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La brigada está formada por 30 mujeres, las cuales tienen que lidiar con unos estereotipos sexistas todavía muy arraigados en la provincia de Aceh. Foto: AFP. | Foto: afp

IMPACTO

Así es la lucha de una brigada forestal femenina para proteger la selva

El grupo se creó en 2015 después de que una inundación destrozara decenas de viviendas en el pueblo, donde viven unas 1.000 personas. Las mujeres combaten la destrucción de los bosques tropicales y la caza furtiva. Esta es su historia.

18 de diciembre de 2020

Tras haberse levantado al amanecer, Sumini da de comer a su familia, bastante numerosa, y termina sus tareas domésticas antes de calzarse las botas y salir a proteger la exuberante selva de Sumatra como guarda forestal. 

Esta indonesia, de 45 años, está al frente de una brigada de mujeres que combate la destrucción de los bosques tropicales y la caza furtiva de tigres, pangolines y otras especies en peligro de extinción.

Muy a menudo, los culpables son hombres, a veces vecinos o esposos de alguna componente del equipo, radicado en el pueblo de Damaran Baru, en la isla de Sumatra, en el oeste del archipiélago.

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La brigada está formada por una treintena de mujeres, que tienen que lidiar con unos estereotipos sexistas todavía muy arraigados en la provincia de Aceh, donde se practica un islam ultraconservador. Además, las autoridades suelen hacer la vista gorda a la explotación ilegal de los bosques y a la extensión de los cafetales.

"El bosque siempre ha estado asociado a los hombres", señala Sumini, cuyo nombre solo se compone de una partícula, como ocurre con muchos indonesios.

El equipo también deja carteles advirtiendo que se avisará a las autoridades de cualquier actividad ilegal. Foto: Nicolás Acevedo. 

"Pero nosotras queremos cambiar eso y subrayar que esto también atañe a las mujeres. Las mujeres están enfadadas por la destrucción del medioambiente y han decidido actuar para resolver ese problema", puntualiza.

Ira

El grupo, que incluye también a uno de los hijos de Sumini y a su esposo, se creó en 2015 después de que una inundación destrozara decenas de viviendas en el pueblo, donde viven unas 1.000 personas.

El marido de Sumini, tras haberse hecho de rogar durante un tiempo, accedió a acompañarla aguas arriba para entender por qué el agua, procedente de las laderas de un volcán cercano, arrastraba tanta madera y deshechos.

"Cuando llegamos allí, vi que el bosque de la parte alta de la montaña había sido arrasado", explica la mujer.

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"Le dije a mi esposo: ‘Pues ya ves la causa. El bosque fue destruido por los hombres‘. Estaba enfadada y desde ese momento me dije que iba a actuar para proteger la selva", comenta Sumini.

Dos veces al mes, la mujer se pone un sombrero sobre el hiyab, se calza sus botas de caucho y se adentra en el bosque durante cinco días para llevar a cabo labores de exploración, por terrenos empinados y de difícil acceso.

Junto a su brigada, busca el menor indicio de caza furtiva o de destrucción del bosque, libera a los animales que hayan caído en trampas y realiza un registro de las especies endémicas.

El equipo también deja carteles advirtiendo que se avisará a las autoridades de cualquier actividad ilegal. Además, las mujeres reforestan la selva con miles de árboles gracias a la ayuda de voluntarios.

Al principio, su iniciativa no fue muy bien acogida en Aceh, la única provincia de Indonesia donde se aplica la sharia.

"La gente pensaba que las mujeres podían acabar participando de actos inmorales en el bosque porque, en general, es un hombre el que nos guía", dice Sumini.

"Algunos preguntaban: ‘¿por qué las mujeres protegen el bosque? Eso no es asunto suyo‘", agrega la guarda forestal.

"El bosque siempre ha estado asociado a los hombres", señala Sumini, cuyo nombre solo se compone de una partícula, como ocurre con muchos indonesios. Foto: cortesía. 

Errores del pasado

Pero ahora, incluso algunos leñadores y cazadores furtivos se han cambiado de bando y se han hecho voluntarios.

Tras haber capturado pangolines durante años, Bustami, de 54 años, dejó de cazar a esos mamíferos, en peligro de extinción y muy codiciados tanto por su carne como por sus escamas, sobre todo para la medicina tradicional china.

"Ya ni me acuerdo de cuántos pangolines he matado", reconoce. "Gané mucho dinero, pero no duró". 

"Ahora, protejo al medio ambiente para compensar mis errores del pasado".

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Cuando se incorporó al equipo como guía y animó a los otros cazadores y leñadores a dejar su actividad, muchos hombres del pueblo se burlaron de él.

"Pero yo no tenía vergüenza de que me dirigiera un equipo de mujeres porque lo que ellas hacen por el medio ambiente es algo noble", recalca.

Annisa, una de las integrantes del equipo, está decidida a cambiar la mentalidad de sus vecinos. También la de su esposo, que estuvo en la cárcel por haber talado árboles ilegalmente.

"En nuestro pueblo ocurrirían otras catástrofes naturales si no hubiera guardas forestales", explica a la AFP la mujer, de 40 años.

Su marido, Muhammad Saleh, también abandonó la caza furtiva y se unió al grupo. "Me daba vergüenza que mi mujer trabajara protegiendo el medio ambiente cuando yo lo estaba destruyendo", admite.

"Lo que más lamento es que a algunas especies que yo cazaba ya no se las ve en el bosque", afirma, como algunas especies de tucanes.