| Foto: Archivo SEMANA

DEBATE

El oscuro panorama de la energía en Colombia

Una compleja combinación de factores está amenazando la sostenibilidad del modelo detrás del sistema eléctrico colombiano. La acumulación de errores que ahora nos expone a un apagón podría conducir a la mala decisión de incentivar en demasía la generación a partir del carbón.

3 de noviembre de 2015

Después del apagón de principios de los noventa, en Colombia se implementó un complejo modelo de sistema eléctrico cuyo objetivo esencial es la confiabilidad. Esto quiere decir que, pese a tener como primera opción la generación hidroeléctrica -que se caracteriza precisamente por depender de unas condiciones climáticas cada vez más variables-, se tomaron las medidas necesarias para mantener la oferta de electricidad en los momentos de escasez hídrica .

En estos casos, el respaldo del sistema es la generación térmica a partir de combustibles fósiles, ya sea gas natural o Fuel Oil. Hasta el momento, el trabajo de las plantas construidas para ese fin había pasado prácticamente desapercibido, pero en la actual coyuntura de un agudo Fenómeno de El Niño que hoy tiene los embalses en niveles del 63 por ciento, muchos se están preguntando si las generadoras térmicas están en la capacidad de evitar que el país vuelva a sufrir un apagón como el de hace 23 años.

Un directivo de una planta térmica se refiere a la actual situación como la tormenta perfecta: a la sequía se sumaron tres circunstancias externas que golpean con fuerza a las generadoras térmicas. La primera es la limitada oferta de gas, así como el incremento en el precio debido a la devaluación del peso el segundo es el alto costo de los combustibles y el tercero es el cierre de la frontera con Venezuela, que según algunos cálculos redujo en un 50 por ciento la disponibilidad de estos productos en el país.

Sin embargo, la situación no solamente es resultado de factores ajenos. También juegan falencias propias de nuestra institucionalidad. Según los empresarios térmicos, el más grave de todos y cuya corrección representaría la solución al reto actual, es el cálculo equivocado de los precios de escasez (que son los que le paga el Estado a las generadoras cuando se encuentran en funcionamiento). Según algunos directivos, desde un principio la fórmula que determina esos valores está mal construida y ese sector lleva advirtiéndolo desde 2006.

Cuando no hay gas suficiente, las térmicas funcionan con combustibles líquidos que se ven obligados a importar a través de los mayoristas. El precio de escasez se amarra al precio internacional del Fuel Oil #6, cuando el que utilizan las generadoras nacionales es el Fuel Oil #2, que es considerablemente más caro. Además, en el cálculo no se incluye el hecho de que el costo de los combustibles en el país no responde a los precios internacionales, sino que es mucho mayor. Tampoco se tiene en cuenta la estructura impositiva que grava estos productos. Como resultado, el precio de escasez puede llegar a estar hasta 60 por ciento por debajo de los costos variables del funcionamiento de las plantas térmicas más eficientes del país.

Otros actores del mercado, particularmente los grandes consumidores de energía, hablan de errores adicionales. Para ellos, tanto el gobierno nacional como los generadores térmicos se tuvieron demasiada fe. Para poder cobrar el cargo de confiabilidad, las térmicas respaldan su capacidad de generación con base en contratos. Cuando empezaron a escasear los contratos de gas por una combinación de elementos (incremento en la demanda para otros fines, incertidumbre sobre la disponibilidad de gas y las demoras en el funcionamiento de la planta regasificadora de la costa) reemplazaron esas figuras con contratos de combustibles líquidos.

Para algunos, tanto la CREG como los generadores no se pusieron a la tarea de revisar si las plantas en efecto podrían respaldar la matriz energética en las condiciones actuales. El volumen necesario para operar utilizando líquidos es enorme y su importación y transporte, aunque posibles, son complejos y tienen un costo prohibitivo. Representantes de las térmicas están en desacuerdo, y ofrecen como prueba el hecho de que varias llevan funcionando en una proporción de 40 por ciento gas y 60 por ciento líquidos desde mediados de septiembre.

