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Inversión responsable, el mejor negocio

Al aplicar este tipo de prácticas, asumimos una mirada de largo plazo, que es la que verdaderamente construye confianza y solidez empresarial.

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28 de enero de 2015

Es satisfactorio constatar cómo la filosofía de gestión empresarial asociada a los conceptos de responsabilidad corporativa y sostenibilidad, cada vez gana un mayor terreno en la agenda de negocios; aunque sabemos que existe un nivel de madurez muy diferente en cada país, cuando se mira desde la perspectiva global e incluso cuando nos comparamos con América Latina.

Precisamente dentro de las mejores prácticas de gestión sostenible de los negocios, hay una en particular que considero de especial interés, sobre todo para quienes participamos en los mercados de capitales y en el mundo de los servicios financieros y de las inversiones institucionales en general. Se trata del concepto de inversión responsable, el cual propone asumir de manera amplia e integral y más allá de los componentes exclusivamente financieros, el análisis requerido para tomar las decisiones de inversión, sobre todo cuando estas son parte esencial de nuestra misión empresarial. 

La clave para entender la relevancia de desarrollar prácticas de inversión responsable va más allá de una postura filosófica. Si bien se debe partir de las convicciones y principios corporativos, esta es, en realidad, una estrategia de competitividad, una manera de generar valor y apalancar el crecimiento y la solidez, tanto de las empresas como de los portafolios propios o administrados, al aplicar en forma seria y rigurosa criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG), en los procesos de evaluación de las potenciales inversiones, de manera que puedan preverse y gestionarse los riesgos y las oportunidades que influyen en la sostenibilidad de los negocios. 

La aplicación de criterios ASG para evaluar alternativas de inversión es pertinente tanto para las compañías que buscamos permanentemente oportunidades para fortalecer nuestros portafolios, a través de fusiones o adquisiciones, como para quienes realizan inversiones propias e incluso para aquellas que administran recursos de terceros con el fin de hacerlos crecer. Al aplicar este tipo de prácticas, asumimos una mirada de largo plazo, que es la que verdaderamente construye confianza y solidez empresarial. 

Así mismo, no hay duda de que los inversionistas poseen mucho más que activos financieros. Hoy, el valor de mercado de muchos de estos activos supera ampliamente el valor en libros, ya que también se consideran aspectos intangibles, como por ejemplo aquellos relacionados con la propiedad intelectual, licencias, marcas e incluso la reputación misma, lo que exige análisis más integrales. La posibilidad de que esas inversiones sean verdaderamente rentables, depende de diversos factores, entre ellos los regulatorios, ambientales, políticos, sociales y culturales. 

Todo esto exige que el análisis para tomar decisiones, sea mucho más amplio, e identifique los riesgos y oportunidades que trae un entorno particularmente complejo como el que enfrentamos.

Los expertos en la materia nos recuerdan, además, que al comparar los indicadores de rentabilidad de las compañías denominadas ‘altamente sostenibles’, frente a aquellas con prácticas de ‘baja sostenibilidad’, con portafolios de peso similar, es evidente el mejor desempeño de las primeras.

La aplicación de criterios de inversión responsable es, sin duda, una forma inteligente de abordar la gestión empresarial, mucho más consciente del entorno, para crear valor y lograr márgenes superiores. Esta es una invitación a desarrollar una mirada moderna y de mayor amplitud frente a las diversas teorías de inversión, lo cual permite una mejor evaluación de los modelos de negocio y es completamente compatible con los aspectos históricamente fundamentales para el mundo de la inversión, la estructuración de portafolios y la gestión financiera.