Especies asociadas a los musgos como quiches, lamas y líquenes, por ejemplo, son muy apetecidos para armar los pesebres en los hogares colombianos. Foto: SDA | Foto: SDA

MEDIOAMBIENTE

Los recursos naturales no deben ser parte de los pesebres y árboles de Navidad

La Secretaría de Ambiente impulsa una campaña para evitar que los ciudadanos usen musgos, quiches, lamas y líquenes, plantas claves para retener el agua en los ecosistemas, en pesebres y adornos navideños.

19 de noviembre de 2020

* Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.

No ha empezado diciembre pero desde hace varias semanas se siente la llegada de la Navidad en el país. Las calles de la capital empezaron a prender sus luces y la mayoría de hogares bogotanos ya sacaron sus adornos decembrinos. Sin embargo, muchos de estos los hacen con plantas que son claves para diversos ecosistemas. Especies asociadas a los musgos como quiches, lamas y líquenes, por ejemplo, son muy apetecidos para armar los pesebres en los hogares colombianos.

Es por eso que la Secretaría Distrital de Ambiente creó la campaña #ElMusgoEnSuLugar con el objetivo de prevenir y controlar la extracción, comercialización y uso ilegal de esta especie terrestre. 

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El musgo, como el resto de especies, cumple un papel fundamental en los ecosistemas. Evita la erosión del suelo, es un fijador de carbono y productor de biomasa, además de contribuir a la regulación de la humedad. También actúa como esponja y absorbe hasta 20 veces su peso en agua, lo cual es muy importante porque en época de sequía este agua puede volver al medio. 

Además, estas plantas ayudan a que los árboles, hierbas y arbustos germinen en los Cerros Orientales, bosques y páramos alrededor de la ciudad.

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“Se acerca la Navidad y en muchos hogares de nuestra ciudad las personas están preparando sus adornos y pesebres. Queremos recordarles que no utilicen musgo, y, en general, no usen especies naturales. El musgo es esencial para retener el agua de nuestros ecosistemas (…) Esta especie está viva y, como todos nosotros, cumple un papel fundamental en nuestro ecosistema. El musgo no es un adorno y no pertenece a nuestras casas o pesebres”, aseguró la secretaria de Ambiente, Carolina Urrutia.  

La desaparición de esta especie alteraría completamente los ecosistemas y el ciclo del agua. Foto: SDA

Especies asociadas a los musgos como los quiches, lamas y chamizos, también son extraídas de los Cerros Orientales para comercializarlas en la época de fin de año. Por eso, la invitación a los ciudadanos es no sacarlos de su hábitat y tampoco comprarlos.

En el marco de la campaña #ElMusgoEnSuLugar, la Secretaría Distrital de Ambiente, estará dictando charlas pedagógicas que resaltan la importancia de estas especies. A su vez, darán a conocer acciones de control en plazas de mercado, barrios cercanos a los Cerros Orientales y establecimientos comerciales que ofrecen decoración para Navidad, donde la autoridad ambiental buscará prevenir su extracción, movilización y comercialización.

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Desde 1995 se desarrolla la estrategia de protección del musgo. A partir de ese año se han podido recuperar 16,7 toneladas de musgos de diferentes especies, quiches, líquenes y chamizos. 

Quienes trafiquen estas especies deberán pagar multas o incluso penas en prisión. Foto: SDA

En lo corrido de este año, la administración distrital ha recuperado 110 productos leñosos (chamizos) extraídos de los cerros de Bogotá. Sin embargo, en los últimos años, el uso de estas plantas ha disminuido pues las personas son un poco más conscientes.

Además, esto es un delito que recibe una sanción ambiental con multas de hasta 4.000 millones de pesos para quienes trafiquen estas especies. Incluso pueden recibir penas de cuatro o nueve años de prisión o sanciones que van hasta los 35.000 salarios mínimos.