Por primera vez en Colombia un proceso de restauración ecológica se documenta en una guía que puede ser utilizada en otras regiones del país. Foto: Susana Panesso/Semana

MEDIO AMBIENTE

El renacer de un ecosistema que conecta los Andes con la Amazonia

Por primera vez en Colombia un proceso de restauración ecológica se documenta en una guía que puede ser utilizada en otras regiones del país. Un trabajo colaborativo entre entidades ambientales y económicas. De la protección de Barbas-Bremen, entre Quindío y Risaralda, depende que se mantenga parte de la conexión de la Amazonia con el Pacífico a través de los Andes.

29 de marzo de 2019

Hernando Castro nació en Pácora, Caldas pero vivió toda su vida en Armenia. Trabajaba en construcción y vigilancia privada hasta que el terremoto de 1999 le quitó todo, incluso el trabajo. Durante cinco años luchó en la ciudad pero no tuvo suerte. En medio de la búsqueda le ofrecieron un puesto como guardabosques: “no la veía muy viable porque yo no estaba acostumbrado al campo, pero me arriesgué y no me arrepiento”, dice. Desde entonces, no solo ha cuidado de la reserva natural Bremen-La Popa, sino que ha sido testigo de la restauración del Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen.

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Ubicado sobre la cordillera central, el Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen comprende los municipios de Salento, Filandia y Circasia en el departamento de Quindío y el municipio de Pereira en Risaralda. Con un área total aproximada de 7.000 hectáreas se conoce también como el corazón verde del Eje Cafetero.

Esta zona, que tiene una altura promedio de entre 1900 y 2050 metros sobre el nivel dem mar, es el paso obligatorio de la flora, fauna y fuentes hídricas provenientes de los páramos del Parque Nacional de los Nevados hacia las cuencas de los ríos Cauca y Magdalena. De la protección de Barbas-Bremen depende que se mantenga parte de la conexión de la Amazonia con  el Pacífico a través de los Andes. En otras palabras, de la restauración de este territorio depende la conservación de buena parte de la biodiversidad del país.

Ubicado sobre la cordillera central, el Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen comprende los municipios de Salento, Filandia y Circasia en el departamento de Quindío y el municipio de Pereira en Risaralda. Foto: Susana Panesso/Semana.

La restauración ecológica consiste en un proceso asistencial para recuperar o reparar un ecosistema que ha sido degradado por diferentes factores. Esta, explica el Instituto Alexander von Humboldt, es una asistencia a la naturaleza para aumentar la biodiversidad típica de la zona y mejorar la oferta de ciertos servicios que el ecosistema ofrecía antes del daño. O, en las palabras sencillas del guardabosques, la restauración es una “regeneración natural del ecosistema, en la que la naturaleza actúa casi que sola y nosotros solo le colaboramos”.

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En 2001, se inició con el proyecto de restauración del DCS Barbas-Bremen. Durante dos años, biólogos e investigadores del Instituto Humboldt exploraron la zona para realizar un diagnóstico de los suelos, las especies de flora y fauna, y de las comunidades que allí habitan.

“Cuando llegamos vimos un potrero”, recuerda Mauricio Aguilar, ecólogo e investigador del Instituto que ha trabajado en el proyecto desde 2003. Diferentes tipos de pastos que no superaban los 20 centímetros de altura, lugares con erosión e invasión de helechos conformaban el paisaje de la zona que, en su mayoría, era de plantación y ganadería.

El diagnóstico, en este caso, arrojó el resultado que ya preveían los investigadores: la recuperación de los suelos era fundamental como primer paso para la restauración de la reserva. Para esto se “sembraron” microorganismos que, desde adentro de la tierra, restablecían la fertilidad de los suelos para una posterior siembra.

Hernando Castro, lleva más de una década como guardabosques y ha sido testigo de la restauración del Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen. Foto: Susana Panesso/Semana.

En una segunda etapa, se enfocaron los esfuerzos en la restauración de 30 hectáreas del territorio. En cada hectárea se plantaron unos 15.000 individuos de treinta especies diferentes de flora y en total 35.000 árboles nativos.

