Desde finales de 1800, la familia Zambrano cuida la biodversidad de la Orinoquia. Foto: Jonathan Gordillo. | Foto: Los Zambrano

EJEMPLO VERDE

Los llaneros que no cambiaron el medioambiente ni por bolsas de dinero

Los Zambrano les han dicho una y otra vez que no a empresas y grandes industrias porque prefieren preservar la naturaleza y mantener viva la cultura llanera.

Jorge Duke Suárez
25 de julio de 2020

Por lo menos diez veces han llegado a la reserva natural El Encanto de Guanapalo empresas con dinero en efectivo o contratos con tantos ceros que pensar en rechazarlos podría ser una barbaridad.

Se trata de un predio de 9.000 hectáreas que, si no es el paraíso, es lo más parecido que pudiera acercársele. La historia de los Zambrano se remonta a finales de 1800, cuando don Gerardo Zambrano, huérfano desde los seis años y quien trabajó toda su vida, consolidó un gran hato llamado El Encanto.

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En 1904 repartió la tierra en tres partes iguales para sus hijos. Una vez entregó la herencia, les hizo prometer que no se iban a prestar para acabar el legado que, con esfuerzo, había construido. Al sol de hoy, cinco generaciones mantienen su palabra. 

La conservación ambiental ha pasado de generación en generación en la familia Zambrano. Foto: Jonathan Gordillo.

Un paraíso  

Pareciera que una canción del compositor e intérprete llanero Orlando ‘el Cholo’ Valderrama describiera esta reserva medioambiental: “si el cielo es un paraíso, tendrá que tener un llano”. 

Las 9.000 hectáreas, ubicadas en San Luis de Palenque, Casanare, están divididas en tres hatos: Mata de Palma, Altamira y Montana. Dichos territorios se han convertido en santuarios para la flora, la fauna, la conservación forestal y la protección de acuíferos. 

Las sabanas inundables de la reserva son hervideros de la biodiversidad llanera. Foto: Jonathan Gordillo.

Juan Carlos Vargas Zambrano, uno de los nietos de don Gerardo y representante legal de la reserva natural El Encanto de Guanapalo, reconoce que las propuestas económicas han sido considerables, pero no tan grandes como la riqueza natural que hay en los hatos. 

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Acá hemos recibido propuestas de todo tipo, pero nuestro objetivo es dar a conocer este paraíso al mundo. No nos interesan los monocultivos, ni la extracción, preferimos conservar el legado del abuelo y mantener viva la cultura llanera que se ha venido acabando” señaló.

La familia Zambrano mantiene viva la tradición llanera mientras ciuda la naturaleza. Foto: Jonathan Gordillo.

Carlos Gerardo Zambrano, representante legal del Hato Montana, dice que en su terruño se van a encontrar con un paraíso donde se mezcla la cultura llanera con su trabajo habitual y el entorno. “Se pueden extasiar con experiencias que no son montadas, son reales”. 

En dicha reserva es habitual avistar especies de felinos como pumas, jaguares, cunaguaros y tigrillos, conviviendo con chigüiros (los roedores más grande del mundo), venados, lapas, picures, marranos de monte y el ave más imponente de la Orinoquía: el garzón soldado. 

La biodiversidad de la fauna en la reserva es igual de vasta a las extensas llanuras de la Orinoquia. Foto: Jonathan Gordillo. 

Como si fuera poco, en la zona es normal encontrarse a su paso caimanes llaneros, babillas y anacondas, entre otros. De hecho, tal riqueza natural ha sido el principal gancho para crear la estrategia del famoso ‘Safari Llanero’. 

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Germán Zambrano, hace poco más de dos años, se había visto en la necesidad de vender sus terrenos en Altamira, ya que según él “es muy difícil soportar los costos de un hato. Además, las siembras indiscriminadas de arroz y palma se acercan vertiginosamente a los predios presionando el cambio de uso de suelo”. 

El amor por la naturaleza sigue intacto en las nuevas generaciones de los Zambrano. Foto: Jonathan Gordillo. 

Sin embargo, Germán se dejó tentar de sus primos, del clúster de turismo de la Cámara de Comercio de Casanare y la Fundación Cunaguaro, y decidió ser parte de un proyecto de conservación, que no solo contempla la protección de los ecosistemas sino la cultura.

Además, durante dos años la Cooperación Suiza aportó el conocimiento y los recursos para fortalecer las reservas y los hatos con miras a recibir al turista especializado, en su mayoría internacional. 

“Nosotros no solo tenemos una responsabilidad con la flora y la fauna: también mantenemos un compromiso con la comunidad porque nosotros tenemos en esta reserva natural a la comunidad trabajando para preservar su esencia”, señala Germán.

El año pasado, 1.500 personas visitaron esta reserva del Casanare. Foto: Jonathan Gordillo.

El rescate del nativo   

Una de las labores sociales de la reserva natural El Encanto de Guanapalo es la preservación de la raza llanera. Sus empleados son todos criollos, nacidos y criados en los sabanales de San Luis, Trinidad y Orocué.

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La preservación de esta idiosincrasia solo ha tenido unas pequeñas variaciones, como la de no cazar la fauna silvestre y no intervenir los ecosistemas. De resto, son llaneros facultos.

Durante todo el día, centenares de aves revolotean por la reserva. Foto: Jonathan Gordillo.

Seudiel Walteros ‘Seco’ es famoso por haber ganado en el 2004 un concurso llamado ‘El Gran Llanerazo’, que reunía a los más aguerridos baquianos y se disputaban por ser el de mayores cualidades para los trabajos de llano. 

‘Seco’ es un llanero faculto: ha peleado con felinos, enfrenta toros cimarrones, los colea, cruza los ríos más fieros sobre su caballo, anda descalzo y asegura haber peleado con los espíritus de la llanura. 

Esta reserva mezcla la cultura llanera con el cuidado de la biodviersidad. Foto: Jonathan Gordillo. 

“Si no estuviéramos preservando al hombre llanero, se hubiesen perdido aún más las costumbres, pues han dejado de ser campesinos criollos y muchos se han dedicado a la megaindustria, abandonando por necesidad su esencia”, indica Germán.

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El Encanto de Guanapalo fue visitado por más de 1.500 turistas el año pasado, y antes del confinamiento, ya había reservas para todo el año, cifras que no parecen muy altas pero es justo a lo que le apuntan los nuevos destinos: el turismo selectivo, estar a solas con la naturaleza. 

La cuarentena frenó el turismo en la reserva. Foto: Jonathan Gordillo.

Para prepararse, desde ya la reserva ha adoptado estrictas medidas de bioseguridad que incluyen desde viajar en carro particular sin parar en carretera, hasta la desinfección total para personas, maletas y vehículos, todo previo al ingreso.

Tal como dice Juan Carlos, el dinero puede comprarlo casi todo, pero nunca superará la riqueza de conservar un paraíso a través de los tiempos.  

Los chigüiros gobiernan los terruños de esta reserva natural del Casanare. Foto: Jonathan Gordillo.