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Siembra un árbol limpia un baño

A todos nos sorprendió. Luego de perder 4-1 contra Colombia, los hinchas japoneses se quedaron limpiando el estadio de Cuiabá, en Brasil.

11 de agosto de 2016

No puede decirse lo mismo de los colombianos que saltaron en las tribunas celebrando la victoria. La misma escena se repitió cuando Japón perdió contra Costa de Marfil. Los buenos modales de los japoneses fueron noticia en pleno Mundial 2014.

Volví a recordar esa escena al leer una noticia de la BBC que contaba cómo en Japón los niños limpian los baños de sus escuelas como parte de sus deberes escolares. Según el profesor entrevistado, Toshinori Saito, “un alumno no solo estudia las materias, también aprende a cuidar lo que es público y a ser un ciudadano más consciente”.

Uno de los mayores retos que tenemos como sociedad es cuidar el único planeta habitable. Eso incluye la atmósfera, los océanos, los bosques, los ríos, es decir, todos los recursos naturales que compartimos y que no le pertenecen a nadie. Sin embargo, en una sociedad cuyo valor principal es la propiedad privada, hemos relegado la tarea de cuidar lo común.

Nadie vierte contaminantes tóxicos en el jardín de su casa. En ese espacio, privado y sagrado, todos queremos las mejores condiciones. No obstante, cada año tiramos 8 millones de toneladas de plástico a nuestros océanos. La situación es tan preocupante que se cree que para 2050 habrá más plásticos que peces en el mar. Tal vez esta situación nos dé una clave para entender el problema ambiental: hemos sido incapaces de proteger lo que compartimos.

Garret Hardin, el ecologista estadounidense, lo había anticipado en su famoso artículo ‘La tragedia de los comunes’, publicado en la revista Science en diciembre de 1968. Hardin argumentaba que cuando los individuos actúan libremente motivados por su propio interés terminan destruyendo los bienes comunes, aunque el resultado no sea conveniente para ninguno de ellos.

Estamos enfrentando una crisis global. Los científicos alertan que gestamos la quinta extinción masiva de especies del planeta, después de aquella que terminó con los dinosaurios. Según el Informe ‘Planeta Vivo’, desde 1970 más de 10.000 poblaciones de más de 3.000 especies de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, se redujeron a la mitad.

Los océanos se están convirtiendo en desiertos de agua por sobrepesca y contaminación. Además, nuestros bosques se desvanecen día a día al son de las motosierras y no hay duda que si seguimos como vamos, durante los próximos 15 años se talará en el mundo un área similar a 30 canchas de fútbol cada minuto. Como si esto fuera poco, a la inexorable pérdida de la biodiversidad global se le suma el cambio climático, provocado por la emisión de millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Hemos inventado mil estrategias para evitar la tragedia de los comunes: acuerdos multilaterales, objetivos de desarrollo, declaraciones, impuestos, multas, sanciones penales, subsidios y hasta toda una suerte de incentivos económicos. Nada detiene el problema.

Quizá nos hemos enfocado en acciones sofisticadas e importantes y abandonamos la simpleza. Limpiar un baño es una tarea sencilla. Los niños que los limpian en sus escuelas aprenden sin retórica el sacrificio y el valor de cuidar ese espacio común. El baño se vuelve una metáfora de otros lugares: un estadio de fútbol, el parque del vecindario, el río que atraviesa la ciudad. 

Hace más de tres meses mi novio y yo sembramos tres chicalás, unos árboles que crecen más de 8 metros y se llenan de flores amarillas al final del verano. Desde que lo hice me la he pasado inspeccionando su crecimiento, siendo testigo de cómo pasaron de ser plántulas diminutas que se confundían con hojas de pasto a  medir más de 30 centímetros y soportar fuertes lluvias. Confieso que me ha sorprendido lo mucho que tarda su crecimiento, que ahora siento una mayor inclinación a protegerlos, que los muestro con orgullo. Esto ha hecho que las cifras de deforestación adquieran otra dimensión en mi cabeza: una más real y dolorosa.

Siembra un árbol, limpia un baño. Dos acciones sencillas que podrían evitar la tragedia de los comunes.