Palomino es un corregimiento que tiene alrededor de 4.000 habitantes. Foto: Vicky Santana Cortés | Foto: Foto: Vicky Santana Cortés

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Palomino en peligro

Es el primer pueblo de la Guajira, en la frontera con el departamento de Magdalena. La cosmogonía indígena y la naturaleza confabulan para convertirlo en punto “energético” de Colombia.

Por Vicky Santana Cortés
27 de julio de 2014

Al sur, la sierra, y hacia el norte, el mar. Palomino se extiende a lo largo de 32 kilómetros de línea costera -entre la boca del río Jerez y la del río Palomino-, en las estribaciones del macizo montañoso de la Sierra Nevada de Santa Marta. La protección que brinda la Sierra, la exuberancia de la naturaleza, un mar fogoso que rompe contra la playa sin recato y la mitología ancestral de las comunidades indígenas de la zona son algunos de los factores que confluyen para imprimirle su extraordinaria fuerza a este lugar, ubicado en el punto exacto donde comienza La Guajira colombiana.

Viajeros que han llegado hasta allí coinciden en afirmar que este es uno de los puntos “energéticos” más emblemáticos del país: arribar a este poblado, adentrarse en su naturaleza, sentir la fuerza del mar y de sus ríos e interactuar con los lugareños y los indígenas conforman una experiencia suficiente para renovar fuerzas y regresar “recargado” al lugar de origen.


Los indígenas wayúus, kogis, arhuacos y wiwas junto con descendientes de colonos pueblan este lugar.
Foto: Vicky Santana Cortés.

Es fácil llegar hasta Palomino; lo difícil es dejarlo. Lo experimenté personalmente, pues llegué al corregimiento pensando permanecer allí un par de días para seguir camino hacia la Alta Guajira, pero finalmente la estadía se prolongó por una semana. Es un lugar que invita a desconectarse, olvidarse de los afanes de la ciudad, respirar naturaleza, caminar, tomar el sol, dormir... Un espacio que, gracias a su baja contaminación auditiva y visual, es apropiado para el recogimiento y la meditación.

Poco a poco los colombianos han ido conociendo este especial corregimiento, que hace parte del municipio de Dibulla, visitado por extranjeros provenientes, en su mayoría, de Europa, Canadá y Suramérica. Es un turismo diferente, que no busca las comodidades cinco estrellas de las grandes cadenas hoteleras. De hecho, el alojamiento que ofrecen los hoteles y hostales de la región tiene comodidades elementales ?una cama limpia y cómoda, baño y en algunos casos cocineta para preparar alimentos? o algo más sencillo, como una zona de camping y hamacas. Últimamente han surgido algunos pequeños y sofisticados hoteles que ofrecen además piscina y spa. El resto es naturaleza pura: selvas y bosques con una biodiversidad increíble, el mar de fuertes corrientes ?poco apto para baños largos?, playas apacibles, una temperatura promedio de 24 ºC y un paisaje diferente al que se puede apreciar en otros lugares de Colombia. El azul-verde esmeralda de su mar que contrasta con el cielo azul ?o rojo si es el del atardecer? son característicos en esta zona de la Media Guajira.

El corregimiento de Palomino, ubicado entre el río homónimo y el de San Salvador, tiene unos 4.000 habitantes, cuya mayoría vive de la pesca tradicional, el turismo y el intercambio comercial entre los pobladores originarios del lugar y los indígenas wayúus, kogis, arhuacos y wiwas. La presencia de estas comunidades ancestrales le imprime un carácter mitológico y espiritual a Palomino. Su filosofía considera la Sierra, que protege toda el área, como tierra de sabios y corazón del mundo.

Consecuentes con esta idea, los indígenas realizan pagamentos en la zona pidiendo protección para los habitantes o las cosechas, llamando la lluvia para contrarrestar las fuertes sequías y también como una forma de agradecimiento y pago espiritual a la naturaleza, que les ha brindado los recursos con los que se alimentan y los materiales con los que construyen sus viviendas. Según la cosmovisión de las etnias indígenas, esta acción permite mantener el equilibrio de la naturaleza.

