Miembros del CONAP apagan el último cortafuego en el Parque Nacional Laguna del Tigre. Foto: Max Radwin para Mongabay. | Foto: Max Radwin para Mongabay

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Incendios, ganado, cocaína: la deforestación aumenta en Laguna del Tigre

Los conservacionistas y arqueólogos sostienen que la riqueza biológica y cultural de este parque nacional se ve amenazada por los altos niveles de deforestación provocada por incendios, actividades ganaderas industriales y el tráfico de sustancias psicoactivas.

Max Radwin/Mongabay Latam
16 de septiembre de 2019

Una patrulla de once hombres está caminando por un difícil sendero selvático cubierto con el ennegrecido follaje de varios arbustos quemados. Los árboles aledaños —con las bases manchadas por el humo, pero todavía vivos— tienen pintados una desprolija M verde que alude a La Mestiza, la comunidad campesina que reclama el área.

Las autoridades consideran que los residentes de La Mestiza son intrusos, ya que la aldea queda dentro del Parque Nacional Laguna del Tigre, el parque más grande de Guatemala. Sin embargo, los miembros de la comunidad han defendido lo que ellos dicen que es su derecho a vivir en esta tierra y utilizar los recursos, en algunos casos, incluso mediante la violencia.

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Cinco de los hombres de esta patrulla son guardaparques. Los otros seis son oficiales de la Policía Nacional Civil, quienes llegaron tarde la noche anterior para prestar seguridad adicional. Juntos, recorren el bosque en línea recta, y hablan solo con susurros. Los líderes portan machetes para sacar del sendero las enredaderas y helechos. La mayoría lleva botellas de agua, a veces, más de una. Incluso a las 8:30 de la mañana, el sol pega tan fuerte que el sudor ha comenzado a empapar los cuellos.

La selva se vuelve cada vez más escasa hasta que la patrulla llega a un campo de ocho kilómetros de largo, antes tan denso como las partes más sanas del parque, pero ahora con vallas para el ganado por todos lados. Está completamente deshabitado. Más allá de la línea de árboles más lejana, una columna de humo se eleva en el aire matutino.

“Alguien ha iniciado un fuego”, dice Michel Bertruy, guarda forestal de la Wildlife Conservation Society (WCS). Él ayuda a coordinar patrullas conjuntas con el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), la policía y el ejército. Mira al resto de la patrulla: “Creo que deberíamos seguirlo”.

Laguna del Tigre ocupa alrededor de 337 000 hectáreas al norte de Guatemala. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

La patrulla camina en fila india, y hablan solo con susurros. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

Roza y quema

El fuego se usa para desmontar los bosques y dejar la tierra más cultivable y es el causante principal de la deforestación en el parque. Entre 2001 y 2018, Laguna del Tigre perdió casi el treinta por ciento de la corteza forestal, de acuerdo con los datos satelitales recabados por la Universidad de Maryland. En ese período, el parque perdió más de 526 000 hectáreas.

Datos preliminares para 2019 indican que la tasa de pérdida aumentará drásticamente durante este año. Los satélites registraron más de 82 000 alertas de deforestación en el parque entre el 1 de enero y el 6 de junio. Más de 57 000 de estas alertas se registraron solo en mayo. Las imágenes satelitales muestran vastas franjas de tierra recientemente quemadas donde, menos de veinte años atrás, se encontraba el antiguo bosque tropical.

Alertas de pérdida de corteza forestal registradas este año cubren el parque en rosa. Fuente: GLAD/UMD, accedida a través de Global Forest Watch.

Imágenes satelitales muestran un área quemada y desbrozada en la parte noroeste del parque que el año pasado estaba cubierta, en gran medida, de bosque. Fuente: Copernicus Sentinel-2 y Landsat 8 OLI, imágenes de Planet Labs, accedidas a través de Global Forest Watch.

Laguna del Tigre comprende alrededor de 337.000 hectáreas de la esquina noroeste de la Reserva de la Biosfera Maya. La reserva en sí es un rompecabezas formado por muchos parques nacionales y zonas de usos múltiples, incluyendo nueve concesiones forestales comunitarias, que bordean México a lo ancho y Belice por el este. En total, la reserva abarca poco más de dos millones de hectáreas, lo que representa alrededor de una quinta parte del territorio guatemalteco.

