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Saciedad en las ciudades y sed en la región

El reto urbano de la gestión del agua en nuestro país es lograr una adecuada coordinación entre organismos y autoridades para que el suministro satisfaga las respectivas dinámicas urbanas, sin afectar las necesidades de la región.

Sostenibilidad.Semana.com
12 de septiembre de 2016

La rápida y continua concentración de personas en las ciudades se ha considerado por muchos economistas, eruditos, urbanistas e ingenieros, entre otros, como un gran logro de la humanidad. Una evidencia de lo “civilizados” que nos hemos vuelto al coexistir en relativamente pequeñas extensiones de tierra, de una manera densificada, y amparados en un sin número de artificios técnicos y tecnológicos que permiten una aparente buena calidad de la vida.

Las megaciudades, las áreas metropolitanas, las grandes urbes y ciudades intermedias son leviatanes de concreto, ladrillo y hierro que se erigen y expanden gracias al enorme flujo y consumo de diversas formas de materia (agua, alimentos, combustibles fósiles, materiales de construcción y productos de aseo, principalmente), energía eléctrica, información y dinero. Crecimiento urbano que se evidencia de una manera acelerada en las economías emergentes y países en desarrollo; siendo Colombia un ejemplo de ello.

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Indudablemente, el consumo urbano (metabolismo) genera un gran desorden (entropía) que se evidencia en forma de contaminación. Las basuras, las aguas residuales, las emisiones contaminantes y de efecto invernadero, la degradación de suelos, el ruido y la liberación no intencional o deliberada de metales pesados y otras sustancias peligrosas, son el ejemplo diario del consumo desenfrenado de sus habitantes, y naturalmente, indicadores de un crecimiento económico insostenible.

Entre los diferentes asuntos que deben analizarse en el estudio de la sostenibilidad ambiental urbana está el agua. Vital líquido que históricamente ha sido el criterio de fundación de cualquier asentamiento humano, y motivo de declive o desaparición de grandes colonizaciones del pasado. Las Ciudades Estado Mayas en la península de Yucatán, Angkor Wat en la actual Camboya y el asentamiento Rapa Nui en la Isla de Pascua, son evidencia del riesgo de colapso debido a condiciones naturales.

Para no ir más lejos, la provisión hídrica de Bogotá y su conurbano (Zipaquirá, Cajicá, Chía, Cota, Funza, Madrid, Mosquera, Facatativá, Boyacá y Soacha) depende de los páramos. Sistemas naturales estratégicos cada vez más vulnerables y reducidos debido a la ampliación de la frontera agrícola para el cultivo de papa, a la ganadería lechera y a los frentes de explotación minera de carbón y metales preciosos. Conflictos de uso que, sumados a la variabilidad climática, al cambio climático y al aumento de la demanda, reducen las posibilidades de suplir las necesidades de una población aproximada de 9 millones de personas.

El trasvase de agua, la desviación y regulación de caudales, la apropiación de reservorios, un consumo per cápita elevado, las pérdidas técnicas de líquido de orden nacional cercana al 40%, y la descarga de aguas residuales a los ríos urbanos, son manifestación de un metabolismo hídrico lineal e insostenible en todas las ciudades y asentamientos humanos en Colombia. Condición hídrica urbana que se ahonda con la carente adaptabilidad y elevada vulnerabilidad ante la recesión de lluvias o por el incremento de las mismas, sea por El Niño, La Niña o por la bimodalidad natural reinante en buena parte del territorio nacional.

Por esto, el reto urbano de la gestión del agua en nuestro país y la región es lograr una adecuada coordinación entre organismos y autoridades para que el suministro satisfaga las respectivas dinámicas urbanas, sin afectar las necesidades de la región. Ya que la producción de alimentos, la generación hidroeléctrica, la recreación y el abasto para pequeños asentamientos por acueductos municipales, verdales o comunitarios, también son una prioridad que debe atenderse.

Ante el evidente crecimiento en la demanda de agua, la proyección de crecimiento de las ciudades deberá considerar la potencial reducción de la oferta en las zonas de recarga y provisión, debido a los cambios en el uso de la tierra, en la cobertura vegetal y del cambio climático. Por esta razón, el gobierno urbano deberá, desde ya, empezar a reconocer, atender y acoplarse a la infalibilidad de las leyes, principios y dinámicas de la naturaleza.

El gran reto en la gestión del agua es una tarea que, indudablemente, exigirá el trabajo interdisciplinario desde el interior de la academia y su efectiva articulación con el Estado, la empresa y la sociedad. Asimismo, requerirá el compromiso de los usuarios para reducir el consumo, la conciliación de intereses entre las empresas de servicios públicos y los municipios.

Será clave la definición del agua como derecho fundamental y su establecimiento como recurso estratégico para el país y la región de las Américas. Asunto complejo que obligará una adecuada y efectiva acción del Ejecutivo, quien ha sido debilitado en el área ambiental desde hace ya varios gobiernos.