Entre agosto de 2019 y julio de 2020, la deforestación aumentó un 9,5 por ciento respecto del mismo periodo previo. Foto: Jhon Barros

MEDIOAMBIENTE

2020, uno de los años más amargos para el medioambiente en América Latina

Pese a los confinamientos impuestos por la covid-19, este año registró cifras récord en incendios forestales, deforestación y asesinatos a defensores de la naturaleza en la región. La Amazonia brasileña fue uno de los territorios más afectados.

19 de diciembre de 2020

Durante los primeros meses de 2020, mientras el mundo entero estaba confinado en sus casas por cuenta del nuevo coronavirus, la naturaleza respiró, al menos un poco. Imágenes de mares con agua cristalina, animales silvestres caminando tranquilos por las calles y cielos azules por la reducción de emisiones contaminantes, abundaban en las redes sociales. Esos meses, sin duda, reafirmaron la necesidad inminente de cuidar el planeta, tan afectado por las acciones humanas. 

La pandemia, sin embargo, no evitó nuevos registros alarmantes de deforestación de las selvas de América Latina. Ni evitó que asesinaran a defensores del medioambiente, un dato preocupante teniendo en cuenta que los países Latinoamericanos encabezan la lista de ecologistas asesinados en el mundo, según la oenegé británica Global Witness. 

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Colombia, de hecho, es el país en el que más asesinan defensores de la naturaleza con un total de 64 víctimas en 2019. Filipinas, Brasil, México y Honduras, ocupan los siguientes puestos en el escalafón. Todo indica que, a este paso, las cifras aumentarán en 2020.

"La Amazonia está mucho más amenazada que hace ocho años debido al avance de las actividades de extracción, de los proyectos de infraestructura, así como de los incendios, la deforestación y la pérdida de carbono", advirtió recientemente un informe de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG).

Deforestación en la Amazonia. Foto: Rodrigo Botero

El área deforestada de la mayor selva tropical del mundo se triplicó entre 2015 y 2018. 

Entre agosto de 2019 y julio de 2020, por su parte, la deforestación aumentó un 9,5 por ciento respecto del mismo periodo previo, un segundo récord consecutivo en 12 años. 

En este período se perdieron más de un millón de hectáreas de bosques y selva, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE). Área que representa más de siete veces la superficie de Ciudad de México.

Los animales silvestres son de los más afectados por la destrucción de su hábitat producto de la deforestación y los incendios. Foto: Mauro Pimentel AFP

"A causa de la deforestación, Brasil debe ser el único gran emisor de gases de efecto invernadero que incrementa sus emisiones el año en que la economía global paró debido a la pandemia", estimó el Observatorio del Clima, una coalición de oenegés brasileñas enfocadas en el cambio climático.

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Esta y otras organizaciones y expertos han responsabilizado reiteradamente del incremento de la tala y la quema al presidente Jair Bolsonaro y su discurso a favor de actividades extractivas y del agronegocio en áreas protegidas.

Muestra de esto fue la temporada de incendios de este año en Brasil, la cual alcanzó cifras récord. En octubre, por ejemplo, las conflagraciones en la Amazonia brasileña se dispararon en un 120 por ciento, frente al mismo mes de 2019. 

El balance del INPE, estimó el Observatorio, "refleja el resultado de un proyecto exitoso en aniquilar la capacidad del estado brasileño y de los órganos de fiscalización que cuidan nuestra selva y combaten el crimen en la Amazonia".

Preocupación por el humedal más grande del mundo

Los incendios provocados para ampliar las fronteras agrícolas y ganaderas se sumaron a una sequía prolongada, atribuida en parte a los efectos acelerados del propio cambio climático. 

Imágenes de árboles calcinados, caimanes, pájaros y serpientes carbonizadas en el Pantanal, le dieron la vuelta al mundo. Foto: AP

En el Pantanal, el humedal más grande del mundo ubicado entre Brasil, Bolivia y Paraguay, la sequía fue de las más severas en casi medio siglo, razón por la cual este año alcanzó cifras récord en número de incendios. En octubre, por ejemplo, las conflagraciones aumentaron en un 17 por ciento, frente al mismo periodo del año anterior.

Imágenes de árboles calcinados y de caimanes, pájaros y serpientes carbonizadas dieron la vuelta al mundo: una cuarta parte de la zona quedó devastada por las llamas entre enero y septiembre. 

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Los incendios marcaron máximos también en la región aledaña del Gran Chaco, ubicada en Bolivia, Paraguay y Argentina. Este es el segundo bosque más grande de Sudamérica después de la Amazonia.

En el Delta del Paraná, en Argentina, otro vasto humedal donde existe una rica variedad de especies animales y vegetales, los incendios se incrementaron un 170 por ciento este año, según Elisabeth Möhle, investigadora en políticas ambientales de la Universidad Nacional de San Martín. 

"Han muerto reptiles, aves migratorias, pequeños mamíferos, tortugas", detalló a la AFP el naturalista argentino César Massi. "Durante la anterior sequía en 2008 hubo incendios, pero este año ha sido más fuerte, más intenso y más extendido en el tiempo".

Las pérdidas de biodiversidad, coinciden expertos, son difíciles de cuantificar.

Activistas amenazados

A mediados de junio, la Amazonia perdió a uno de sus más ardientes defensores, el cacique brasileño Paulinho Paiakan, fallecido por covid-19 a los 65 años. 

Pero no solo el coronavirus significó un peligro. Indígenas, campesinos y otros activistas denunciaron amenazas por enfrentarse a intereses de mineras, madereras, agronegocios, empresas eólicas, hidroeléctricas o gasoductos.

Juana Perea, activista colombo española asesinada en octubre de 2020 en el Chocó. Foto: Tomada del Facebook de Juana Perea

En un informe presentado en marzo ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, Michel Forst, entonces relator especial sobre los defensores de derechos humanos, declaró que ambientalistas, campesinos, afrodescendientes e indígenas en Colombia sufren violaciones y abusos "cuando defienden la tierra, el medioambiente y los derechos humanos". 

Ejemplo de esto fue el asesinato en octubre de Juana Perea, una activista colombo española quien era promotora del ecoturismo, defensora de la naturaleza, gestora de causas sociales y opositora del proyecto para construir un puerto en el Golfo de Tribugá, en Chocó, uno de los lugares más prístinos del planeta.

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Honduras fue otro punto caliente de esa violencia. Varios activistas de ese país corrieron en 2020 la misma suerte que Berta Cáceres, la reconocida ambientalista asesinada en 2016 por oponerse a una represa.

En abril, la dirigente campesina Iris Álvarez Chávez murió en manos de unos guardias de seguridad durante un desalojo violento de tierras en el sur del país. 

La lista de hondureños siguió creciendo: Marvin Castro Molina; Roberto Antonio Argueta; José Antonio Teruel, su esposa Francisca Aracely Zelaya y su cuñado Marco Tulio Zavala, todos asesinados.

En septiembre, Óscar Eyraud Adams, un kumiai que se oponía al acaparamiento del agua por parte de una firma cervecera en el municipio mexicano de Tecate, fue muerto a balazos.

*Con información de AFP