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DEFORESTACIÓN

Indígenas en Vichada recuperaron el agua sembrando palma de moriche

Líderes de una de las comunidades del resguardo Santa Teresita del Tuparro se dieron a la tarea de revivir su única fuente de agua sembrando palma de moriche en la ronda que fue afectada por las quemas de comienzo de año.

4 de noviembre de 2018

A Ruth Zuluaga, una indígena Sikuani y guardaparque voluntaria del Parque Nacional Natural Los Tuparros, ubicado en la parte nororiental del municipio de Cumaribo (Vichada), el más grande del país, la tomó por sorpresa la propuesta de un grupo de indígenas piratapuya que quería sembrar palma de moriche en el caño Viviano Alto.

El caño hace parte del resguardo Santa Teresita del Tuparro. Y los piratapuya, una de las comunidades que habitan Cumaribo, querían realizar una siembra de cien palmas de moriche, una especie vegetal usada por los indígenas en su diario vivir.

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Desde hace cientos de años, los indígenas utilizan los morichales para diversos fines: con el tallo hacen la estructura de sus chozas; con las hojas, los techos y con los frutos, además de producir chicha y harina para consumo, alimentan a sus animales de corral. Cuando muere la palma y brota el gusano mojojoy, lo comen como fuente de proteína.

Por esta razón, Ruth, de 25 años y quien también trabaja en el área socioambiental y étnica del Sena, pensó que la siembra de esta comunidad, una de las 65 del resguardo Santa Teresita, tenía motivos netamente de aprovechamiento. Es decir, imaginó que solo querían esperar a que las palmas crecieran para luego sacarles el jugo.

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Pero fue todo lo contrario. Con la siembra, los indígenas pretenden restaurar la ronda del caño Viviano Alto, único cuerpo de agua que pasa cerca a sus viviendas, y el cual ha ido perdiendo su vegetación por la quema de los primeros meses del año o por la tala selectiva. El ideal es que en la zona crezcan palmas de hasta 15 metros de alto.

En ese momento, Ruth decidió comunicarse con un educador ambiental de Parques Nacionales Naturales, su antiguo profesor, para que participara en la jornada y de paso hiciera una charla con los indígenas sobre la importancia de la conservación.

Elkin Ortiz, un paisa de 47 años que vive en el casco urbano de Cumaribo desde 2011, graduado como chef y futuro tecnólogo en guianza turística, aceptó encantado.

Todo por el agua

La siembra tuvo lugar en un área de 200 metros cuadrados en la ronda del caño Viviano Alto, cercana a las viviendas de la comunidad indígena Piratapuya, ubicada a 15 minutos en moto o a una hora a pie del centro de Cumaribo.

El educador ambiental, abuelo de un niño de 12 años que vive con él desde hace pocos meses, llegó en moto. En el sitio lo esperaban cerca de 20 indígenas, adultos, jóvenes y niños, hombres y mujeres, armados con picos y palas y las cien palmas de moriche ‘bebé’, plántulas de no más de 40 centímetros de alto que ellos mismos sacaron de un extenso bosque de moriches en el parque.

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Pero antes los capacitó. “Más que un taller fue una charla, un intercambio de experiencias. El agua fue el gran protagonista. Los indígenas me aseguraron que el propósito de la siembra, que no será la única, es evitar que el caño llegue a secarse. Dijeron: al sembrar cien de estas plantas a su alrededor, empezamos a garantizar que el agua no desaparezca. Además, especies de aves, mamíferos y roedores volverán a la zona, ya que la palma atrae una gran cantidad de especies”, aseguró Elkin.

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El funcionario de PNN estuvo de acuerdo con las ideas de los indígenas. “El moriche es una de las plantas que más retiene agua. Aunque cuando crezcan podrían aprovecharlas para sus actividades, el grupo de indígenas sólo quiere cuidarlas. Para ellos serán como las guardianas del agua”.

Hora y media duró la siembra, y según Elkin fue tradicional. Es decir, las plántulas no venían en bolsas negras ni en nada que pudiera contaminar la zona. No se aplicaron líneas o diseños para sembrar, solo con el conocimiento de los indígenas y lo que han visto en la naturaleza. Todos estuvieron muy contentos abriendo huecos, plantando palmas y echándoles tierra.

Antes de terminar, los indígenas evidenciaron un nacedero de agua en medio de la extensa sabana, rodeado por varios encharcamientos. “Me dijeron: profe, acá tenemos que sembrar más palmas de moriche, debemos proteger ya a esta recarga de agua. La nueva siembra, que también contará con nuestro apoyo, depende de lo que programe la comunidad. Da mucha alegría que ellos tengan tan metido en la cabeza que si quieren que el caño tenga agua, deben seguir sembrando moriches”.

