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La tala se hace bajo acuerdos dentro de la misma comunidad que permitan mantener el bosque en pie. La madera sigue siendo una de las pocas fuentes de ingresos para estas comunidades. Foto: David Fayad | Foto: David Fayad

CONSERVACIÓN

Mantener la cultura para conservar el territorio

Conozca cómo las comunidades de la cuenca del río Yurumanguí conservan su territorio y su cultura. Una expresión propia del Pacífico colombiano y de un esfuerzo enorme por mantener su bosque en pie.

18 de enero de 2019

Texto y fotos: David Fayad

La planta eléctrica se enciende tres horas al día, y es justo en ese momento que empieza el sonido de la música que retumba por todo San Antonio, una de las comunidades que queda a orillas del río Yurumanguí, a tres horas en bote desde Buenaventura.

Cuando cae la noche la gente se acerca al Compartel, lugar con Internet wifi dispuesto por el Gobierno para conectar al país rural, y aprovecha para conversar con los que están fuera de la comunidad. La débil señal es suficiente para avisar a los seres queridos cualquier novedad. Un teléfono público suena de vez en cuando y quien esté cerca de él contesta y a gritos avisa al afortunado que en cinco minutos lo llamarán de nuevo.  

Para conectarse al teléfono o al wifi hay que comprar un pin que cuesta 1.000 pesos y que dura varios días, si solo se usa para WhatsApp; Youtube, Facebook e Instagram son un lujo.  

Yurumanguí es una lengua extinta, pero también es un río cuya cuenca alberga alrededor de 3.000 personas, distribuidas en  13 veredas. “Cada vez que se extingue una lengua se extingue un mundo”, dice Graciano Caicedo, o “Gacho”, representante del consejo comunitario de la cuenca del río Yurumanguí, que recibió al grupo de ocho periodistas provenientes de diferentes partes del Pacífico colombiano, y que se reunieron en la comunidad de San Antonio con el ánimo de narrar un territorio cuyas prácticas son ejemplo de conservación para el resto del país.  

El río Yurumanguí es uno de los mejor cuidados del país. Varias de sus veredas han cerrado las puertas a proyectos mineros y a cultivos de coca, dos de los mayores motores de deforestación en Colombia, conscientes de que éstos traen afectaciones al territorio y en consecuencia a la forma de vida de estas comunidades negras. En la parte alta del río se practica la minería artesanal tradicional, con batea y sin químicos, y en la partes media y baja, la extracción de madera, la pesca y la producción de bebidas artesanales como el biche. Pero, la presión de los vecinos que han cedido ante las economías ilegales, de los grupos armadosy de las difíciles condiciones económicas hacen cada vez sea más difícil mantener el territorio.

Estas fotografías se hicieron en el marco de la Escuela de Periodistas, de Bosques Territorios de Vida, una iniciativa del Ministerio de Medio Ambiente, con el apoyo del Banco Mundial, Fondo Cooperativo del Carbono de los Bosques y Fondo Acción.