Amenaza en el paraíso


Cientos de turistas, en su mayoría extranjeros, visitan anualmente las playas de Palomino. Foto: Vicky Santana Cortés.

A pesar de ser paradisíaca, hay amenazas que se ciernen sobre esta zona. La sequía y su impacto sobre los ecosistemas, el turismo sin planificación, el desabastecimiento de agua, la deforestación, el pastoreo excesivo y la falta de riego y las quemas incontrolables en zonas de cultivos, son factores que pesan sobre la sostenibilidad de Palomino. Otros riesgos son la desviación de los cauces de los ríos, por cuenta de las bananeras, y la progresiva destrucción de los manglares, que se hallan en peligro debido al incremento en la tala y la erosión marina.

La ausencia de un turismo suficientemente organizado, que vele por evitar la contaminación, proteger la biodiversidad y disminuir el impacto sobre la cultura de las etnias, es otro factor que preocupa a las autoridades responsables de preservar el hábitat natural.

La Corporación Autónoma Regional de La Guajira (Corpoguajira) ha emprendido acciones concretas para hacer frente a los impactos de la sequía sobre el territorio peninsular y la degradación de las tierras. En alianza con ong ambientales y Fundación Nativa, esta entidad trabaja en proyectos como la Escuela de la Naturaleza Sugueja y las Bio-visitas, novedosos intentos de sensibilizar y educar a los visitantes que llegan a esta parte de La Guajira.

Como reconoce el director general de la entidad, Luis Manuel Medina Toro, la sequía les ha afectado tremendamente. “La Guajira es el departamento con mayor vulnerabilidad frente al cambio climático. Estamos en alerta roja, pues hemos tenido un impacto muy fuerte en esta sequía, debido a que no llueve desde hace seis meses. Además, las altas temperaturas y los fuertes vientos están generando incendios forestales, de los cuales muy pocos se pueden controlar”, afirma el funcionario. Alrededor de 3.000 hectáreas de pastizales han sido arrasadas por dichos incendios y mil hectáreas de bosque seco nativo, que albergan una gran biodiversidad, se han visto impactadas en forma grave, según cifras de Corpoguajira.

Para contrarrestar los incendios forestales, Medina Toro asegura que se trabaja en un programa de educación ambiental con los campesinos, para que eviten las prácticas tradicionales de monte y quema para los cultivos, toda vez que, por acción de la sequía, las altas temperaturas y los fuertes vientos, ese fuego se torna incontrolable y genera los lamentables resultados que ya son noticia. El ente gubernamental adelanta otras iniciativas, como dotar a los organismos de socorro con las herramientas y la logística adecuada para que puedan actuar oportunamente en los conatos de incendio.

Escuela de la Naturaleza

En La Guajira, el término “eco-turismo” genera suspicacias. La población, los indígenas kogis y las autoridades ven con reserva este tipo de turismo que llega. Para ellos, no resulta más benevolente que el turismo a secas, pues, igualmente, el arribo de turistas que desconocen la importancia de la zona genera impactos sobre la cultura indígena y los ecosistemas.


El ecoturismo se transforma para dar origen a las bio-visitas, un nuevo concepto de turismo sostenible en la Guajira.
Foto: Vicky Santana Cortés


Con el interés de revertir esta tendencia, Corpoguajira se ha aliado con la Fundación Nativa y las comunidades kogis y arhuacas para crear la Escuela de la Naturaleza Sugueja, que entró a operar en febrero de este año, y esperan que poco a poco el llamado eco-turismo se transforme en Bio-visitas. Bajo este nuevo concepto, los amantes de la naturaleza interesados en visitar la Sierra y sus estribaciones tienen un encuentro con las comunidades indígenas en el corregimiento de río Ancho, sede de la Escuela, a quince minutos de Palomino. Allí reciben información sobre lo que encontrarán en el ecosistema de la zona y cuáles son las estrategias de conservación desde su visión, ritos y costumbres. La idea es que luego de este encuentro, los bio-visitantes “tengan la oportunidad de asumir una nueva postura frente a la naturaleza”, en palabras del director de Corpoguajira.

