NACIÓN

Las matemáticas del agua

La agricultura es el sector que más agua usa en Colombia y el que más se ve afectado por el cambio climático. La severidad del actual fenómeno de El Niño le recordó al país que la eficiencia en el uso de este recurso es esencial para mantener la oferta alimentaria en el futuro.

23 de junio de 2016

La agricultura utiliza más agua que ninguna otra actividad del país. Según el Estudio Nacional del Agua 2014 -el más actualizado a la fecha-, la demanda hídrica del sector agrícola es de 16.760 millones de metros cúbicos, que equivalen a un 46.6 por ciento del volumen total de agua que se utiliza en el país. Estos datos son relevantes porque muestran la necesidad de que el agua se maneje con más eficiencia, tanto en las épocas de sequía como de inundación.
Hoy, El Niño ha dejado estragos en todo el país. “Ha habido casi 5.000 incendios que han destruido cerca de 125.000 hectáreas de bosque. Bogotá alcanzó la temperatura más alta en su historia, 26 grados, y Puerto Salgar la temperatura más alta en la historia del país, 45 grados centígrados. La sequía ha arrasado cultivos y 316 cabeceras municipales están en riesgo de sufrir desabastecimiento de agua potable. En 2015, cuando el fenómeno estaba en su tapa media, por primera vez despareció un río en Colombia: Sambingo en el Cauca”, explica Ómar Franco, director del Ideam.
Para el sector agrícola los efectos han sido devastadores. Los campesinos no tienen como regar sus cultivos y la realidad es que durante el día el calor arrecia y en la noche las heladas acaban con lo poco que queda. Esto se ve reflejado en la inflación de los alimentos que en marzo llegó a un 12,35 por ciento, según cifras del Dane. En los últimos 12 meses, los grupos de alimentos que presentaron un mayor incremento en el precio fueron hortalizas y legumbres con un 43,2 por ciento y plátanos y tubérculos con un 19.3 por ciento.
Ginya Truitt Nakata, coordinadora de AgroLAC 2025 de la oficina de Extensión y Donantes del BID, dijo a Semana Sostenible que “la agricultura climáticamente inteligente es clave para superar estas crisis. Es el sector que más agua usa en el mundo por lo que tiene que encontrar la manera de ser sostenible. América Latina produce 11 por ciento del total de comida en el planeta, 24 por ciento de sus tierras son arables y más de 14 millones de pequeños agricultores viven en los países que la componen. Esta región, además, tiene un tercio del total de agua dulce sobre la Tierra”.
Por eso, el cuidado de este recurso demanda una mejor agricultura. Algo imposible si Colombia y el resto de países no asumen un compromiso sólido con la innovación, ciencia y tecnología como ejes del desarrollo agrícola mundial.
La huella hídrica es un indicador de impacto ambiental que cuantifica el agua que se usa, directa o indirectamente, en un proceso productivo. En Colombia, esta huella ya está siendo medida  tanto para el sector agrícola como para el sector ganadero. Miguel Romero, investigador del Centro internacional de Agricultura Tropical (CIAT), explica que esto se hace “con el fin de identificar los puntos críticos en los procesos, es decir, los momentos en los que  más agua se consume y que coinciden con lapsos largos de sequía. La idea de hacer ese análisis es crear estrategias de manejo para que el impacto ambiental sea menor y el uso del agua más eficiente”. 
Para un país en el que 80 por ciento de la comida que se consume viene de la agricultura familiar, hacer estos cálculos es importante. En Colombia, por ejemplo, se han desarrollado trabajos para medir la huella hídrica en los cultivos de maíz, arroz, papa y palma de aceite que han permitido diseñar estrategias de manejo con un menor impacto para el medioambiente.
Una muestra de un uso más eficiente de agua gracias al análisis de la huella hídrica es el programa de Adopción Masiva de Tecnología (Amtec) que el Ciat y Fedearroz están implementando en diferentes regiones del país. Este programa genera disminuciones en el consumo de agua por medio de adecuación de los terrenos, mediciones científicas y trabajo día a día con los regadores. Las evaluaciones hechas con este sistema han mostrado que al usarlo hay una reducción hasta del 42 por ciento del agua aplicada en riego por ciclo de cultivo, pasando de 15.635 metros cúbicos por hectárea por ciclo en un lote de producción tradicional a 9.063 en un lote que usa la tecnología de Amtec. Como resultado, hay un ahorro hasta de 395 litros de agua por cada kilogramo de arroz que se produce.
Para cultivos de maíz, la Federación Nacional de Cereales (Fenalce) está trabajando en la medición y diagnóstico multiambiental para reducir la huella hídrica. Para lograrlo hizo, de la mano del Ciat, una cuantificación directa del uso de agua en las principales zonas productoras. En un sistema de riego en el valle del Cauca, por ejemplo, se evaluó el indicador en un primer ciclo y se determinó un consumo de 2.400 metros cúbicos de agua por hectárea. En los ciclos siguientes se cuantificaron consumos de cerca de 1.500 metros de agua cúbica por hectárea. Según la Footprint Network, en Colombia se necesitan cerca de 2.500 litros de agua por cada kilo de maíz. Con el sistema creado por Fenalce y el Ciat se usan cerca de 1.200 litros de agua por cada kilo, una cifra bastante menor a la estimada por la organización internacional.
Estos son solo dos ejemplos de cómo mejorar el uso de agua en la agricultura a través de programas de cultivo climáticamente inteligentes que unen la experiencia de la Federaciones y productores con el conocimiento científico de los centros de investigación. “Este tipo de innovaciones son claves para un país que como Colombia está sujeto a la variación del clima y enfrenta fenómenos como El Niño que afectan gravemente la producción y compra de alimentos. En caso de que en el segundo semestre de 2016 llegue La Niña el país necesitará de estos ejercicios para sobrevivir”, concluye el director del Ideam.