frenar la erosión?

Famosa por sus esculturas y por su estéril paisaje, pobre en fauna y flora. Algo de lo que son responsables sus habitantes.

Alianza DW
8 de abril de 2015

Rojiza y oscura. Así es la piedra volcánica. Sin embargo, una vez termina la temporada de lluvias, la hierba cubre y da color a esta isla, de por sí montañosa. A pesar de ello, la falta de agua dulce es un gran problema para sus habitantes. Y es que a excepción de sus dos lagos volcánicos, en la Isla de Pascua no hay corrientes fluviales. Cuando llueve, el agua se filtra en la porosa tierra volcánica y la escasa vegetación existente se seca. De ahí su aspecto apocalíptico, carente de árboles y vegetación.

Objetivo: limitar los daños

El caso es que hace décadas se intenta dar vuelta a esta situación. Hace casi diez años la autoridad forestal chilena (CONAF) comenzó a plantar aitos (Casuarina equisetifolia), un tipo de árbol polinésico resistente al agua salada, explica Jorge Alejandro Edmunds. El biólogo y sus compañeros investigan qué otras especias, además del aito, son adecuadas para la reforestación de la isla.

“Los fuertes vientos arrastran todos los minerales que los árboles necesitan para sobrevivir”, dice Edmunds, tras lo que aclara que esta es una de las razones del escaso crecimiento observado hasta ahora. Otra de ellas es el sol, que hace acto de presencia durante más de doce horas al día. La brisa marina arrastra la sal del océano y, en su camino, debilita y acaba con las pocas plantas capaces de crecer bajo las duras condiciones meteorológicas.

A pesar de ello, cerca de 70.000 árboles han encontrado un sitio en el árido suelo de la Isla de Pascua. El problema es que por lo menos se necesitarían 200.000 para detener la erosión progresiva del terreno. Algo muy laborioso, indica Edmunds: “Desde el año 2006, hay árboles que han crecido hasta seis metros. Puesto que el suelo es yermo y carece de minerales, tenemos que utilizar fertilizantes a la hora de reforestar”.

El hombre contra la naturaleza

Los científicos han demostrado que la isla estuvo cubierta de bosques hasta el siglo XVII. A partir de ese momento, los antepasados de los actuales habitantes cortaron la mayoría de los árboles para transportar a los moai –las estatuas de piedra-, construir canoas y casas y quemar a los muertos. Cuando los europeos descubrieron la isla en la primavera de 1722, la isla ya no tenía árboles. “Mis antepasados estaban obsesionados con las estatuas”, explica el isleño Uri Avaka Teao. “Solo buscaban demostrarle a las otras tribus lo poderosos que eran. Fue un desastre. Se olvidaron incluso de pescar y cultivar hortalizas. Todo por esa manía escultórica”, añade.

En su best-seller “Colapso: por qué las sociedades sobreviven o perecen”, el geógrafo estadounidense ganador de un Premio Pullitzer, Jared Diamond, habla de un ecocidio. Como ejemplo pone precisamente a la Isla de Pascua. Y es que según sus cálculos, el último árbol fue talado alrededor del año 1600. A partir de ese momento, los habitantes de la isla no solo perdieron un recurso importante a la hora de rodar piedras gigantes, si no que también se quedaron sin leña y sin materiales para construir canoas y salir a pescar. Las áreas costeras fueron rápidamente sobreexplotadas y las aves erradicadas.

Según la tesis que sostiene Diamond, esta tala masiva provocó que el suelo se quedara indefenso ante la lluvia y los fuertes vientos. Una vez erosionado el suelo, resultó prácticamente imposible cultivar, y la escasez de alimentos provocó el estallido de guerras en la isla. Al final, sus habitantes tuvieron incluso que comer carne humana para sobrevivir. Diamond considera el fracaso de la Isla de Pascua como un símbolo de la destrucción progresiva del mundo y sus recursos naturales.

Monocultivo como solución

El eucalipto se adapta bien a suelos pobres en nutrientes.

Hoy en día, algunas zonas forestales se han recuperado principalmente gracias a la plantación de eucaliptos, dice el biólogo Edmunds. Los primeros árboles fueron plantados en 1900, y a estos les siguieron otros en la década de 1970.

Pero el eucalipto no es bueno para la isla, explica Edmunds, ya que consume demasiada agua subterránea, un bien muy valioso. Además proviene de Australia y no es adecuado para la geografía de la isla de Pascua. De ahí que en 2006 se empezara a repoblar el extremo suroeste de la isla con el aito, el árbol de hierro.

El proyecto puesto en marcha por el gobierno chileno y subvencionado, sobre todo, por Francia parece ser compatible. El problema es la falta de financiación, que en los últimos tiempos ha provocado la congelación del programa de reforestación. De momento, por tanto, no se puede garantizar su éxito, añade resignado Edmunds. La reforestación es sumamente importante, ya que es la única manera de proteger a la isla de una mayor erosión, que al final es como un cáncer que va descomponiendo lentamente la isla de Pascua.