Con miles de antiguas ruinas mayas, la reserva alberga algunos de los patrimonios culturales más importantes del país. También sustenta una densa biodiversidad, más conocida por las poblaciones amenazadas de guacamayos rojos (Ara macao) y jaguares (Panthera onca). En Laguna del Tigre específicamente, el CONAP ha contabilizado 219 especies de aves, 97 mariposas, 38 reptiles y 120 mamíferos, pero los incendios han contribuido al drástico descenso de las poblaciones.

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Con una extensión que va desde el sur de México, atraviesa Guatemala y llega hasta Honduras y El Salvador, el hábitat del guacamayo rojo se ha reducido en toda la región. En Guatemala, solo se los puede encontrar dentro de la reserva, donde las autoridades estiman que hay entre 150 y 250 individuos. En las áreas del parque ocupadas por comunidades humanas, las poblaciones del jaguar también han menguado, ya que la presa de este ha desaparecido, y quedan alrededor de 340 jaguares en total.

Las autoridades dicen que las aproximadamente treinta y ocho comunidades del parque son responsables de los incendios, como lo son las actividades ganaderas independientes y, en menor medida, los traficantes que necesitan una pista de aterrizaje para los aviones que transportan drogas.

Los guacamayos rojos contemplan su territorio en Perú. A diferencia de los de Centroamérica, las poblaciones sudamericanas son consideradas estables.

Los esfuerzos para detener el avance de la deforestación, así como también para recuperar el territorio ocupado de forma ilegal, algunas veces fallaron debido a la falta de recursos, información confiable y un claro enfoque ético acordado para trabajar con las comunidades invasoras, muchas de las cuales solo buscan un medio para vivir.

La Mestiza, con una población actual de entre doscientos cincuenta y quinientos hombres, mujeres y niños, se formó en algún momento entre finales de los noventa y mediados de los 2.000 cuando el país estaba saliendo de una guerra civil de 36 años. Millones de personas que habían sido desplazadas de las zonas rurales buscaron tierras cultivables y seguras para recomenzar sus vidas. Muchas de las que se asentaron en Laguna del Tigre no sabían que esta tierra había sido designada como protegida en 1990.

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“La gente también tuvo que migrar debido a las pobres condiciones económicas”, dijo Noé Amador, líder y activista de la comunidad de Laguna del Tigre. “Ellos no reciben apoyo del Estado y toda esa pobreza fuerza a la gente a buscar un medio para sobrevivir”.

Las autoridades del parque sostienen que la ley es clara: todo aquel que resida en Laguna del Tigre está cometiendo un delito. Pero también son conscientes de que hay una diferencia entre los campesinos marginados que tratan de salir adelante y los invasores que talan miles de hectáreas para enriquecimiento personal.

Invasores en Laguna del Tigre quemaron la selva para hacer espacio para ranchos ganaderos. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

“Estas personas que ya tienen su pedazo de tierra —dice Carlos Vásquez, guardaparque del CONAP— siguen desmontando el área. Prenden fuego y el fuego se sale de control y siguen agarrando más y más tierras, a pesar de que tienen un montón”.

Las autoridades del parque dicen que en 2014 los miembros de La Mestiza reclamaron 5.700 hectáreas adicionales del parque con la intención de desmontar el área para la actividad ganadera. Las autoridades lograron hacerlos retroceder de casi todo el territorio, pero al año siguiente, los miembros de La Mestiza renovaron el reclamo de la tierra, incluyendo más de 18 500 hectáreas. Los conflictos continuaron en febrero de 2016, cuando los arqueólogos de Perú-Waka’, una antigua ciudad maya cercana, le escribieron al embajador de los Estados Unidos en Guatemala sobre los peligros que los incendios representaban para las ruinas.

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Las autoridades del parque han “recuperado” desde entonces una gran parte del territorio, incluyendo el campo por donde Bertruy y la patrulla están caminando ahora. Recuperar un área del parque conlleva principalmente asegurarse de que los invasores no regresen para interferir en el crecimiento natural de la selva. Sin embargo, unos cuantos hombres de la patrulla de Bertruy advierten bosta de caballo por todo el campo —y está fresca—. Alguien ha pasado por aquí no hace mucho.

