El paso del huracán Iota por Providencia, devastando casi en su totalidad a la Isla, es solo una muestra de lo destructivos que pueden ser estos fenómenos. Foto: AP

CLIMA

Vendrán más huracanes: ¿En Colombia estamos preparados para enfrentarlos?

El huracán Iota develó la vulnerabilidad que tiene el país frente a la mitigación del riesgo. Aunque se ha avanzado, expertos consideran que se requiere más investigación frente a las amenazas relacionadas con el viento y planes de adaptación ajustados a los territorios.

24 de noviembre de 2020

El 2020 será recordado no solo por la pandemia provocada por la covid-19, sino por ser el año que rompió récords en materia de ciclones tropicales. Ya son 31 los fenómenos de esta índole que se han registrado en el Caribe y no se descarta que se puedan presentar más. Hasta ahora, 2005 era la referencia, pues ese año se presentaron 30. 

En mayo un primer informe de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) y de la Universidad de Colorado advertía que se podrían registrar entre 13 y 19 ciclones tropicales. En agosto dicha proyección fue ajustada por la entidad señalando que podría haber entre 19 y 25 eventos.

Según Christian Esucátegui, meteorólogo de Videoclimet y director de la Maestría en Gestión del Riesgo de la Escuela de Ingenieros Militares, el Atlántico ha estado bastante cálido, siendo la principal causa para tener una temporada tan activa.

En el Caribe colombiano, al menos siete huracanes han hecho tránsito entre 1960 y 2020. Aunque Iota ha sido el que más se ha acercado al territorio nacional y mayor impacto ha causado, Hattie, en 1961; Joan, de categoría cuatro, en 1988, y Beta, de categoría tres, en 2005, también generaron daños significativos en San Andrés, Providencia y Santa Catalina, mientras que Matthew, en 2016, provocó estragos en municipios de La Guajira, pues justo en su tránsito por ese departamento pasó de categoría 3 a 5 en la escala Saffir-Simpson.

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Hace 15 años, Beta produjo afectaciones en 1.660 viviendas, heridas en 30 personas y perjuicios a 3.074 habitantes tras su paso el 29 de octubre por la isla de Providencia, que, en ese entonces, como ahora, no estaba preparada para el azote de un fenómeno natural de esta índole, pese a que estos eventos climáticos estacionales se producen cada año entre junio y noviembre, alcanzando su pico máximo en septiembre y octubre. 

Funcionarios de Coralina analizan los efectos del paso del huracán Iota por San Andrés. Foto: Coralina

A pesar de que San Andrés está por fuera del cinturón de huracanes y no existe todavía evidencia científica que indique que lo que ocurre en el Caribe sea una consecuencia del cambio climático, lo que sí ha demostrado la ciencia es la tendencia a que se desarrolle un mayor número de huracanes.

Óscar Guevara, coordinador de Biodiversidad y Cambio Climático en WWF Colombia, sostiene que más allá de creencias o percepciones, es fundamental reconocer lo que señala la ciencia. Sostuvo que los humanos, por medio de sus actividades económicas y el modelo de desarrollo establecido, han cambiado la composición de la atmósfera y los sistemas planetarios asociados al clima, razón por la que los ciclones son cada vez son más frecuentes y fuertes.

“También se están observando anomalías en las trayectorias de desplazamiento de los huracanes y eso es algo que desde la ciencia también se esperaba. Esa franja donde generalmente se generaban se está modificando”, afirma. 

El experto en gestión del riesgo de desastres asegura que el mundo está entrando en una época de un nuevo clima, que tiene un comportamiento distinto al que los humanos estaban acostumbrados, lo que podría significar mayores eventos extremos. “Toda la evidencia científica nos indica que definitivamente debemos prepararnos para un clima anormal, atípico y, por eso mismo, peligroso, porque se aleja a lo que ya conocíamos y suele presentarse con una intensidad para la cual solemos no estar preparados”, resalta. 

Euscátegui, por su parte, señala que en 2005 y en 2020 se registraron las temporadas de mayor actividad de ciclones tropicales y justo en esos dos años se afectó el archipiélago de San Andrés y Providencia. “Si tenemos en cuenta esa estadística, es muy probable que puedan volverse más frecuentes los ciclones tropicales que, en un momento dado, golpeen el territorio colombiano”, dice.  

Afectaciones de huracán Iota en San Andrés. Foto: AP

Omar Franco, exdirector del Ideam, indica que es posible que este tipo de fenómenos se extienda más allá de finales de noviembre, pues este año se han registrado condiciones fuera de lo común. Los análisis - según Franco - indican que la temperatura del Caribe está más cálida de lo normal. “Las ondas vienen haciendo tránsito de oriente a occidente y se encuentran con temperaturas más cálidas y esto puede influir; sin embargo, no se puede asegurar que este fenómeno esté directamente relacionado con el cambio climático, pues los científicos no lo han afirmado de manera explícita”, manifiesta. 

