Quizás el mayor y más novedoso desafío para la revista ha sido en el último período ir en contravía del ‘Estado de Opinión’ o de la opinión pública mayoritaria, lo cual es la mayor prueba de independencia que pueda tener periodista alguno.

Responsabilidad como medios

Caso Semana

Es natural que los periodistas declaren su independencia frente al poder. Que se resistan a ser comprados por los grupos económicos, seducidos por los políticos del momento o silenciados por los gobiernos de turno.

Marta Arias
4 de octubre de 2012

Pero tomar distancia de la opinión pública mayoritaria es quizás el mayor reto para la independencia
periodística, y es exactamente lo que vivió la revista SEMANA en el último tiempo. Los tres pilares de la independencia de un medio se resumen, según el periodista italiano Furio Colombo, en su capacidad de tomar distancia del poder; la cantidad y la calidad de sus fuentes, y su capacidad para abstraerse de los ánimos encendidos de la opinión pública.

Sobre los dos primeros principios, SEMANA tiene una larga tradición que ha consolidado su posición como uno de los medios más independientes del país y del continente. Por un lado, el hecho de no depender de la pauta de ninguna industria en particular (ninguna empresa tiene más del 2 por ciento de la pauta de la revista), ni del Estado, y el no tener intereses en negocios diferentes al editorial, le ha permitido anteponer su compromiso con los lectores por encima de presiones indebidas, directas o sutiles de los grupos de interés.

Así mismo, que su agenda periodística emane de una sala de redacción pluralista, profesional, a la cual se llega por meritocracia, es otra garantía de independencia. El sano, y a veces muy polarizado, debate en la redacción demuestra que allí caben posiciones diversas y hasta divergentes, que se suelen conciliar en la búsqueda del criterio editorial unificado.

Adicionalmente, la pluralidad de sus fuentes refleja no solo el interés por ver plasmada en las páginas la diversidad de opiniones que hay en el país, sino los múltiples temas que interesan a la gente de un país que se moderniza a pasos acelerados y que demanda contenidos cada vez más universales. Por eso, quizás el mayor y más novedoso desafío para la revista ha sido en el último período ir en contravía del ‘Estado de Opinión’ o de la opinión pública mayoritaria, lo cual es la mayor prueba de independencia que pueda tener periodista alguno.           

Durante el segundo gobierno del presidente Álvaro Uribe, el país no solo vivió una intensa polarización
política e institucional, sino que por primera vez se puso en marcha, desde el alto gobierno, un experimento caudillista. El anhelo de una segunda reelección de Uribe le llevó a crear el llamado ‘Estado de Opinión’ en contraposición al Estado de Derecho, cuyos equilibrios democráticos y contrapesos institucionales empezaban a resquebrajarse por la falta de relevo en el Ejecutivo.

Durante un lapso prolongado Colombia tuvo una opinión pública inmensamente mayoritaria
seducida por el liderazgo de Uribe, que no objetaba la posibilidad de su perpetuación en el poder sino que le aplaudía, y una minoría encarnada en sectores ilustrados y del centro político del país, que previó los riesgos que corría la democracia si se llegaba a consolidar la posibilidad de un tercer período del gobierno Uribe, dadas las rupturas que ello significaría para el sistema político.

SEMANA, como lo han reconocido incluso analistas internacionales, jugó un papel fundamental como fuente de debate y análisis sobre la inconveniencia de la grieta que se abría en ese momento para la democracia colombiana. Sin titubeos, la revista se convirtió, junto a otros pocos sectores, en el ‘aguafiestas’ de la opinión pública y no solo rechazó la idea de una segunda reelección, sino que denunció las triquiñuelas del régimen para lograrla.

Este no era un desafío fácil, pues otro de los principios rectores del periodismo es ‘sintonizarse’ con la opinión pública. Lo cual se constituye en riesgo cuando hay contextos de caudillismo y populismo. La apuesta de SEMANA por mantener sus convicciones democráticas y su fe en las instituciones, por encima del clima de opinión, terminó fortaleciendo su credibilidad, su papel como espacio de debate de los grandes temas del país, y dando a paso a nuevos desafíos para su independencia.                                                   

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