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Falacias

Es necesario para un desarrollo sostenible contar con individuos más hábiles para recibir y procesar la información, que no crean en todo lo que oyen y ven.

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25 de mayo de 2016

Uno de los aspectos del consumo sostenible que más me preocupa es el flujo de información que se debe analizar y digerir de alguna forma. Cada vez más, y perdón por el lugar común, vivimos en una sociedad donde la velocidad y el acceso a la información van en aumento. No así nuestra habilidad para procesarla. Las dimensiones de la sostenibilidad requieren diferentes tipos de información y me quiero referir en particular a la dimensión social y la gobernabilidad de ésta, para algunos la cuarta dimensión del desarrollo sostenible. Hay relaciones muy importantes entre política y sostenibilidad que pasan por el consumidor de información que se ve sometido al bombardeo de noticias, opiniones, tweets y otras cosas y a partir de allí toma decisiones en muchos ámbitos, cuyo efecto agregado hará que podamos vivir en paz con el planeta y con nosotros mismos por las próximas generaciones.

Pensando en esto recordé un gran capítulo del libro de Carl Sagan ‘El mundo y sus demonios’ en el que se invita al lector a identificar las falacias más comunes que son utilizadas por todo tipo de timadores, desde brujos hasta políticos, con el fin de torcer y sesgar las opiniones y creencias de la gente. Coincido con Sagan en que necesitamos saber detectar estas falacias para forzar a aquellos que tienen el poder de la comunicación a transmitir mensajes limpios y más objetivos. Todo el mundo es libre de tener una opinión, pero cuando ésta se comunica no se debe presentar como verdad. Tener presentes estas falacias nos da la posibilidad de juzgar mejor dichas opiniones. Quiero mencionar las más comunes.

La primera es la dicotomización. Los fenómenos sociales no son binarios, no son blanco o negro. Pero todos los días oímos a muchos que no estar a favor es estar en contra. Que se es parte del problema o de la solución. Dicotomizar mejora los titulares pero falsea el carácter. Nos priva de la bella e infinita escala de grises donde está la creatividad, la humanísima ambigüedad y la posibilidad de cambio. En la dicotomía viven la terquedad y el miedo y por allí se permea el fundamentalismo en todas sus expresiones. Pero nuestra necesidad de certeza nos lleva a seguir las dicotomías, a dividir el mundo en buenos y malos, en imagen favorable o desfavorable. Como corolario a la dicotomización está el planteamiento de falsos dilemas entre corto y largo plazo, como por ejemplo dejar de invertir en ciencia y tecnología porque los presupuestos estén apretados.

Otra falacia común es el ataque a la persona y no a sus actuaciones. Descalificar al contradictor en lugar de discutir sus argumentos. Esto desvía la atención de las ideas y despierta emociones hacia las personas. Considerando la complejidad de los temas de sostenibilidad en todos los aspectos, resulta nefasto desviar la atención hacia los individuos, incentivando prejuicios y sesgos para ganar adeptos. En estrecha relación esta la falacia de la autoridad, donde se presentan las ideas como ciertas porque vienen de un individuo en particular. Y no se confunda la autoridad con la confianza que debemos depositar en los expertos científicos, ya que estos lo son precisamente porque evitan las falacias y derivan sus conceptos en información rigurosa y objetiva hasta donde sea posible. Por el contrario, de la falacia de la autoridad aparecen los caudillos y falsos mesías, la sensación de infalibilidad.

También está la falacia de selección de la información, donde se le presenta a la gente un conjunto de circunstancias y datos que son favorables o desfavorables según convengan para el argumento, dejando de lado deliberadamente aquello que lo contradiga. Esto vuelve y priva al consumidor de información del contraste, de la perspectiva, de la sana controversia.

Otra favorita de los medios y los políticos es presentar correlación como causalidad. De hecho, la ciencia de la toma decisiones ha demostrado que los humanos en general tendemos a establecer causalidades de manera completamente injustificada, pero da miedo ver las conclusiones causales que en público se hacen de hechos que se presentan de forma como coincidencia.

A la lista se suman verdades a medias, el mal uso de la estadística y los eufemismos. En el fondo todo esto hace evidente que parte de la educación formal debe incluir la preparación para el manejo de la información. El comportamiento consistente con el desarrollo sostenible en democracias estables necesita individuos más hábiles para recibir y procesar la información que reciben.