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ECOLOGÍA

El verdadero costo de la comida barata

Estudios señalan que los precios de los alimentos deben aumentar para que se tome en cuenta el coste medioambiental de la agricultura industrial.

16 de junio de 2017

La cadena alemana de supermercados de bajo costo Aldi recientemente abrió su primer Bistro en Media Park, un centro empresarial conformado por 250 compañías, ubicado en Colonia. Este restaurante emergente, construido a base de contenedores usados, les ofrece a los empleados de las oficinas un menú de 3 platos a solo 8 o 9 euros.

El Aldi Bistro tiene planeado recorrer varias ciudades en Alemania. Algunos analistas piensan que, de volverse popular, este gigante minorista podría comenzar a ser una fuerte competencia para los restaurantes y supermercados debido a sus bajos precios. Los alemanes gustan de las tiendas de bajo precio, según indican los datos del gobierno. El modelo presupuestario del negocio de supermercados les permite reducir los precios en un 10 o 20 por ciento.

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De todas formas, científicos de la Universidad de Augsberg advierten que si se incluyeran los costos reales, que están ligados a la agricultura industrial moderna, entonces los precios serían más altos. Tobias Gaugler ha estudiado el impacto ambiental del nitrógeno, que es usado en diversas formas por agricultores alemanes para conseguir mayor rendimiento en sus cultivos. “Hay demasiado nitrógeno, tanto en los fertilizantes minerales como en el abono usado en la agricultura, que le generan daños al ecosistema y a la salud de la gente”, dijo Gaugler a DW.

Los precios aumentarían en un 10 por ciento

“Lo peor es la comida producida convencionalmente con productos de origen animal, los que deberían de costar aproximadamente 10 por ciento más”, dijo Gaugler. Además de la contaminación por nitrógeno, la agricultura industrial también es responsable por la contaminación del aire y la degradación del suelo, sin mencionar el impacto de los antibióticos usados en animales.

Los grupos ambientalistas dicen que si las múltiples consecuencias nocivas de la comida industrial fueran incluidas, desde el embalaje en plástico hasta el abuso de animales, el precio de los alimentos aumentaría sustancialmente. La Política Agrícola Común de la Unión Europea (CAP) es en gran parte el responsable por el exceso de producción, lo cual también ejerce una presión a la baja del precio de los alimentos, según sostienen los ambientalistas. Se está exigiendo una reforma.

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La CAP ha sido modificada para asignarle un porcentaje de ganancia a una agricultura más respetuosa con el clima, pero algunos grupos dicen que eso no es suficiente. Otros esperan que el crecimiento del mercado de "comida lenta”, que incluye alimentos producidos a pequeña escala por agricultores locales, tenga un desarrollo exponencial.

No todos los consumidores buscan lo más barato

El mercado de agricultores de Colonia, ubicado en Rudolfplatz, registra buenas ventas casi todos los días y sus clientes están dispuestos a pagar un recargo por productos con menor impacto ambiental. “No es tampoco tanto, solo 15 o 20 euros a la semana”, nos dice Linda, una cliente regular, quien prefiere comprar frutas y verduras sabiendo que provienen de granjas cercanas.

Otro cliente acusa a los supermercados de vender “90 por ciento de comida enlatada”. Stefan también dice que los productos del mercado de Rudolfplatz son “frescos” y de “más alta calidad”. Los agricultores del mercado apoyan la idea de reducir la diferencia de precios entre los productos convencionales y orgánicos, ya que saben de la presión intensa que los agricultores tienen que soportar de las cadenas de descuento por la reducción de los precios.

“Si los agricultores pudieran obtener un mejor precio, ellos tendrían la motivación para producir otros vegetales”, nos dijo Adam Jay, un trabajador del mercado. También dice que los agricultores se ven forzados a dejar el negocio debido a la producción en masa y que solo el movimiento de la “comida lenta” puede salvarlos.

¿Hacer pagar a los contaminadores?

Gaugler, autor del informe sobre el nitrógeno, dijo que los supermercados no deberían asumir toda la culpa. Señala que al mantener los precios bajos, solo están respondiendo a la demanda de los consumidores y la presión política. Por otra parte, también ve políticos cada vez más dispuestos a adoptar un principio de “quien contamina paga”, con lo que se conseguiría que los costos de los alimentos reflejen el impacto ambiental que cuesta producirlos.

“Hay mucho lobbyismo que impide que el sistema cambie, especialmente a corto plazo… pero los líderes políticos pronto se verán presionados, especialmente por el Acuerdo de París, y es sólo una cuestión de tiempo hasta que las normas y reglamentos se establezcan”, señala Gaugler.

Grupos de ecologistas dicen que si los precios de los supermercados fueran más altos, los consumidores se verían forzados a revisar sus gastos semanales en víveres y a encontrar formas para reducir el desperdicio de alimentos, estimado en 7 millones de toneladas al año tan solo en Alemania.

Tal vez no sean buenas noticias para Lidl o Aldi, pero evidentemente sí lo sería para el medio ambiente.