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La defensa de los otros niños

Somos hipócritas cuando nos escandalizamos (con razón) por un niño que trabaja explotado en una fábrica y dejamos de comprar productos que usan mano de obra infantil, pero eso si votamos para que un niño de 12 años gane un reality.

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25 de mayo de 2017

Tal vez una de las grandes contradicciones de nuestra época consiste en que al mismo tiempo que logramos aumentar la expectativa de vida, extender los años laborales y, en general, alejar la línea imaginaria que marca el inicio de la vejez, vemos cada vez con más obsesión el lograr grandes logros siendo lo más joven posible.

Hay por todas partes listas y rankings sobre los logros de los muy jóvenes, ya sea en el deporte, el arte, los negocios o cualquier otro campo de acción. La pregunta es: si cada vez tenemos más tiempo ¿cuál es el bendito afán?

Ser millonario, campeón o ídolo, cuando no se ha llegado ni a la mayoría de edad plantea preguntas difíciles sobre nuestra sociedad de consumo. En el caso del deporte, por ejemplo, el asunto parece ser que con tal de ganar y romper récords, se rompen de paso los años más preciados de los adolescentes para someterlos a entrenamientos, horarios y un ritmo de vida que los aleja de sus familias y de su desarrollo social.

El panorama es aún más preocupante cuanto uno ve que los realities de talentos cada vez reclutan a niños más pequeños. La ultima ganadora del concurso America’s got talent es una niña cantante de 14 años, y el premio, aparte de 1 millón de dólares, es un show permanente en Las Vegas. Eso parece que vale una juventud invadida por las revistas de farándula y la curiosidad de millones de ven a estos niños como  “fenómenos” de circo, lo preocupante es que muchos padres sueñan con que su hijo tenga alguno de esos súper talentos para ver si por ese lado se les arregla el problema económico. Asimismo, el cine y las series de televisión para niños y adolescentes han sido en los últimos años una fábrica de muchos jóvenes despistados y enfermos, ya sea por las drogas, por su falta de identidad o por ser presa de una hipersexualización temprana que deja huellas profundas en su salud emocional.

En el mundo de los negocios no hay casi niños empresarios pero si muchos que hace muy poco lo fueron. Realmente dudo que sea buena idea que a los 21 o 22 años se cargue el peso de una empresa en crecimiento. ¿No es mejor a esa edad hacer un largo viaje, estudiar, enamorarse y vivir a tope una juventud descargada de responsabilidades y del peso de una gran fortuna?, esa es la edad para ensayar y equivocarse sin miedo, para explorar caminos y posibilidades, para encontrar el sentido de muchas cosas. No es cierto que durante esos años se logre más productividad y creatividad. De hecho, la investigación en neuropsicología ha mostrado que la capacidad de toma de decisiones no se termina de desarrollar hasta ya bien entrados los veintes.

Somos muy hipócritas cuando nos escandalizamos (con razón) por un niño que trabaja explotado en una fábrica y hasta dejamos de comprar productos de las empresas que usan mano de obra infantil, pero eso si votamos para que gane un niño de 15 años un reality. ¿Cuál es la diferencia entre estos niños de fábrica y los que participan en La Voz Kids? ¿Es acaso la fama, los medios y más ingresos justificación suficiente para someterlos a un tipo de estrés y presión completamente inadecuados para su edad, sumado a la distancia de sus padres y la voracidad de muchos consanguíneos? Creo que las leyes que protegen a los niños, el ICBF o Unicef no se han pronunciado al respecto. Y deberían hacerlo ya que la niñez y la juventud también son sagradas para los muy talentosos. De hecho, que mejor que proteger el talento temprano con un desarrollo privado y protegido ya que con esto le ayudamos a ese niño especial a disfrutar por el resto de la vida de sus cualidades al tiempo que goce de salud emocional y bienestar, en lugar de dejarlo a los 20 años en un centro de rehabilitación y luego a los 35 volverlo una curiosidad de las revistas de farándula.

Nuestro consumo de este tipo de trabajo infantil no solo afecta al niño famoso,  sino que incentiva la multiplicación de una cultura que lleva a nuestros propios hijos a aventurarse prematuramente en el mundo, a querer ser “alguien” antes de que esto realmente importe.  Por eso hay miles de adolescentes en todo el mundo subiendo videos a YouTube a ver si se vuelven el siguiente Justin Bieber. Al no consumir este tipo de trabajo infantil, no solo protegemos a los niños de la fama y la fortuna prematura sino a nuestras propias familias al contribuir a detener el avance de esta cultura que tanto afecta a los jóvenes.