Pastura para ganado en un área que una vez fue bosque. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

“Tanto para hacer y tan poco con que hacerlo”

Entre 2008 y 2017, las autoridades del parque recuperaron aproximadamente 155.000 hectáreas. Algunas de ellas han sido tomadas por los invasores, pero es difícil saber con exactitud cuántas. Las autoridades del parque dicen que conservar las tierras recuperadas es un proceso continuo, que resulta aún más complejo por el tamaño y las condiciones de Laguna del Tigre, donde los caminos con barro pueden hacer que incluso un viaje corto dure todo el día. Muchas de las autoridades del parque también comentan que se ven afectados por la falta de recursos.

“Cuando se trata de Laguna del Tigre, no hay demasiado interés en invertir”, dijo Álvaro Hoil, de Servicios Técnicos del CONAP, “a pesar de que es una de las áreas más afectadas en cuanto a la pérdida de cubierta forestal. Hay tanto para hacer y tan poco con que hacerlo”.

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En 2017, el presupuesto nacional del CONAP era de 13.5 millones de dólares. En comparación, el organismo de parques análogo en la cercana Costa Rica recibió 65 millones de dólares durante el mismo año (bastante más alto que la tasa de cambio entre los dos países). Laguna del Tigre recibió alrededor de 666.674 dólares de los fondos del CONAP, y con unas ochenta personas que trabajan en el parque, las autoridades tienen que depender de organizaciones independientes como WCS para ayudar a sostener la ilusión de una presencia generalizada.

Hoy en día, la mayoría de los bomberos del CONAP, así como también el ejército, están a unas cuantas horas de La Mestiza, ocupándose de otras cuestiones. Tener once hombres en la patrulla puede ser mucho o poco, dependiendo de las circunstancias.

Un bombero del CONAP camina por el campo quemado en el Parque Nacional Laguna del Tigre. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

La Mestiza se ganó la reputación de juntarse en grandes cantidades cada vez que uno de los suyos es detenido e interrogado por una autoridad del parque. En 2016, una patrulla conjunta del CONAP y el ejército fue capturada por miembros de La Mestiza y obligados a firmar una declaración en la que reconocían el derecho de la comunidad sobre la tierra. A los efectivos militares presuntamente les gritan y los insultan. Un oficial afirma que le sacaron el uniforme y lo golpearon en la espalda con la parte ancha de un machete.

Estas son las historias que los once hombres relatan —quién estuvo ahí durante la confrontación; quién vio qué— mientras se acercan cada vez más al corazón del área de influencia de La Mestiza.

En breve, alcanzan un arroyo escondido por una arboleda y se detienen en la orilla para beber agua de las botellas, para comer algo y recuperar el aliento. Todavía se ve el humo en la distancia, pero el origen de este todavía no está a la vista. Apenas cruzando el arroyo, en más tierra abierta, hay vacas mugiendo, y en donde hay vacas mugiendo, la gente no puede estar muy lejos.

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“La Mestiza debe estar a menos de cuatro kilómetros de aquí”, dice un oficial de policía. “Puedes ir”, dice el guardaparques del CONAP Magdiel Manzullero. “Yo espero aquí”.

Los hombres festejan la broma en silencio, pero también es la manera de acordar un plan sin tener que tratarlo en voz alta. El fuego está con toda probabilidad cerca de una vivienda de La Mestiza. Y a pesar de cuántos son, de las armas, de toda la distancia que han recorrido y de la certeza jurídica que los obligó a hacerlo, el riesgo de la confrontación no vale la pena hoy.

La patrulla podía ver el humo más allá de la distante línea de árboles. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

Después de toda la transpiración y planificación y exploración, juntan sus cosas y se alejan del humo. Vuelven caminando por el campo de tierra recuperada y pasan los árboles pintados con las M. Varios de los guardaparques introducen datos en el GPS para documentar las coordenadas del recorrido y lo que vieron.

También es una forma de tomar nota sobre lo que se hizo como respuesta a una actividad ilegal. Lamentablemente, en algunas ocasiones, los guardaparques no tienen otra opción más que dejarla en blanco.

