Momentos previos al cierre de una de las ediciones de la revista SEMANA. | Foto: León Darío Peláez

Responsabilidad como medio

El sello Semana

Para entender la batalla por la calidad que se da cada día en la revista SEMANA habría que esculcar la basura: cada una de las papeleras de los periodistas y editores, tanto física como virtual, donde han ido a parar las versiones previas, incompletas y jamás publicadas de muchos artículos, porque sencillamente no cumplieron el estándar de calidad que la revista exige.

4 de octubre de 2012

Aunque todo el sistema de producción de información de SEMANA está basado en la calidad de los contenidos, hay un eslabón clave que hace la diferencia de esta revista con otros productos periodísticos del continente y el país: el valor que se le da al trabajo en equipo y el papel que desempeñan los editores.

El trabajo en equipo comienza en el Consejo de Redacción, donde se genera un amplio debate a la agenda de la semana. Los temas se suelen trabajar entre dos o tres personas, se analizan en consejo y se hace un seguimiento minucioso a su desarrollo y su enfoque. Una vez escritos,
pasan por lo menos por tres revisiones diferentes: la de un editor, la de un corrector y la del jefe de redacción.

Una vez publicados se vuelven a evaluar, y así, de manera permanente, se controla que los artículos tengan la pertinencia, la profundidad y la claridad que requieren los ciudadanos para estar bien informados. Cualquier persona que observe la bandera de la revista se preguntará por qué hay tantos y diversos cargos a nivel de editores y una planta relativamente pequeña de redactores.

La respuesta es sencilla: porque SEMANA es un medio cuya fortaleza es darle valor agregado a la información y eso lo hacen editores, que no solo son expertos en sus áreas temáticas asignadas, sino periodistas de trayectoria que han conocido como reporteros o como analistas de primera línea la historia reciente del país y su geografía. Experiencia y erudición, la calle y la academia, la acción y
la reflexión se necesitan mutuamente y se complementan para llevar a feliz término la elaboración de un artículo o de un informe especial.

SEMANA ha entendido hace mucho tiempo que una información que le dé sentido a la realidad, que ayude a superar la fragmentación y la banalidad, que interprete de manera amplia los acontecimientos, es clave para fortalecer la democracia. Internet nos ha demostrado que cantidad y calidad de información no son lo mismo. Y que en sociedades como la nuestra, donde se presentan grandes conflictos, la calidad informativa exige, ante todo, análisis. Porque, como lo dijo el humanista Tzvetan Todorov, una sociedad no es viable bajo un régimen de censura, pero tampoco lo es si naufraga en un caos informativo, donde todo pierde sentido.

Por eso la apuesta de calidad de SEMANA apunta a unir las piezas del rompecabezas nacional. A interpretar los hechos para que el público pueda anticipar las consecuencias de las decisiones que toman sus gobernantes, o los propios ciudadanos. Y eso requiere no solo que los mejores editores hagan parte de esa tarea, sino que se unan las inteligencias y la experiencia de diversas generaciones.

Y, por encima de todo, que no les tiemble la mano a los editores para mandar a la basura lo que no merece ser publicado en nuestras páginas.