NACIÓN

Los retos para la conservación luego del Acuerdo de Paz

Especialistas coinciden en que es fundamental fortalecer el ordenamiento territorial, la capacidad técnica y financiera de las instituciones ambientales y los mecanismos de planificación, monitoreo y control.

20 de diciembre de 2016

Las montañas, los arroyos y una densa vegetación han sido escenario de conflictos armados por más de 50 años en Colombia. El acuerdo de paz alcanzado por el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), aprobado por el Congreso de la República, abre la puerta para una nueva etapa de la conservación de algunos de los ecosistemas más ricos del mundo.

“Sin duda el tema de la paz es fundamental porque muchas de las zonas donde ha existido el conflicto armado históricamente en el país se encuentran en zonas muy vulnerables ambientalmente”, explica Ángela Andrade, presidenta de la Comisión de Gestión de Ecosistemas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Andrade advirtió que el Gobierno colombiano debe garantizar una estrategia de solución integral del conflicto que, no por resolver solo el aspecto social, pueda generar otros problemas ambientales, debido a que “la sostenibilidad a largo plazo de las comunidades que vayan a entrar en el proceso de paz va a depender del manejo ambiental que se tenga, de lo contrario en el futuro vamos a tener otros conflictos socioambientales  generados por falta de recursos o por el tema del agua”. (Vea: El papel de los veedores ambientales después del Acuerdo de Paz)

Colombia es uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo  y a nivel de ecosistemas tiene una amplia variedad de paisajes terrestres y marinos, como los bosques secos del Caribe o los bosques andinos, todos ellos en diferentes grados de vulnerabilidad debido al cambio climático o al cambio del uso de los suelos.

De acuerdo con Andrade, quien participó en la primera evaluación de los ecosistemas terrestres colombianos, de 80 tipos identificados, cerca del 50% está en categoría de vulnerabilidad o amenaza, “lo que demuestra que esto puede tener un impacto importante no solo en la pérdida de biodiversidad de especies sino de funciones y servicios que estos ecosistemas proveen para el bienestar humano”.

Por su parte, Sebastian Troëng, vicepresidente de Conservación Internacional y encargado de los programas para América Latina, comentó a Mongabay Latam en el marco de la Conferencia de las Partes de la Convención de Diversidad Biológica (COP13) que como organización sin fines de lucro están “muy esperanzados por el proceso de paz, tanto por el pueblo colombiano como por las oportunidades que genera para el tema de conservación, pero los retos serán que algunas zonas muy ricas en biodiversidad y ecosistemas se abren a un acceso que no había en tiempo del conflicto, y habrá que manejar bien esas presiones”.

Para este experto, las oportunidades que implica la paz son más grandes que los retos porque tanto en las negociaciones como en el acuerdo se incorporó el reconocimiento de que la paz verdadera solo se logra con el buen manejo de los recursos naturales y el ambiente.

“Nosotros estamos dispuestos a ayudar a todos los actores,  sectores públicos, privados y a la sociedad civil a buscar soluciones reales que generen bienestar para la población colombiana, especialmente en las zonas de conflicto, pero que no comprometan la biodiversidad de los ecosistemas”, refirió Troëng. (Vea: Riesgos y oportunidades ambientales de la paz)

El encargado en Latinoamérica de Conservación Internacional, recomendó que el Gobierno colombiano revisara las experiencias de otros conflictos armados, como en Nicaragua o Guatemala, y su relación con el cuidado de los recursos naturales. “Es muy importante el trabajo con pueblos indígenas. Cuando la parte social o económica no está resuelta, la parte ambiental sufre”, resaltó Troëng. 

Apoyo internacional

En el último Congreso Mundial de la Naturaleza de la UICN, realizado en septiembre de 2016, se adoptó la Resolución 105 titulada “Apoyo a la paz y la naturaleza en Colombia” donde se señala que Colombia es un país megadiverso y que el conflicto armado a través de los numerosos ataques a la infraestructura y la deforestación ha causado graves repercusiones sobre los recursos naturales y la degradación de los ecosistemas.

Aunque reconoce la gran oportunidad que la firma de la paz significa para la sociedad colombiana y el manejo sostenible de sus recursos naturales, “los ecosistemas de Colombia corren un riesgo en la medida en que al implementarse los acuerdos de paz, la economía, la integración y la reconciliación social no se basen en la valoración de los servicios ecosistémicos,  el ordenamiento territorial integrado y el respeto a los derechos de  las comunidades”, expresó Sonia Peña Moreno, de la unidad de política mundial de la UICN.

“Se ha hablado mucho de la paradoja que implicaba la existencia de zonas de conflicto para la conservación de la naturaleza, ya que dichos lugares de presencia guerrillera o de escenario de lucha armada se convirtieron en áreas impenetrables para el desarrollo regular, la conversión del uso del suelo. Ahora que se aplican los acuerdos de paz, estas zonas que albergan ecosistemas vulnerables se vuelven accesibles y hay que tener mucho cuidado en mantener su equilibrio ecológico y reconocer su valor más allá del valor económico para el desarrollo”, recomendó la ambientalista.

Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, a pesar de que su territorio representa 0,22% de la superficie terrestre global, Colombia concentra aproximadamente el 10% de la biodiversidad mundial gracias en gran medida a sus bosques: más de la mitad del país, el 52%, es boscoso.

El conflicto en Colombia ha estado ubicado precisamente en zonas de alta biodiversidad, como el Chocó biogeográfico, la Amazonía y la Orinoquía. “De acuerdo con un estudio de Naciones Unidas, más de del 90% de los municipios con prioridad en el post-acuerdo tiene alguna figura de protección o de regulación de su uso, algunos con hasta el 100% de su área bajo estas figuras”, indica Ximena Barrera, Directora de Política de WWF Colombia.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala en su informe que existen riesgos asociados a que la asignación de tierras a la guerrilla y a las víctimas del conflicto pueda abrir nuevas zonas de desarrollo asociadas a la construcción de carreteras, de industrias extractivas y lo que genera deforestación y pérdida de biodiversidad.  “Es necesario promover el desarrollo de actividades productivas que consideren las condiciones naturales y sociales del territorio. Entre 1990 y 2013 se deforestaron en el país cerca de 5,2 millones de hectáreas, de las cuales el 58% (3 millones de hectáreas) está en municipios con incidencia alta y muy alta de conflicto”, enfatiza Barrera.

Los especialistas coinciden en que es fundamental fortalecer el ordenamiento territorial, la capacidad técnica y financiera de las instituciones ambientales y los mecanismos de planificación, monitoreo y control. 

“Existen oportunidades como la iniciativa Herencia Colombia, inspirada en la experiencia de Brasil a través de ARPA y de Costa Rica por Siempre, donde se busca implementar un sistema de financiación a largo plazo que contribuya a la conservación de más de 20 millones de hectáreas en el territorio, a través de la creación de nuevas áreas, el manejo efectivo y el fortalecimiento de la gobernabilidad del Sistema Nacional de Áreas Protegidas”, comentó Barrera.

Invertir en ciencia y cultura, no en balas 

De acuerdo con las autoridades, en Colombia el proceso de paz ha tenido un impacto muy grande en el tema de biodiversidad y recursos naturales, donde “ya se han visto resultados positivos, desde que se dio el cese de hostilidades ha disminuido de 140.000 a 124.000 hectáreas deforestadas, lo que representa un 12% menos”, aseguró Carlos Alberto Botero, viceministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia.

Sin embargo, Botero admitió que la desmovilización de estos grupos, sobre todo en las zonas boscosas, lleva a gente a acercarse y colonizar algunas áreas, deforestando y degradando el medio ambiente.

“Como ya no están estos grupos alzados en armas, la gente llega libremente a esos sitios sabiendo que no va a tener las consecuencias de ser secuestrada ni ser asesinada en estos territorios. El gobierno debe tener claro este tema para poder evitarlo”, reconoció Botero en el diálogo “Biodiversidad y la construcción de paz” como parte de la Conferencia de las partes de la Convención de Diversidad Biológica (COP13) que se llevó a cabo en Cancún, México.

Además, de acuerdo con el funcionario, se pasó de 350 voladuras de los oleoductos en Colombia por parte de las FARC en 2015 a cero en 2016, “lo que ha tenido una consecuencia positiva para el medio ambiente, además costaba millones de dólares la reparación de este tipo de voladuras”, indicó.

“El costo de un día de guerra en Colombia era de cerca de 10 millones de dólares, que es el equivalente al presupuesto anual de muchas instituciones del Estado, con esa plata se prevé que podamos mejorar las condiciones de educación, salud, agricultura entre otras”, puntualizó Botero.

La visión desde las comunidades

El también exgobernador colombiano refirió que el proceso de paz ha significado una disminución en el número de muertes violentas en los últimos años. “De 112 muertos violentos ahora hay 30 muertos por cada 100.000 habitantes”, especificó.

Botero señaló que “los indígenas entienden la magnitud de lo que significa para ellos estar en paz”, y agregó que en Colombia existe una legislación en cuestiones indígenas y es necesario realizar consultas previas ante cualquier tipo de proyecto para que los pueblos originarios puedan tener una participación activa en el proceso de paz.

Las autoridades también contemplan que las mismas personas que pertenecían a las Farc –gente que conoce el territorio–  ahora puedan cuidarlo. “Algunos son ingenieros ambientales y a otros podemos capacitarlos para que tomen esa senda del cuidado ambiental”, dijo Botero.

Por su parte, Luz Marina Mantilla, directora general del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi, compartió la visión de algunas comunidades en las que han trabajado durante años: “En la Amazonía colombiana existen 58 pueblos indígenas, pero también existen colonos campesinos, yo no soy su vocera, pero sabemos que la gente está contenta y tranquila  de pensar que su escenario territorial va a tener un compás distinto”.

Las personas que habitan en las comunidades rurales sobreviven gracias a la naturaleza.  “Ellos son los más interesados en no degradar sus ecosistemas, su entorno y su biodiversidad, ya que reconocen su importancia, pero es necesario generar opciones que sean viables social, económica y ambientalmente”, remarcó Barrera, quien espera que las miles de especies vegetales y animales en Colombia ahora formen parte de otro escenario, de nuevas historias.