La Reserva de la Biosfera Maya en peligro

Luego del patrullaje, tres de los guardaparques de la WCS conducen hacia el norte a través de la Reserva de la Biosfera Maya, cruzan los límites del parque Laguna del Tigre y se meten en el corredor biológico La Corona. Este tramo de 16.000 hectáreas de selva prácticamente prístina separa el parque de las comunidades y de las concesiones forestales industriales cercanas, lo que permite a los residentes legales el aprovechamiento sustentable de los recursos forestales dentro de normas estrictas.

Mientras diseñaban la reserva, las autoridades no estaban seguras de si las concesiones forestales iban a funcionar como se pretendía o si se saldrían de control y diezmarían la selva. Los corredores se incluyeron en el diseño para conectar todos los parques nacionales, y permitir que la fauna migre de un lugar a otro si llegara a haber una pérdida significativa de hábitat.

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Lo que fallaron en predecir los diseñadores de la reserva fue que la gran amenaza de la deforestación vendría no de las concesiones forestales (de hecho, esta estrategia parece funcionar bien), sino desde adentro de Laguna del Tigre.

Debido a que sacarles la tierra a comunidades como La Mestiza ha resultado muy difícil y peligroso, los guardaparques de la WCS pasan la mayor parte del tiempo defendiendo el corredor biológico La Corona y las zonas orientales del parque, donde hay menos habitantes.

Ramón Peralta, guardaparques de la Wildlife Conservation Society, camina a través de un cortafuego mientras patrulla en el Parque Nacional Laguna del Tigre. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

En 2002, la deforestación pasó de Laguna del Tigre a La Corona, casi llegando hasta la concesión forestal AFISAP. Cuando un gran incendio se propagó por La Corona al año siguiente, la WCS y otras organizaciones se dieron cuenta de cuán fácil la deforestación podía ir hacia el este e invadir las concesiones, lo que ponía en peligro la totalidad de la Reserva de la Biosfera Maya.

En 2004, empezaron a incrementar la presencia en el área, mediante la implementación de una serie de puestos de guardia y la conexión de senderos que funcionaban como rutas de patrullaje y cortafuegos, conocidos ahora como el escudo. Al concentrar las patrullas en esta franja de 40.000 hectáreas de selva, las autoridades del parque consiguieron hacer retroceder a los ocupantes ilegales para 2010 y mantener a raya a los nuevos. Aunque es complicado saber el número exacto, las autoridades del parque afirman que no se ha expandido la actividad ganadera ni la agricultura desde la creación del escudo.

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Los guardaparques de la WCS alternan entre ocho días en casa y veinte días en la selva, donde viven en el campamento base de La Corona con las instalaciones al aire libre y electricidad limitada. El intenso calor les quita el apetito. El agua potable debe ser recolectada en grandes cubas de plástico durante las lluvias.

A cuarenta y cinco metros hay un campamento adyacente del CONAP y a unos noventa metros de allí hay una atalaya de metal de veintisiete metros, desde la que se ve un mar plano de follaje forestal. Les permite a los guardaparques identificar fogatas lejanas y avionetas narcos. En un día despejado, también es posible ver el borde del escudo, donde la prístina selva se encuentra con una gran cantidad de ganado pastando.

Una atalaya del CONAP en Laguna del Tigre. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

En esta parte de la reserva, pocos ranchos ganaderos pertenecen a las comunidades de campesinos como La Mestiza. Al contrario, son actividades industriales particulares dirigidas por propietarios independientes. Sin embargo, tan poco se sabe sobre quiénes son o de dónde vienen, que las autoridades del parque tienden a hablar de ellos en términos generales que rayan la especulación.

El consenso mantenido por las autoridades del parque es que muchas de estas grandes propiedades fueron desbrozadas al principio por comunidades campesinas y luego vendidas a “gente poderosa” que vive en otras partes del país. Estos ricos terratenientes dejan las actividades diarias a un administrador que poco sabe sobre cómo se adquirió la tierra, lo que dificulta que las autoridades reciban respuestas cuando golpean una puerta tras otra.

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“Algunas personas vienen”, dijo el sargento segundo José Alberto Calchor. “Queman la tierra y los que llegan se las compran y la utilizan para la ganadería. Lo único que escucharás es que algunas personas llegaron primero para vender la tierra a otras, pero nadie sabe quiénes son”.

