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Felices los cuatro...

Solo queda cambiar los hábitos de consumo, preferir lo local, apostar por nuestros productos y así lograr que los cuatro aspectos que caracterizan nuestra biodiversidad sean una realidad tangible.

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23 de octubre de 2017

Si bien el 11 de septiembre será siempre recordado por muchos de nosotros como una fecha relacionada con los atentados que sufrió Estados Unidos en el 2001, también vale la pena anotar que en dicha fecha se recuerda lo especial de nuestra biodiversidad celebrando el Día Nacional de la Biodiversidad en Colombia.

Pero ¿qué significa esto último?

Significa que el 11 de septiembre de 1808 murió el sabio José Celestino Mutis, a quien le debemos la Expedición Botánica que dejó una significativa colección de plantas que son una notable base para el inventario nacional de nuestra biodiversidad. Así, y basados en ese recuerdo, es que se decidió celebrar el Día Nacional de la Biodiversidad en Colombia, llamando a: i) reconocer la importancia de la biodiversidad para la supervivencia del planeta; ii) adoptar medidas para su conservación; iii) usar de manera sostenible de los recursos; y iv) realizar la distribución de beneficios que se deriven de su utilización. Estos 4 pilares se consignan en la Convención sobre Diversidad Biológica, ratificada por Colombia mediante la Ley 165 de 1994 y materializada a través de la Política Nacional para la Gestión de la Biodiversidad y sus Servicios Ecosistémicos.

Lo cierto es que al hablar de la supervivencia del planeta, se utiliza la palabra biodiversidad para abarcar una realidad natural inmensa que no es otra que en la Tierra hoy en día interactúan millones de especies biológicas, producto de millones de años de evolución, las cuales, ante los cambios y pérdidas naturales, de los cuales todos somos testigo, se están perdiendo a un ritmo alarmante. No son muchos los que nos percatamos de ello y somos menos los que algo hacemos para mitigar la veloz extinción.

De lo anterior podemos anotar que Colombia, junto con Brasil, ocupan el primer lugar mundial en lo que hace referencia a la biodiversidad, reconocido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) como uno de los 17 países denominados megadiversos, que albergan más del 70% de la biodiversidad mundial, en solo 10% del territorio.

Si quisiéramos sacar pecho, podríamos decir que somos:

i) el primer país en diversidad de aves y orquídeas.
ii) el segundo país en diversidad de plantas, anfibios, peces de río y mariposas.
iii) el tercer país en diversidad de reptiles y palmas.
iv) el cuarto país en diversidad de mamíferos.

De nuevo aparece el número cuatro en estos temas y me lleva a pensar en las acciones individuales que hacemos para que, armoniosamente, los pilares consignados en la Convención sobre Diversidad Biológica mantengan los cuatro puntos mencionados en el párrafo anterior.

Bien se sabe que las acciones individuales también contribuyen de manera negativa en el ambiente, y es que lo que consumimos los seres humanos trae graves impactos en la biodiversidad. Así lo demuestra un estudio publicado en enero de este año, donde se demuestra cómo los consumidores de productos importados en Estados Unidos, China, Japón y la UE tienen un impacto sobre la biodiversidad que se halla a miles de kilómetros, relacionando la sociedad de consumo y la producción de alimentos.

Lo anterior es un claro soporte del amplio y discutido tema de que nuestros irresponsables hábitos y nuestra desmedida necesidad de consumo han acabado con miles de hectáreas y han significado el descenso en el número de especies algunas hasta llegar a la extinción. Lo cierto es que todo está conectado: el café que se consume en Estados Unidos contribuye a la deforestación en Centroamérica; para producir soya para alimento animal y humano se afectan los bosques en Brasil o Indonesia; mientras que la producción de aceite de oliva en España y Portugal tiene un efecto directo sobre la supervivencia del lince ibérico, entre otras asociaciones. Podemos decir que los productos manufacturados y consumidos contribuyen al descenso de biodiversidad.

También se resalta como los productos manufacturados, desde los Smart Phones hasta los muebles de aquella compañía internacional de origen sueco, también contribuyen al declive de la vida salvaje. Incluso el estudio asocia que alrededor del 2% de la amenaza que pesa sobre la rana arlequín en Brasil está directamente relacionada con la explotación forestal utilizada para la producción de los mencionados muebles. Como último ejemplo extraído del estudio, menciono que, en el sur de Brasil, la deforestación atribuida a la siembra de pastos destinados a la producción vacuna pone en peligro al mono araña, una especie también amenazada en América Central por la producción de café.

Es de resaltar el hecho de que, para llevar a cabo la investigación arriba mencionada, se consideraron alrededor de siete mil especies marinas y terrestres amenazadas y su vínculo con la cadena de consumo de las grandes potencias. Al menos un tercio de las amenazas a la biodiversidad en todo el mundo están asociadas a la producción para el comercio internacional. Por lo que en un intento por hacer gráfica dicha relación, se elaboró un mapa que muestra los lugares amenazados en relación al consumo de bienes en Estados Unidos. Creo que en este punto es importante invitarlos para que a través de un video de menos de cuatro minutos vean cómo Nature, Ecology and Evolution muestra la relación existente en lo arriba descrito.

Después de ver el video y analizar la interrelación que existe entre la pérdida de biodiversidad y el consumo, creo que debemos aprovechar para adoptar medidas para su conservación, el uso sostenible de nuestros recursos y lo importante de la distribución justa y equitativa de beneficios que se deriven de la utilización de nuestra biodiversidad. También para reflexionar cómo nuestros hábitos de consumo (demanda) y nuestra oferta de commodities para el mercado internacional están contribuyendo con la pérdida acelerada de nuestra biodiversidad.

Solo queda entonces cambiar los hábitos de consumo, preferir lo local, apostar por nuestros productos y así lograr que esos cuatro aspectos que caracterizan nuestra biodiversidad y que celebramos con orgullos sean una realidad tangible y no un deber ser en nuestras políticas. Todo para que, en palabras del galardonado con el Escudo de Antioquia en categoría Oro - Maluma - y mediante un consumo consiente de cada uno de nosotros, sean “felices los cuatro” pilares de la biodiversidad en Colombia.