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Su primera obra, Azul, fue diseñada para resaltar las particularidades de cada bailarín, ya sea que estuvieran en silla de ruedas, fueran no oyentes o contaran con todas sus facultades físicas.

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ConCuerpos, danza contemporánea inclusiva

Haciendo a un lado la noción de cuerpo perfecto y los grandes espectáculos acrobáticos, la danza contemporánea inclusiva reúne personas con y sin discapacidad en torno a un arte que logra reflejar lo esencial del hombre.

27 de julio de 2015

“Las terapias médicas, que antes hacía en el hospital, ahora las hago bailando: tienen otro sabor”, cuenta Valeria, estudiante de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia y víctima de un accidente de tránsito que le provocó un trauma craneoencefálico, hace ya cinco años. “Me afectó la parte derecha del cerebro y tuvieron que enseñarle todo a mis neuronas de nuevo, desde cero. Fue una fortuna llegar aquí y seguir bailando después de lo sucedido”, cuenta. 

“Me siento libre y mi cuerpo puede hacer frases. El no oír lo cambié por el sentir, pues con las vibraciones puedo saber qué tipo de música es. Cuando estoy en el trabajo me siento estresado, pero cuando llego aquí, se me quita”. Así describe John, modelo lingüístico y docente de Lengua de Señas Colombiana, su experiencia con la danza contemporánea. 

“Este es mi primer acercamiento al baile. Creo que el manejo de mi cuerpo ha mejorado y tengo más flexibilidad en mis piernas, que es donde me hacía falta. Gracias a ello, me he enfocado en socializar en vez de vivir anclado a una habitación”, dice John, de tan solo 25 años, refiriéndose a la enfermedad muscular degenerativa que sufre y que por mucho tiempo lo mantuvo alejado de otros. 

Como ellos, otras personas con alguna discapacidad motora o sensorial han encontrado en la danza contemporánea una nueva manera de conocerse y reconocerse a sí mismos. Gracias a  ConCuerpos, academia pionera en Colombia en la apertura de estos espacios de inclusión, se ha logrado un trabajo conjunto entre bailarines aficionados y profesionales con figuras corporales en condiciones distintas. 

Todo comenzó en 2007 cuando la bailarina inglesa Meghan Flanigan llegó al país con la intención de articular un grupo que desarrollara la danza integrada en Colombia. Para ese entonces, los derechos de las personas en condición de discapacidad tomaban protagonismo a nivel internacional y empezaban a gestarse iniciativas a su favor. Andrea Ochoa, actual codirectora de ConCuerpos, se apropió del proyecto y, junto a otros bailarines interesados en promover el tema, empezó a dictar los primeros talleres. 


Durante el primer mes de trabajo contaron con la ayuda de las maestras de danza británicas Charlotte Darbyshire y Welly O´Brien, una de ellas en condición de discapacidad, y lograron agrupar participantes de todas las regiones de Colombia, a través del CIREC (Centro Integral de Rehabilitación de Colombia), muchos de ellos sobrevivientes de minas antipersonal. “Fue una experiencia muy impactante y emotiva. Nos abrió los ojos. Descubrimos que no había que saber una técnica muy marciana para poder trabajar con el principio de la inclusión”, afirma Andrea. 

En 2009, la corporación ConCuerpos se inició legalmente y se conformó, además, como compañía de danza oficial. Su primera obra, Azul, fue diseñada para resaltar las particularidades de cada bailarín, ya sea que estuvieran en silla de ruedas, fueran no oyentes o contaran con todas sus facultades físicas. Partiendo de la base de que todos somos diferentes, las coreografías y los talleres de esta organización se enfocan en lo que cada tipo de cuerpo puede aportar y adaptan los movimientos a las posibilidades de los participantes. 

“Hemos aprendido que las técnicas blandas de la danza contemporánea, como el release, la improvisación o la danza contacto, traen dentro el germen de la inclusión. Son prácticas respetuosas con las diferencias de cada persona, no buscan un cuerpo homogéneo ni que todos se muevan de la misma forma. No hemos tenido que reinventar la danza que ya hacíamos; al contrario, hemos descubierto que ella en sí es posible para más personas de las que creíamos. Lo que hay que repensar es el cómo, no el qué”, explica Andrea. 

Actualmente, ConCuerpos cuenta con una clase permanente, todos los sábados en el centro de Bogotá. Cada semana, alrededor de 15 personas se reúnen para descubrir sus posibilidades de movimiento y potenciar sus capacidades artísticas. Por otro lado, la compañía profesional, compuesta por alrededor de 10 bailarines con y sin discapacidad, ya suma cinco obras realizadas: Azul (2009), TR-9B5 (2009-2014), Proyecto Pendiente (2010-2014), Táctil (2013) y Singular (2014). 

La trayectoria de ConCuerpos también se evidencia con fuerza en el exterior y para el presente año cuenta ya con dos invitaciones. La primera, a la Escuela Normal Superior de París para la presentar su última obra y para enseñar algunos talleres, y la segunda, a la capital argentina para el Encuentro Latinoamericano de Danza Inclusiva que se encuentra en preparación. 

La meta de los bailarines es poder dedicarse a la danza inclusiva tiempo completo, logrando los recursos y el apoyo económico suficiente para hacerlo. Por esta razón, han empezado a implementar nuevas modalidades o servicios, como talleres para empresas que deseen brindarles a sus empleados, con y sin discapacidad, experiencias de inclusión a través del cuerpo; o, como presentaciones de danza inclusiva profesional para colegios y entidades privadas. 

Todas estas iniciativas buscan mantener el enfoque de la organización: disfrutar de la diferencia a través del baile. En palabras de Andrea Ochoa: “La danza tiene un poder emancipador en el ser humano. Todas nuestras historias son distintas, eso es lo más bello que podemos llevar a la creación. Ya no buscamos cuerpos igualitos que salten gigante y hagan mil acrobacias. Buscamos ver la humanidad en la persona que baila. Eso es mucho más poderoso”.