Las autoridades del parque afirman que muchos de los ranchos ganaderos participan en el contrabando en masa de ganado a México. La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural del país ha estimado que entre cuatrocientos mil y un millón de bovinos entran ilegalmente cada año al país desde Guatemala.

Tierra desmontada para el pastoreo del ganado. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

Los ranchos ganaderos independientes ocupan excesivas cantidades de tierra, a veces varios miles de hectáreas, lo que lleva a pensar a las autoridades del parque que algunos de estos ranchos son también fachadas para las actividades de tráfico de droga. Semejantes áreas extensas no solo proporcionan un espacio para las avionetas que vienen de Colombia y Venezuela, sino que también sirven como un medio para lavar dinero.

Las narcoavionetas comenzaron a llegar a Guatemala a mediados de los 2000, luego de que las autoridades antinarcóticos empezaran a desarticular las rutas de la cocaína en el Caribe. Los traficantes necesitaron un nuevo corredor a México, y Centroamérica se convirtió en la segunda mejor opción, de acuerdo con la Oficina de la Política Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos (ONDCP, por sus siglas en inglés). Entre 1980 y 2010, más del setenta y cinco por ciento de todas las incautaciones de drogas pasaron del Caribe a América Central, lo que llevó a la ONDCP a afirmar que, cuando de tráfico de drogas se trata, “todos los caminos conducen a Guatemala”.

“Como la superficie es muy grande, se presta para la instalación de pistas de aterrizaje”, explica el subteniente Marcos Arturo Rosales. Él estima que alrededor de quince aeroplanos llegan a Laguna del Tigre cada mes, aunque depende de la época del año. “Ellos aprovechan la temporada de verano”, agrega.

“¿Quién se merece la tierra?”

Las autoridades dicen que muchos ranchos ganaderos no se establecieron teniendo el tráfico de drogas en mente. Más bien, son abordados por los traficantes con la oportunidad de conseguir un dinero extra, y es difícil decir que no.

Las autoridades dicen que muchos ranchos ganaderos no se establecieron teniendo el tráfico de drogas en mente. Más bien, son abordados por los traficantes con la oportunidad de conseguir un dinero extra, y es difícil decir que no.

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En 2017, el exalcalde de La Mestiza Jovel Tobar Rodríguez fue arrestado durante una conferencia de prensa afuera del segundo Congreso sobre Justicia Ambiental en la Reserva de la Biosfera Maya. Los detractores alegaron que la policía había actuado sin una orden judicial, pero las autoridades sostuvieron que él era buscado por delitos medioambientales y tráfico de drogas.

El año anterior, las comunidades de Laguna del Tigre y Sierra Lacandón presentaron un propuesta alternativa para el desarrollo de la Reserva de la Biosfera Maya en la que exhortaban el reconocimiento de dichas comunidades y la “permanencia garantizada” en tierra protegida. Sin embargo, el CONAP consideró que la propuesta era inconstitucional, e incluso se rehusó a firmar un acuerdo en el que se estableciese bajo qué lineamientos la propuesta podía ser debatida.

Un bombero del CONAP extingue lo que queda del cortafuego en Laguna del Tigre. Foto: Max Radwin, para Mongabay.

Mientras que no se encuentre un método de negociación viable entre todas las partes, las autoridades del parque ven el escudo, las patrullas y las atalayas como soluciones mayormente temporales para proteger la selva. Se fijaron como objetivo para 2021 reducir a menos de 445 hectáreas el área promedio anual afectada por los incendios forestales en toda la Reserva de la Biosfera Maya. Sin embargo, la tasa de deforestación solo en Laguna del Tigre todavía es muy superior.

La WCS y el CONAP han comenzado a trabajar en iniciativas de consolidación de la paz en el área con agencias y organizaciones internacionales con la esperanza de acortar las distancias entre la protección ambiental y los derechos humanos. Pero queda mucho por hacer.

“La pregunta es: ¿Cómo eliminas el crimen organizado del área y cómo evalúas quién se merece la tierra?”, dijo Roan McNab, director del Programa de la WCS de Guatemala. “Son preguntas difíciles y, si no se solucionan, este problema se puede propagar al resto de la Biosfera Maya”.

Lea el artículo en su versión original en el siguiente link: https://es.mongabay.com/2019/09/guatemala-laguna-del-tigre-deforestacion/