Desde antes de la conquista, los indígenas barequeaban. La minería no tenía fines comerciales. Hacía parte de su cosmovisión.

BICENTENARIO

Evolución de la tecnología en la minería del oro en dos siglos

Esta es una de las industrias que entendió sus desafíos en la historia. Con el paso de los años ha buscado métodos y herramientas para hacerla más sostenible.

Juan Diego Ramos B. Docente investigador de la Universidad Eafit
15 de julio de 2019

La evolución tecnológica forma parte del proceso que una cultura o una pequeña comunidad lleva a cabo. Es inherente a la especie humana. La minería, así como los descubrimientos de materiales para realizar las primeras hachas y cuchillos de pedernal u obsidiana, forma parte del quehacer humano ante su interacción y búsqueda de la supervivencia.

La minería del oro en América otorgó fortuna y poder a la Corona española y una desgracia interminable para los pueblos indígenas del continente. Las sociedades prehispánicas en Colombia conocieron esta actividad con la explotación y transformación del oro, en el siglo I a. C. Pero solo en el siglo IV iniciaron la gran orfebrería, piezas ornamentales y rituales de extraordinaria riqueza estética, fabricadas en tumbaga (es una aleación de oro y cobre en proporción de 30 % y 70 %, respectivamente) por diferentes sociedades, actividad que realizaron hasta la llegada de los españoles.

El oro estaba representado en ornamentos de la comunidad, ajuares funerarios y tesoros de los caciques. La fuente de tales recursos venía, principalmente, de filones de las cordilleras Occidental y Central, en especial de Antioquia, Quindío y Tolima, ya que ríos y quebradas arrastraban las pesadas partículas de oro (pepitas o ‘chicharrones’ de mayor tamaño), hasta las planicies donde quedaban atrapadas en los aluviones o meandros. Allí, con bateas, lavaban las arenas para extraer el oro sedimentario.

Posteriormente, los indígenas aprendieron a realizar socavones (laboreo de minas) con la coa, una vara de madera firme, con uno de sus extremos endurecido al fuego. Usaron hornillas de cerámica (huayra) y crisoles para elevar las temperaturas. Perfeccionaron la técnica de la cera perdida, así como el martillado, el repujado y el templado. Colombia tuvo la mayor variedad y riqueza de estilos en orfebrería.

Los colonizadores españoles (1492-1550) tomaron primero los ornamentos corporales de los nativos. Luego que estos se agotaron, comenzaron a saquear las tumbas. Cuando ya había poco por extraer, fueron a las fuentes del mineral (vetas y aluviones) con la mano de obra de indios, y luego con esclavos negros (1550). La extracción la efectuaron mediante el mazamorrero (con el azadón, el almocafre, la batea, el barretón y los cachos), el barequero con la batea, el zambullidor (sumergido en el río con un cajón para extraer las arenas del fondo) y el canal de cortada (un dique que desviaba las aguas, y secaban el pozo) fuera de la corriente.

Los españoles estaban notablemente atrasados en tecnología minera. A partir de 1759 se vieron obligados a practicar la minería de veta, es decir, construir galerías horizontales y verticales en las montañas, usando tecnología rudimentaria con barras, cuñas y almádanas. Incluso, precariamente, trituraban las arenas y las rocas a mano entre dos piedras, fundiendo en fraguas artesanales. En estos tiempos, el oro era transportado en la espalda, por indígenas y esclavos, desde Marmato hasta a la costa atlántica.

En 1784, Luis Laneret, ingeniero francés, fabricó molinos de arrastre, lo que incrementó el beneficio del oro de veta. Juan José D’Elhuyar, científico español, en 1789 diagnosticó cómo en Colombia se desconocía el arte y método del beneficio del oro. Entre 1824-1825 se construyó el Molino Antioqueño, con pisones, por Gregorio Baena en el municipio de Anorí, movido por agua y rueda de gravedad. Al tiempo (1822), Jean-Baptiste Boussingault, un ingeniero francés, fabricó molinos de arrastre en las minas de Titiribí, Buriticá y Supía, e introdujo la técnica de la amalgamación, en la que a las arenas con oro se les agregó mercurio.