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Franco asegura que Colombia está en una posición geográfica que lo expone y por eso lo importante es revisar la vulnerabilidad de las comunidades y la infraestructura de los lugares que pueden verse afectados. 

“Hay que iniciar un desarrollo en función de visualizar cuáles son las comunidades que se encuentran en zonas de riesgo y adaptarlo a la variabilidad de las condiciones climáticas, replantearlo en función del cambio climático. No se puede recuperar sin mirar hacia adelante”, asegura. 

¿Se pueden prever?

Didier Pedreros, presidente de la Sociedad Colombiana de Gestión del Riesgo, fue enfático al señalar que los ciclones tropicales sí se pueden prever y, por ende, mitigar sus impactos.  Afirma que si bien no se puede pronosticar cuándo y dónde se va a registrar un huracán, es posible determinar su patrón de trayectoria con varios días de antelación  y, a partir de ahí, emitir las alertas correspondientes. 


Providencia luego del paso del huracán Iota. Efraín Herrera, Presidencia vía AP. 

Recordó, por ejemplo, que cuando las autoridades de San Andrés y Providencia supieron en 1988 que el huracán Joan podría azotar esas islas, se ordenó la recolección de todos los cocos que había en las palmeras para evitar que se convirtieran en proyectiles en medio del huracán.  

“Cuando la comunidad sabe y se les dice qué deben reforzar, asegurar, quitar, alejar, amarrar y forrar, los impactos se reducen. Se pueden, además, definir alternativas que ayuden a las personas a minimizar el riesgo como evacuar, pero creo que en el caso de Iota no se hizo mayor cosa, porque se dijo que el huracán pasó de 1 a 5 muy rápido y se creía que no iba a transitar por San Andrés. Ambas justificaciones son erradas porque en gestión del riesgo no se puede partir del principio de que no va a pasar nada”,  expresa. 

En cuanto a la evacuación de la isla, Pedreros señaló que esa es una estrategia que debería obedecer a un proceso pactado, entrenado, desarrollado y evaluado, situación que en Providencia no se presentaba porque la gente no percibía el riesgo como tal, al no registrarse esta clase de fenómenos de manera recurrente.  

Óscar Guevara, de WWF, considera, por su parte, que a partir del conocimiento del fenómeno se puede modelar qué categorías de ciclones pueden ocurrir en el Caribe colombiano, determinar sus periodos de retorno y las velocidades promedio de los vientos. “A partir de ahí podemos prepararnos y mitigar los efectos. Eso es precisamente lo que busca una gestión del riesgo efectiva”, asegura. 

¿Qué falta?

Daniel Useche, jefe de Pronósticos y Alertas del Ideam, considera que el país debe prepararse con planes de contingencia que permitan hacerle frente a este tipo de fenómenos, pues existe la posibilidad de que cada vez sean más recurrentes. 

Asegura que es necesario hacer una buena planificación de los centros urbanos, estar atentos a los comunicados que emitan las autoridades, conocer y revisar los planes de emergencia, las rutas de evacuación y los puntos de encuentro. De igual forma, cree que se debe pensar en construir buenos albergues y tener actualizados los planes de emergencia. 

Este barco yace en medio de la destrucción que dejó el huracán Iota en la isla de Providencia. Foto: Efraín Herrera, Presidencia vía AP

Óscar Guevara, entre tanto, afirma que se deben actualizar las formas de construcción en las zonas que están expuestas a huracanes, a partir de unos materiales y métodos constructivos capaces de resistir vientos huracanados. “Es absolutamente necesario revisar cómo la recuperación no significará  también la reconstrucción y reproducción del riesgo en las islas”, expresa. 

Para Didier Pedreros es fundamental invertir en investigación y conocimiento frente a las amenazas relacionadas con el viento, ya que considera que en la actualidad la información existente es muy pobre. Sostiene, además, que teóricamente la incorporación de la gestión del riesgo al ordenamiento territorial está dada, pero en la práctica no se cumple.  

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“En muchos municipios los Planes de Ordenamiento Territorial están desactualizados, otro gran porcentaje no cuenta con Planes Municipales de Gestión del Riesgo, tampoco con estrategias municipales de respuesta y planes de adaptación cambio climático. Ante la inexistencia de estas herramientas empiezan los problemas en el territorio”, dice. 

Asegura que la esencia no está en responder a las emergencias, en lo que Colombia es muy bueno, sino conocer el riesgo y reducirlo. “Las obras sirven, pero el secreto no está en hacer más jarillones o muros, sino en cómo prevenirlos, a partir de un enfoque preferiblemente natural”, resalta Pederos. 

Manuel Rodrígez, exministro de Ambiente, dice que el ciudadano debe jugar un rol especial, a través del requerimiento a sus gobernantes de políticas que permitan la reducción de la vulnerabilidad y planificar mejor el territorio acorde a sus características y condiciones. 

Christian Esucátegui, por su parte, concluye que se deben fortalecer las campañas educativas y de concientización, apostar a la adaptación y mejorar las herramientas tecnológicas de seguimiento para que sumen a una mejor preparación.