Foto: Gianna Grün

MUNDO

Volando con pájaros

Agua potable, alimentos y un lugar para descansar: los humedales proporcionan valiosos servicios a seres humanos y animales. En el norte de Israel hay un gran laboratorio al aire libre para los investigadores.

Alianza DW
8 de febrero de 2016

El canto de 20.000 grullas es ensordecedor. Pero estar de pie en el campo, en medio de estas aves, es una experiencia única. Aún así, estos pájaros solo representan una pequeña fracción: del medio millón de aves migratorias que, anualmente, atraviesan el valle israelí de Hula en su viaje desde Escandinavia hasta África. 

Cientos de turistas y observadores de aves visitan cada año el norte de Israel, en la frontera con Líbano y Siria, para presenciar este increíble espectáculo.

Valle de Hula, en el norte de Israel, con vistas a los Altos del Golán.

Pero las aves y los turistas no son los únicos que han descubierto el valle de Hula. Este lugar está demostrando ser un verdadero tesoro para los científicos. Durante un tiempo fue el humedal más grande de Oriente Medio, hoy es el único. Es por ello que su existencia es todo un éxito: desde 1900, han desaparecido más del 60% de los humedales de todo el mundo, y los que quedan a menudo están en mal estado.

El hecho de que el ecologista Ran Nathan pueda observar, junto a su equipo, a miles de aves en el valle de Hula se debe a un desafortunado accidente. En la década de 1950, el gobierno israelí drenó la región para aprovechar su agua potable. 40 años más tarde, se dio cuenta de su error y rehabilitó con éxito el lago Agamon: las aves regresaron. Ahora, más de 300 especies habitan esta región, incluyendo grullas, pájaros cantores y lechuzas.

Como consecuencia, esta región tiene la mayor densidad de población de lechuzas. Mientras que en Europa viven alrededor de 40 parejas de esta especie en 100 kilómetros cuadrados, en Israel la cifra es cinco veces mayor. 

La sobrepoblación de animales a menudo conduce a un conflicto entre el ser humano y la naturaleza, pero las lechuzas no molestan a los agricultores del valle. Por el contrario, los campesinos incluso colocan voluntariamente cajas nido en sus campos, ya que las lechuzas no se interesan por los cacahuetes o garbanzos que cultivan, sino por los roedores. Una pareja de lechuzas puede consumir entre 2.000 y 6.000 ejemplares al año – no existe un control de plagas más natural y eficaz.

Un científico coloca un dispositivo de seguimiento a una lechuza.

Sin embargo, las aves no permanecen en sus nidos sin ser del todo molestadas. Si bien no tienen depredadores, a veces se aproxima Motti Charter sigilosamente para capturar a los animales y colocarles unas mochilas transmisor. "Si me muerden, es mi culpa", dice Charter y bromea sobre su presunta torpeza: "Ahora no me ha mordido pero me ha defecado encima. Es tan solo su modo de venganza", aclara. 

El transmisor pesa alrededor de 13 gramos, que se corresponde a un 3 o 5% del peso corporal del animal. "Este es el margen normal de fluctuación, del peso que ganan o pierden en un día", explica Charter. Supuestamente los animales no se dan cuenta del exceso de equipaje. Después de una rápida limpieza, el dispositivo se pierde entre el plumaje y a la vista solo queda el alambre de la antena.

Cada dos segundos, el transmisor emite una señal hasta que los ornitólogos recuperan de nuevo los dispositivos, ya que capturan reiteradamente a las aves. 

Los datos recogidos proporcionan una perspectiva general sobre el territorio que recorre una pareja de lechuzas y su comportamiento de caza. Esto puede ser muy variable: mientras una pareja caza, sobre todo, en los alrededores de su nido, otra elige un coto de caza más lejano y transporta sus presas de vuelta al nido. 

Los investigadores esperan entender las diferencias de comportamiento entre los pájaros mediante su observación y monitorización. "Hasta la fecha, prácticamente no sabemos nada sobre el desarrollo de maduración de un polluelo. No podemos verles cazar de noche. No sabemos si lo hacen en grupo o de forma individual o si aprenden de sus progenitores”, explica Charter.

Un pájaro cantor en una red de pesca.