Debido a que los indígenas son los guardianes del ecosistema de la Sierra, son ellos quienes deciden, después de esta interacción con los visitantes, si éstos pueden visitarlos y recorrer la Reserva Natural de Buenavista, la cuenca alta del río San Jorge, la cascada Naranjal o el bosque de niebla Atelupus, entre otros atractivos naturales, ya con una consciencia sobre la valía de estos ecosistemas. De esta manera, dicen los responsables de la iniciativa, se espera una mayor compenetración de los turistas con la naturaleza y también su participación en los programas de conservación que allí se han instaurado.

Medina Toro asegura que se está trabajando en las políticas de difusión y promoción que atraerán a los amantes de estos destinos, enfatizando en que se apelará a su sentido de la responsabilidad para que sean conscientes del gran valor ecológico de este territorio y de la cultura indígena que lo integra. “Así podemos hablar de un verdadero turismo sostenible, que implique el disfrute del visitante, que aprovechará los beneficios de la naturaleza en lugar de impactarla, puesto que contribuirá a su cuidado y conservación”, señala el directivo.

La escuela está conectada con otra similar en Francia, llamada Escuela de la Naturaleza y los Saberes. Los investigadores de esta organización intercambian información con la institución guajira para conocer en profundidad la biodiversidad de la zona y gestionar recursos financieros con organismos europeos que puedan ser destinados a los programas de conservación y protección.

Nuevas voces

Pero la ayuda y atención al tema de sostenibilidad y conservación de esta región no proviene solo de los entes gubernamentales, pues las ong y otras fundaciones sin ánimo de lucro, compuestas en su mayoría por pobladores originarios del lugar, libran batallas cada día para tratar de preservar el hábitat.

Es el caso de Miguel Rosado, oriundo de Dibulla, pescador en su juventud pero hoy agricultor ambientalista. Rosado lidera la ong Campesina Ambiental de Palomino ?integrada por otros 24 defensores de la naturaleza como él? y trabaja en coordinación con Corpoguajira en la recuperación de la zona costera, humedales costeros, cuencas y micro-cuencas hidrográficas.

Así mismo se dedica a la protección de la tortuga marina, hoy en peligro de extinción. Desde su ong se encarga de proteger y monitorear a los neonatos de cinco especies predominantes de tortugas en la zona de Palomino: canal, carey, verde, blanca y gogó. La organización campesina ambiental protege 18 kilómetros de playa, donde se han instalado corrales para cuidar allí a los neonatos, que cuando alcanzan los 35 a 40 centímetros son liberados en el mar. Es una labor que han sostenido durante muchos años. Solo en 2013 fueron protegidas y liberadas 2.000 tortugas. La lucha no es fácil, pues a pesar de que la tortuga marina es una especie en vía de extinción, se le captura y mata para comercializar y consumir su carne y su coraza y para adueñarse de sus huevos.

El tema de reforestación y aislamiento es otra de las tareas en que está empeñada esta ong. En las zonas playeras trabajan en la reforestación del icaco y la uvita playera, que protegen de la erosión del mar; dos especies que estaban prácticamente extinguidas y hoy se encuentran renovadas. Mientras, en los humedales costeros, se dedican a la reforestación con mangle blanco y mangle colorado, especies nativas de la región.

La suma de todos estos esfuerzos de lugareños y comunidades indígenas, respaldados por entidades del gobierno, y viceversa, harán la diferencia en Palomino y su área de influencia. De ello depende que la fuente de energía en que se ha convertido este cordón de naturaleza no se acabe jamás.