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Programa Paisajes de Conservación. (Foto: Alejandra Arboleda)

RESPONSABILIDAD SOCIAL

Paz y resiliencia en el bosque seco

La segunda fase del programa Paisajes de Conservación en el Caribe terminó este año. Hay lecciones importantes para la construcción de paz y resiliencia en el campo colombiano.

6 de julio de 2016

El bosque seco tropical es uno de los ecosistemas más afectados en Colombia: la pérdida de su cobertura original está en alrededor del 92 por ciento. A principios de 2013 Usaid solicitó al Fondo Patrimonio Natural una propuesta para enfocarse en la conservación de ese bosque  con dos sencillas condiciones básicas: preservar la diversidad cultural de las comunidades asociadas y mejorar sus medios de vida. 

Vea también: Los bosques protegen el medio ambiente y la salud humana

El diagnóstico inicial señaló el camino: en el Caribe las áreas protegidas eran muy pequeñas y necesitaban conectarse con otros fragmentos de bosque cercanos para ser ecológicamente viables. Como en muchas áreas rurales del país, en el Caribe resaltaban los altos índices de pobreza asociados a problemas de violencia y desplazamiento. Con base en herramientas participativas, se elaboraron proyectos con las comunidades que atendieran la situación ambiental y productiva local, partiendo desde lo propio. La idea era permitir el movimiento de especies entre parches de bosque, manejar el paisaje para mantener los procesos ecológicos y a la vez generar oportunidades para que las comunidades pudieran usar los recursos de forma sostenible.

Aquí algunas lecciones que combinan la producción con la conservación para zonas de bosque seco en el país.

1. Sin agua y suelo…nada

No cabe duda que el eje conductor de la productividad y conservación es el manejo integral de cuencas y su planificación. Para el programa fue clave aislar los manantiales, las rondas de los arroyos y ríos y enriquecerlas con árboles nativos, privilegiando los que según el saber tradicional “llaman el agua”.

De la mano del agua viene la calidad de los suelos, que en gran parte del país están gravemente degradados. El programa partió de ensayos de recuperación de suelos degradados y ofreció soluciones complementarias como eliminar las quemas, fertilizar con abono orgánico y sembrar plantas leguminosas que aportan nitrógeno al suelo. En el caso del bosque seco fue clave sembrar cercas vivas con árboles nativos intercalados, de tal modo que mientras algunos aportan materia orgánica de sus hojas, otros mantienen la sombra todo el año y otros fijan nitrógeno.

2. Vale la pena recuperar el conocimiento sobre las especies nativas

En el bosque seco caribeño se reconoce la importancia de árboles como camajón, ceiba de leche, carreto, níspero de montaña y cañaguate. Estas son algunas de las especies sembradas en los corredores de conectividad.

Como no siempre existe el conocimiento necesario para poder aprovechar al máximo las especies nativas, el proyecto se puso la tarea de compilar una guía con cien plantas nativas o naturalizadas, que pueden ser incluidas en sistemas productivos o en restauración y rehabilitación de espacios que hayan perdido su cobertura natural.

3. Sí se puede hacer buena ganadería

En el Caribe la ganadería está presente en grandes, medianas y pequeñas fincas. En todo el país, el bosque seco tropical ha sido deforestado en mayor medida para usos ganaderos (34%). En más de la mitad de los casos de deforestación para ganadería inicia un proceso de degradación del suelo, con riesgo de desertificación.

Para el Caribe se buscó en particular incluir especies nativas del bosque seco dentro de sistemas silvopastoriles. La base del manejo de los lotes es un pastoreo con rotación de potreros, para lo cual se instalaron cercas eléctricas con paneles solares. Un ejemplo de siembra en estos potreros ya divididos fueron los pastos mezclados con árboles forrajeros, mientras que se permitió crecer selectivamente árboles nativos como totumo y trupillo, que brotaron bajo su protección; estos luego servirán de alimento para los animales y como sombra para su bienestar.

4. Generar mercados que valoren la diversidad

Dado que los mercados disponibles en zonas rurales del Caribe privilegian la cantidad sobre la calidad, los productores cultivan pocas variedades para la venta. Eso genera una grave pérdida de semillas adaptadas al entorno seco, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria, empobreciendo tradiciones culinarias y disminuyendo la capacidad de adaptación ante el cambio climático. El programa acudió a la Red de Semillas del Caribe, una organización indígena que ha recuperado una gran diversidad de semillas nativas o criollas, para hacer intercambios de semillas entre comunidades locales. 

Escondidos entre sus campos, los locales cultivan para su consumo más de 80 variedades de ñames, yucas, fríjoles, batatas, maíces, frutas y otros productos adaptados al medio. Sin embargo, los mercados tienen complicaciones para incorporar esa diversidad, en parte por el desconocimiento pero también por las dificultades de acceso de los productores dispersos y por las pequeñas cantidades de cada variedad.

El programa buscó entonces identificar e incluso crear mercados que valoren la diversidad, en especial porque buscan una diferenciación por la calidad y los sabores inéditos de esos productos. Este nicho de mercado está asociado a los restaurantes y los chefs que desean innovar. La conocida cadena de restaurantes Crepes&Waffles y varios chefs han decidido vincularse al proceso, que en esta fase inicial ya ha logrado ventas y cambios en la forma de hacer las cosas entre productores y compradores, analizando incluso frutos de árboles nativos. (Vea también: El año pasado Colombia perdió 16 hectáreas de bosque cada hora)

ALTERNATIVAS DE VIDA

Conservar la biodiversidad pasa por reconocer las necesidades de las comunidades y ofrecerles alternativas reales de desarrollo y prosperidad. Estos son ejemplos de opciones productivas que desarrolló el programa:

El corozo es un fruto nativo que crece silvestre en el bosque seco. Basados en la evaluación de la disponibilidad y viabilidad ambiental de la cosecha sostenible de la palma de corozo, se atrajo inversión de productores y emprendedores dispuestos a vincularse en alguna parte de la cadena. Labfarve y Helados Selva Nevada tomaron la delantera y hoy compran directamente de los productores de la región.

Ecoturismo: Colombia es potencia mundial en diversidad de aves, un imán para miles de viajeros que anualmente recorren el mundo buscando ver, aunque sea un instante, algunas de las coloridas y endémicas especies que adornan nuestra geografía.                                              El programa impulsó la creación de la Ruta de Avistamiento de Aves del Caribe colombiano, capacitando a guías locales en inglés, avistamiento y servicios turísticos.

Cocinas eficientes: las estufas de leña tradicionales son un motor de deforestación y afectan gravemente la salud cardiorrespiratoria de las personas. En un proceso de co-creación y experimentación con las comunidades, el programa llegó al diseño de modelos de estufas de leña eficientes y hasta cuatro veces más baratas que los modelos disponibles. Ahora, un grupo de mujeres emprendedoras en San Juan Nepomuceno ha iniciado un negocio de venta y mantenimiento de estufas.