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El que no sabe para dónde va, cualquier bus le sirve

No hemos decidido cuál es nuestra vocación, y debemos decidir qué queremos de nuestro país.

Sostenibilidad.Semana.com
2 de mayo de 2016

A propósito del editorial de María López en la más reciente publicación de Semana Sostenible, en la que esgrime una cantidad de argumentos que desvirtúan la reducción intelectual a “buenos y malos” en los temas ambientales y de conservación. Es pertinente observar la discusión sobre cuál es la vocación de país que queremos, debemos tener, que necesitamos y con la cual no seamos de las últimas generaciones que podamos hacer producir la tierra.

Calificativos desbordan el ‘opinadero‘ nacional, mientras los buenos llaman “demonios” a unos, los malos, llaman “demonios” a los otros, pero yo, de manera subjetiva (como todas las columnas de opinión), creo que el problema es que “cuando no sabemos para dónde vamos, cualquier bus nos sirve”.

El territorio colombiano está bendecido desde su creación con más de 30 grandes ríos y 750.000 microcuencas hídricas o riachuelos, la mitad de los páramos del mundo, 82 diferentes clases de ecosistemas continentales que van desde el nivel del mar hasta lo que llamábamos “nieves perpetuas” (que no son perpetuas), dos océanos, suelos ricos y productivos a diferentes niveles altitudinales, una sobreabundante biodiversidad en plantas y animales que ningún otro país tiene proporcionalmente con la extensión del territorio en todo el planeta, 1.889 aves, 571 reptiles, 3.274 mariposas, 763 anfibios, 525 mamíferos, 4.010 orquídeas.

De todas estas especies, 66 aves, 1.500 plantas, 367 anfibios, 115 reptiles, 34 mamíferos y 1.543 orquídeas, sólo se encuentran en Colombia, en ninguna otra parte del mundo.

Pero también reservas de petróleo, gas, carbón, piedras y metales preciosos en las entrañas de las rocas que se encuentran a varias decenas de metros bajo la cobertura viva del territorio. No hemos decidido cuál es nuestra vocación, y debemos decidir qué queremos de nuestro país, porque “no se puede silbar y cantar al tiempo”.

Brigitte Baptiste, directora del instituto Von Humboldt, afirmó hace poco en una columna para la revista Semana que “no se pueden hacer tortillas sin romper los huevos”, razón parcial se tiene si pensamos que la cáscara del huevo sólo está compuesta por carbonato de calcio, sin embargo, el refrán cambiaría de sentido si se piensa en Colombia como uno de los 69 huevos creados por el genio de la joyería Karl Fabergé.

Más cambiaría el sentido del refrán citado por Baptiste Ballera, si se tiene en cuenta que Dios sólo creó un territorio en todo el planeta con semejante cantidad de bendiciones, no 69.

Entonces, inexcusablemente tendríamos que preguntarnos: ¿en realidad queremos preparar tortilla o lo que en realidad queremos es volver tortilla el territorio?, podríamos incluso afirmar que una tortilla es una ‘huevonada’.

Colombia es un fórmula uno que queremos utilizar en una trocha, o un 4x4 con el que queremos ganar el gran premio de Mónaco, debemos definir una vocación de país y ninguno de nuestros anteriores, presentes ni futuros posibles gobernantes ha demostrado tener la capacidad para hacerlo, todos quieren que nuestro país sea el hombre orquesta, no hay en todo el globo un solo país que sea ‘orquesta’.

Solo hay dos clases de país en el mundo, si tenemos en cuenta lo anterior, aquellos que han definido su vocación y por ende su economía es sólida y calidad de vida de sus ciudadanos es elevada, decente, digna.

Los otros, los que no definen su vocación y por lo mismo tratan de pegarle a todos los frentes al mismo tiempo, mientras promocionan la Magia Salvaje, comulgan con que las empresas del sector productivo llenen embalses contaminado sus aguas, mientras se jactan de firmar el acuerdo de París sobre cambio climático, pretenden otorgar licencias extractivas en áreas de manejo especial, mientras hablan de El Desarrollo Bajo en Carbono, nombran de ministro de Ambiente a un abogado experto en servicio al cliente, quien a su vez está convencido que el cliente son las empresas mineras y petroleras.

Ya no es como diría León María Lozano, alias “El Cóndor” en la magistral novela de Gustavo Álvarez Gardeazabal, Cóndores no se entierran todos los días: “esta es una cuestión de dignidad”, no, esta es una cuestión de supervivencia económica, social, cultural, alimenticia y por si fuera poco, es vida o es muerte, no es “bueno” o es “malo”.