Entre las altas hierbas del valle de Hula se esconden más misterios que los investigadores tratan de despejar. Al atardecer se puede escuchar el gorjeo de los pájaros cantores. Pero es prácticamente imposible observarlos a simple vista o capturarlos como las lechuzas.

Por ello, los investigadores han desplegado redes a lo largo de los senderos que son invisibles para el ojo de esta ave.

Científicos liberando un pájaro cantor de una red de pesca.

Una vez atrapados en la red, apenas se mueven hasta que llega Yosef Kiat, que pertenece al equipo de Nathan, para liberarlos cuidadosamente.

Kiat reconoce a menudo a los animales a primera vista. Desde hace más de diez años se dedica al anillamiento de aves, que consiste en la colocación de pequeñas anillas metálicas en la pata de un pájaro vivo para su posterior marcaje e identificación. Hoy en día, además, los equipa con pequeños transmisores. De esta manera, al igual que con las lechuzas, los investigadores esperan aprender todo acerca de los pájaros cantores.

Estos pequeños pájaros no tienen una visión muy aguda pero, al igual que la grulla, cubren enormes distancias en su migración. La diferencia es que lo hacen en el sentido opuesto: desde Líbano a Turquía o Grecia, donde pasan el invierno.

"Nos permite observar las aves a tiempo real y en su entorno natural. Con ayuda de la tecnología, podemos revisar y refinar nuestras teorías de modo que describan aún mejor la realidad", explica Nathan. "Antes recopilábamos alrededor de 300 entradas de datos para todo un proyecto de investigación. Ahora recogemos esa cantidad en una hora".

Un investigador sostiene una antena para captar una señal de radio.

Una de estas teorías describe la relación entre los patrones de movimiento y la muda del plumaje de las aves. "Especies diferentes reemplazan sus plumas en varias etapas del desarrollo y de diversas maneras. Queremos entender la variación de estas estrategias. Las plumas primarias son esenciales para el vuelo. Por ello, esperamos que las diferencias en los patrones de movimiento estén asociadas con diferentes estrategias de muda", explica.

Hasta ahora, el valle de Hula sigue siendo el único lugar en el que se pueden estudiar tales delicados procesos. Para ello, los investigadores han construido una estación internacional única y completa con estaciones terrestres y receptores. Juntos forman el Sistema Atlas ("rastreo avanzado y localización de animales en sistemas de vida real", del inglés "Advanced Tracking and Localization of Animals in real-life Systems"). Gracias a este sistema, los científicos pueden "ver" mucho más de lo que nunca pudieron observar con prismáticos. 

El objetivo de Ran Nathan es entender el movimiento asociado a otros procesos biológicos en la vida de una ave, en lugar de examinarlo de forma aislada. 

Ya de niño Nathan observaba los pájaros, entonces todavía con prismáticos en lugar de con dispositivos de alta tecnología. Más tarde, como investigador, comprobó que el movimiento de animales siempre se había descrito de forma aislada, pero rara vez como parte de un contexto más amplio, independientemente de que se tratara de mariposas, linces, buitres o elefantes. 

Es por eso que en 2010 fundó, en la Universidad Hebrea de Jerusalén, el primer grupo de investigación en el mundo sobre la "Ecología del Movimiento" (del inglés, “Movement Ecology”), que combina el movimiento y la ecología y permite estudiar las causas y efectos de cómo los animales (incluido el ser humano) interaccionan con el medio ambiente y viceversa. Como "observador de aves con una pasión por el vuelo", rápidamente tuvo claro en qué animales se especializaría. 

En medio de una oscuridad casi completa, los colegas de Nathan graban el seguimiento de la señal de los pájaros cantores. El ordenador del equipo registrará cada vuelo, siempre y cuando los animales permanezcan en el valle.

A partir de mayo de 2016, Nathan planea establecer el sistema en otros lugares en colaboración con las universidades alemanas de Fráncfort y Potsdam. Primero limitado a solo 10 kilómetros cuadrados de área, que ya cubre el rango de movimiento de muchos animales. Pero su visión se extiende mucho más allá: en un futuro, el sistema de seguimiento y monitorización debe abarcar todo el mundo, de modo que los investigadores puedan “volar” con las aves por todo el planeta.