El mercurio es un elemento tóxico, que no solo afecta el sistema nervioso, el sistema inmunitario, el aparato digestivo, la piel, los pulmones, los riñones y los ojos, sino también el hábitat natural y la vida de otras especies. Al calentarse a 357 grados centígrados, se evapora, dejando al oro libre. La retorta es el dispositivo que se usa para reducir la contaminación del mercurio en el medioambiente.

Los avances

Los extranjeros trajeron la mineralogía, la geología, la hidráulica, la mecánica aplicada, la química inorgánica, los métodos geofísicos, el sismógrafo, la construcción de vías, la pólvora y la rueda hidráulica, entre otros dispositivos, instrumentos y conocimientos. Entre ellos, aparecen Boussingault, Moore, Walker, Nisser, Eusse, Blair, Cock, Paschke, De Greiff, White, Johnson y muchos más, procedentes especialmente de Inglaterra, Suecia, Alemania y Francia.

Tyrell Moore, ingeniero británico, en 1826 montó el primer molino de pisones, conocido también como Cornish Mill, eliminando el trabajo manual. A mediados del siglo XIX, se introdujeron bombas de vapor con leña para calderas y, posteriormente, con carbón mineral para extraer el agua de las minas. Entre los años 1860-1870, capitalistas norteamericanos y franceses trajeron las primeras dragas al río Nechí, en Antioquia, para la extracción del oro aluvial.

Se constituyeron ferrerías en diferentes regiones: Pacho, La Pradera y Samacá. En 1865 se funda la Ferrería Amagá, que fabricaba pisones de hierro, ruedas hidráulicas, ruedas Pelton, bombas para agua, despulpadoras, trapiches y piezas metalmecánicas en general.

Desde 1880 en adelante, las bombas de hierro fundido trabajan casi continua e indefinidamente, descargando las minas de inundaciones de agua, lo que mejoró las condiciones de trabajo, producción y seguridad.

En 1900 se utilizan cables de acero para elevadores, malacates, cables aéreos, puentes y diferentes actividades asociadas a la minería del oro. Los monitores hidráulicos (grandes y potentes mangueras que generan chorros de agua), introducidos por los hermanos Gouzy en Sonsón, destrozan los taludes de tierra para extraer oro. Este tipo de actividad erosiona notablemente las laderas, y crea lodos y sedimentos que deterioran la calidad del agua y los lechos de quebradas y ríos. Y cuando las condiciones de las minas eran rocosas, se comenzó a usar la dinamita.

El beneficio del oro mejoró con el molino californiano de 30 pisones, más eficiente y poderoso que los anteriores, triturando entre 4-5 toneladas de material al día, accionado por máquinas industriales de vapor. Al tiempo, se desarrollaron tanques de cianuración, más económicos que con mercurio. Pero el cianuro, además de ser tóxico y potencialmente mortal, afecta fuentes de agua, quedan residuos y lixiviados en depósitos de escombros mineros, y envenena todas las especies vivas al sofocarlas por falta de oxigenación.

En las dos primeras décadas del siglo XX se trajeron motores eléctricos para zonas rurales, y mesas vibratorias Wilfley para la clasificación del material (separar la arena del oro). Compresores ingleses llegaron para abastecer de aire el interior de las minas más profundas mediante mangueras.

En 1931, los taladros o martillos neumáticos muestran excelentes resultados en la perforación de las duras rocas de los socavones de la Frontino Gold Mines, de parte del ingeniero John Reed. Los molinos de bolas son introducidos cuando ya hay montajes de plantas eléctricas para moverlos y triturar el material lo más fino posible.