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El ineludible oportunismo

¿Cuánta vileza se necesita para otorgarle altura moral a un ejército criminal? Al mismo tiempo que el Centro Democrático abandonaba el debate para otorgar ayudas a Mocoa, las Farc entregaban dos toneladas de ayuda humanitaria en el lugar de la tragedia.

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6 de abril de 2017

El cuadro no podía ser más vergonzoso. Enfundado en la camiseta de la Selección, con sombrero vueltiao, cariacontecido, serio, compungido, el senador Daniel Cabrales se aventuraba hacia la ridiculez al afirmar en plaza pública: “Con tristeza tengo que decirles, (…) una avalancha que deja más de 20 muertos, dicen que fue provocada por unos explosivos que dejó la Far (sic). Lastimosamente no hay paz, como dice Santos”.

El resultado no podría haber sido otro y el senador, pese a sus disculpas, ha sido a lo largo de la semana, objeto de burla y señalamiento por sus errores parvularios. Hacer afirmaciones incendiarias sin verificar la veracidad de la fuente y de la información en aras de congraciarse con la masa, puede ser efectivo en el momento, pero como él mismo lo pudo comprobar, resulta costoso cuando es falso. No hay nada más preciado para el buen Uribista que el aprecio de su líder y un regaño público resulta fatal.

Edgar Artunduaga, conocido periodista, escogió la misma vía. Afirmó días después de la tragedia que al presidente Santos, los muertos de Mocoa lo salvaron del “hundimiento y la vergüenza política” tras las marchas del 1 de abril. Por lo multitudinarias. Lástima, supondrá con semejante muestra de análisis y perspicacia, que esos 301 muertos se dejaron llevar por las corrientes furiosas en un acto desesperado por salvar la imagen del presidente. Cree el periodista que en la soledad de su cuarto el presidente agradece en secreto por ese trágico respiro.

Esa muestra de lo que somos continuó en la última plenaria del senado. A la propuesta de aplicarle un descuento al sueldo de los congresistas, únicamente al de abril, algunos se opusieron. Juan Carlos Restrepo del Partido Conservador, calificó la medida de populista y en cambio propuso una más adecuada: “cada quien sabe a su medida cómo puede ayudar en una tragedia. La solidaridad de cada quien pertenece a su intimidad y cada uno mira cómo ayuda. Este tipo de espectáculos no los celebro”. No creo que done más de lo que le iban a descontar. No creo que done un peso.

El apogeo de la mezquindad se dio cuando frente a la propuesta de la senadora Claudia López, la de destinar 450.000 millones de la adición presupuestal del año para que el gobierno inicie y aliente las labores de reconstrucción de los barrios arrasados, el Centro Democrático decidió abandonar el recinto de la plenaria, dejando a la misma sin quorum, aplazando y obstaculizando la llegada de esta ayuda.

¿Cuánta vileza se necesita para otorgarle altura moral y dignidad a un ejército criminal? Al mismo tiempo, las Farc silenciosas y con sus propias manos entregaban dos toneladas de ayuda humanitaria en el lugar del desastre. Algunos ciudadanos al compartir en redes sociales las imágenes pusieron en evidencia el valor de este símbolo efectuado a través de la prudencia del silencio y al mismo tiempo expusieron sin intención, el grado de ruindad que se respira en ese recinto, senadores peleando por unos pesos, el Centro Democrático con esa enorme displicencia abandonando su lugar de trabajo.

Ojalá se desenrede pronto el debate necesario para que ese dinero pueda dirigirse a quienes tanto lo necesitan, ojalá fluya ese dinero y fluyan los siete millones de dólares que donó el gobierno de los Emiratos Árabes. Los 250.000 dólares que envió el Banco Centroamericano de Integración Económica y los 200.000del Banco Interamericano de Desarrollo. Los 10.000 del Banco de Desarrollo de América Latina y los millones de pesos que miles de colombianos anónimos han brindado solidariamente.

Y si al final llega el dinero a sus destinatarios, sino se queda en los bolsillos de algún borrachín cínico que le responda a la autoridad tan laxa con los de su alcurnia, con la infalible pregunta: ¿Usted no sabe quién soy yo? Si en definitiva las cifras millonarias finalmente ayudan a reconstruir la población arrasada, que suceda en silencio y sin rémoras pegadas al gigante pez de la solidaridad.

Que ese extraordinario sentido para aprovechar al máximo las circunstancias que se ofrecen y sacar de ellas el mayor beneficio posible, les permita entender que el único posible para ellos es el otorgado por la cordura del silencio y el efecto de la acción, en eso las FARC y miles de colombianos les pueden dar clases.

Que Daniel Cabrales, Edgar Artunduaga, Juan Carlos Restrepo y todos aquellos que con sus opiniones y acciones intentan pasar a la historia por aprovecharse de la muerte, los mezquinos, egoístas, envidiosos, cicateros, ruines, avaros, interesados y oportunistas no levanten sus manos o abran sus bocas para siquiera pronunciar palabra sobre Mocoa y la memoria de sus muertos. Pero que tampoco lo hagan Claudia López, ni Armando Benedetti, que quisieron una suerte distinta para los damnificados y de paso rescatar la poca dignidad que le queda a su profesión.

Que nadie levante la mano para adjudicarse la ayuda, o que la levantemos todos, porque la solidaridad es anónima o es marketing.