Lo cierto es que las térmicas llevan ya más de una década recibiendo el cargo de confiabilidad sin que ahora se pueda tener la seguridad de que van a respaldar adecuadamente el sistema. Ellos mismos presionaron, durante el primer gobierno de Uribe, para poder asumir el cargo de confiabilidad con líquidos, a sabiendas de que el mercado de combustibles es volátil. Aun así, el gobierno cree, al igual que casi todos los generadores, que el tema se arregla con plata. Alejandro Castañeda, presidente del gremio de los generadores térmicos, Andeg, le dijo a la revista Dinero que “se sale de cualquier proporcionalidad financiera haber recibido cargo por confiabilidad por $2,6 billones en cinco años, contra una pérdida irrecuperable de $3,3 billones en seis meses”. La propuesta hasta ahora es que ellos asuman $2.2 billones y que vía tarifa los colombianos contribuyamos con los $1.1 billones restantes.

Un futuro complicado

Según el Ideam, lo peor de la sequía está por venir y es altamente probable que el Fenómeno del Niño se extienda hasta finales de junio. Las alarmas por la posibilidad de racionamiento están prendidas, pero más allá de la coyuntura de 2016, es necesario empezar a pensar en lo que puede suceder con el sistema como consecuencia de las fallas que se han presentado hasta ahora. El cambio climático traerá condiciones de variabilidad cada vez más agudas que se harán sentir sobre todo con inundaciones y sequías. Además, la limitada disponibilidad de gas y el inestable mercado de los combustibles tienen baja probabilidad de cambiar sustancialmente durante los próximos meses. Ante ese panorama, la alternativa que queda es el carbón.

Los compromisos de la Unión Europea y de Estados Unidos, tanto nacionales como internacionales, llevan a un escenario en el cual el precio del carbón va a ir bajando cada vez más. Colombia tiene carbón, y mucho. Entre la disminución del precio y de la demanda, cada vez tendrá más sentido económico utilizar el carbón para el mercado interno, incluyendo la generación.

Nadie puede decir que la coyuntura actual no se vio venir, aunque sí podría afirmarse que su magnitud no estaba dentro de las expectativas. De hecho, el gobierno publicó desde mediados del año pasado un borrador de resolución precisamente para incrementar nuevas plantas de generación y modificar los cargos de confiabilidad.

En un primer momento, los generadores térmicos cuestionaron la medida por considerar que castigaba fuertemente a las plantas que funcionan con gas y combustibles líquidos. Entre otras cosas, el borrador de resolución puso en problemas a quienes generan con combustibles porque puso en duda el cargo de confiabilidad, complicando así su acceso a los productos financieros que ahora necesitan para enfrentar la crisis.

Los que quedan bien parados son quienes producen electricidad con carbón, que son pocos, o quienes tienen planeado abrir plantas con esa capacidad en un futuro cercano. Generar energía eléctrica a base de carbón va en contravía de las tendencias mundiales, aunque puede tener una lógica específica en el caso colombiano. Si se mantiene la firme decisión de asegurar la confiabilidad del sistema eléctrico a partir del siempre disponible carbón, tienen que tomarse dos decisiones de fondo.

La primera es que los compromisos internacionales asumidos por Colombia en materia de reducción de gases de efecto invernadero son firmes y obligatorios. Bajar las emisiones en un 20% fue una decisión de Estado, y si el país va a empezar a generar muchos más gases a causa de su matriz energética, comparativamente limpia, pues tendrán que reducirse las emisiones por otro lado. En un país en donde las perspectivas de crecimiento para la clase media son importantes para los próximos 10 años, identificar sectores para cumplir esa meta es cosa seria.

La segunda es que quemar carbón es un problema de salud pública mayor. Definir en dónde y con qué tecnología se va a generar el volumen necesario de electricidad a base de carbón tiene que pasar por ver con claridad casos como el de China, en donde las enfermedades cardio-respiratorias, desde el asma hasta el cáncer, se convirtieron en un tema mayúsculo en la medida en que millones y millones de chinos salieron de la pobreza y empezaron a usar más electricidad.

Lo preocupante es que se vaya a partir, con cierto talante populista, de “Guate-regular a Guate-peor”. Esta coyuntura, que es resultado tanto de factores externos como de malas decisiones prolongadas en el tiempo, tiene que generar una reflexión profunda sobre el futuro de la matriz energética del país. El sistema eléctrico colombiano es relativamente limpio y sano, pero el cambio climático ha desnudado sus debilidades. Y ante ese panorama, diversificar siempre será una buena idea, pero la gran pregunta es si apostando por el carbón el remedio va a terminar siendo peor que la enfermedad.