Para este antioqueño nacido en el municipio de Andes, el compromiso de los indígenas siempre ha sido vivir en armonía con el medio ambiente. “Aunque desde que llegó el hombre blanco esto ha cambiado mucho. Antes vivían solo con lo que el bosque ofrecía. Ahora son más consumidores. Pero iniciativas como la de las palmas de moriche demuestran que quieren volver a sus raíces”.

A rescatar la cultura indígena

La relación de Elkin con las comunidades va mucho más allá de su trabajo como educador en Parques Nacionales. Desde marzo, empezó a idear un proyecto para recuperar los sabores, saberes y valores tradicionales de las comunidades y así promover el ecoturismo en la zona.

“Cumaribo es un municipio pluriétnico, con presencia de siete grupos étnicos. Sin embargo, la mayoría de jóvenes niegan sus raíces indígenas y dicen ser mestizos. Les da pena hablar en lengua materna. Sus atuendos tradicionales lucen cada vez más como los de los blancos, los niños con calzoncillos y las niñas con brasieres de diferentes colores”.

El propósito del proyecto consiste en que las comunidades vuelvan a sentirse orgullosas, que no pierdan su gastronomía, su lengua y sus artesanías. “Cada día lucen más occidentalizados. Han perdido tradiciones como comer en las hojas de los árboles, tejer esteras y beber sus sopas y caldos en totumas. Ahora utilizan plástico, vidrios y mesas. Tenemos que conservar esa cultura, una parte fundamental del patrimonio del país”.

Con el rescate de la tradición, este observador de aves aficionado, que ya ha registrado más de 200 especies, busca fortalecer el ecoturismo dentro del Parque El Tuparro. “Cuando la comunidad vea que la conservación de su cultura puede generar nuevos insumos económicos y mejorar las condiciones de vida de sus familias al atraer más turistas, entenderán que vale la pena. No tienen que implementar nada, solo conservar la tradición, sus raíces y su carga ancestral”.

Complementa que quiere rescatar los cantos que utilizan para los ritos, los bailes para las cosechas, los rezos y hasta la religión, ya que muchos ahora son cristianos.

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El primer paso ya surtió, que fue pedirle permiso a los capitanes de las comunidades Piratapuya y Maniare y presentarles la propuesta. Ambos ya suministraron información, como platos típicos y música en lengua materna. “Ahora necesitamos concretar cómo lo vamos a hacer y quiénes podrían participar”, enfatiza este educador que asegura no sentirse llanero, sino indígena, ya que no comparte las prácticas llaneras de maltrato animal.

Primera comunidad ecoturística

Parques Nacionales Naturales apoyó la creación de la primera comunidad ecoturística en el Vichada, llamada Garcitas, la cual inició en 2013, cuando 25 familias que habitaban el parque El Tuparro fueron desalojadas.

“Esta comunidad, llamada Mantequeros, empezó a dispersarse por varias partes del país. Unos se fueron para el centro, otros a Cumaribo, El Placer y Santa Rita. Un grupo llegó a Garcitas, una inspección de policía abandonada por los flagelos del conflicto armado. Al poco tiempo mataron al presidente de su junta de acción comunal”, recuerda Elkin.

En 2014 arrancó un proceso liderado por la Gobernación del Vichada y la participación de varias instituciones como Sena, Defensoría del Pueblo, Contraloría, Procuraduría, Ministerio de Defensa y Parques Naturales, para conformar una cooperativa. “Comenzamos a hacer talleres para organizarlos y capacitarlos sobre temas ambientales. Así nació la Cooperativa Coopgarcitas, que hace turismo ecológico por el Parque El Tuparro”.

Una sabana bañada de agua

El Tuparro, parque de 548.000 hectáreas declarado monumento nacional y zona núcleo de la reserva de la biosfera en 1982, podría describirse como una extensa sabana verde surcada por grandes ríos con potentes raudales y playas doradas.

Según Parques Nacionales, allí habitan más de 320 especies de aves, muchas de ellas acuáticas, 74 de mamíferos, 17 de reptiles, 26 de peces y 20 de orquídeas.

Hace parte de la cuenca del río Orinoco, con presencia de tributarios como el Guaviare, Vichada, Tuparro, Tomo, Meta y Arauca. En 360.000 de sus hectáreas hay 12 lagunas del río Tomo, 42 del Tuparro y 45 del Tuparrito.

Sus sabanas se dividen en dos grupos: inundables y no inundables. Alberga cinco tipos de bosques riparios y no riparios, vegetación de pantano arbolado con morichales y árboles llamados saldillanes.

Informes del Ideam indican que en los últimos tres años, El Tuparro ha perdido 135 hectáreas de bosque. Aunque no hace parte de los parques más deforestados, cuenta con presiones por el turismo no regulado, extracción de recursos del bosque, incendios en época de verano y pesca deportiva.

*Este es un producto periodístico de la Gran Alianza contra la Deforestación. Una iniciativa de Semana, el MADS y el Gobierno de Noruega que promueve el interés y seguimiento de la opinión pública nacional y local sobre la problemática de la deforestación y las acciones para controlarla y disminuirla.