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Este proceso se extendió por más de diez años en los que el principal reto fue social y no ambiental. Convencer a los propietarios de las tierras, a las comunidades que habitan el territorio y a las autoridades locales que conservar las áreas naturales no reduce la productividad, sino que le da un valor agregado de biodiversidad a la zona, fue lo más difícil.

El milagro

Treinta hectáreas restauradas parecen poco cuando son 4.861 las que han sido transformadas de su estado natural por la intervención humana, ya sea por talas, quemas, explotaciones o construcciones.

Sin embargo, es un gran paso en cuanto al cumplimiento del compromiso internacional adquirido por el país ante la COP en el Convenio de Diversidad Biológica (CDB). Allí, Colombia firmó, junto con 196 países más, las 20 Metas Aichi para la biodiversidad:

#15 “Para 2020, se habrá incrementado la resiliencia de los ecosistemas y la contribución de la diversidad biológica a las reservas de carbono, mediante la conservación y la restauración, incluida la restauración de por lo menos el 15 por ciento de las tierras degradadas, contribuyendo así a la mitigación del cambio climático y a la adaptación a este, así como a la lucha contra la desertificación.”

En 2001, se inició con el proyecto de restauración del DCS Barbas-Bremen. Durante dos años, biólogos e investigadores del Instituto Humboldt exploraron la zona para realizar un diagnóstico de los suelos, las especies de flora y fauna, y de las comunidades que allí habitan. Foto: Susana Panesso/Semana.

Barbas-Bremen tiene hoy una deuda de 700 hectáreas para contribuir a la meta global desde el distrito. Aún así, Brigitte Baptiste, directora del Instituto von Humboldt es optimista frente a los procesos adelantados en la reserva: “Ya llevamos casi 20 años en este proceso y los efectos se notan en la fauna”. Hernando Castro, también ha notado el aumento de especies en el sector, especialmente de mamíferos y aves. Además, señala que, desde que llegó a la reserva hace 15 años, cada vez pareciera haber más agua.

Especies amenazadas como el mono aullador, el perro de monte y la pacarana y aves como la tángara multicolor, gallito de las rocas, carriquí de montaña, pava caucana y el barranquero colorado habitan hoy los bosques de Barbas-Bremen. El yarumo, el helecho arborescente, el papelillo y el molinillo son las especies vegetales más características.

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Con la entrega de la Guía para la restauración ecológica de la región subandina, Caso: Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen el Instituto von Humboldt termina su participación en el proyecto y deja en manos de las corporaciones y autoridades locales la conservación del terreno restaurado y la promoción de las buenas prácticas para continuar con el proceso.

Hasta ahora, el proyecto de restauración, al igual que la guía ecológica, son el fruto de un trabajo colaborativo entre diferentes entidades, tanto ambientales como económicas. En Barbas-Bremen han intervenido, además de las comunidades, la Corporación Autónoma Regional del Quindío (CRQ), la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (CARDER), los gobiernos locales, el ya mencionado Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y el Grupo  Energía de Bogotá.

El proyecto de restauración, al igual que la guía ecológica, son el fruto de un trabajo colaborativo entre diferentes entidades, tanto ambientales como económicas. Foto: Susana Panesso/Semana.

Este último, fue el encargado de la financiación como parte de su responsabilidad social dentro del Proyecto Armenia de energía eléctrica. “En Grupo de Energía estamos comprometidos en todas las acciones ambientales por donde pasan nuestros proyectos, nuestras líneas de transmisión son realmente corredores verdes. Nuestro objetivo es llevar  progreso a las regiones mediante un relacionamiento genuino con la comunidad”, dijo su presidenta Astrid Álvarez.

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En la casa de Hernando Castro viven él, su esposa, su hija y miles de especies de insectos, aves y mamíferos. Tiene un jardín de 800 hectáreas a las que él, con mucho cuidado, les hace mantenimiento constante. Y en esta casa, las puertas están siempre abiertas, como dice Hernando, para disfrutar de la naturaleza, conocer un tesoro escondido del Quindío y entender lo importante que es cuidar la biodiversidad del país.

*Este es un producto periodístico de la Gran Alianza contra la Deforestación. Una iniciativa de Semana, el MADS y el Gobierno de Noruega que promueve el interés y seguimiento de la opinión pública nacional y local sobre la problemática de la deforestación y las acciones para controlarla y disminuirla.