BanCO2 capacita a los campesinos en el desarrollo sostenible del campo. | Foto: SEMANA

PAZ

Un Banco para unir preservación y paz

Esta es la historia de un modelo exitoso que podría ser la respuesta.

Alberto Castaño y María Lourdes Zimmermann*
22 de enero de 2015

Una de las grandes preguntas que deben hacerse los colombianos de cara al postconflicto es, ¿cómo vamos a conservar nuestra biodiversidad? El pasado miércoles el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó un informe de 122 páginas para atender el tema medioambiental en el postconflicto. Sin embargo, existen otras alternativas exitosas que pueden complementar la gran tarea que se viene luego de la firma de la paz.

Entre 1980 y julio de 2010, 6,8 millones de hectáreas de tierras fueron abandonadas o usurpadas en Colombia según Acción Social. Este territorio tiene un tamaño equivalente al de Gales y la República de Irlanda combinados.

El desplazamiento de campesinos, indígenas y comunidades afro de sus sitios de origen, permitió que los suelos usados para el desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas dieran paso a la regeneración natural de los bosques y con ellos, la llegada de la fauna desplazada durante 30 años.

Con la implementación de la Política Integral de Tierras entre 2010 y 2013, el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder), ha titulado 2 millones de hectáreas que fueron reocupadas en un proceso de postconflicto, que ya inició en varios departamentos del país, permitiéndole a las comunidades retomar su vocación, además de encontrar nuevas formas de explotación en el bosque y sus servicios.

Las actividades lícitas como la agricultura y la ganadería ejercen una gran presión sobre los ecosistemas, pero son las actividades ilícitas las mayores aportantes a los procesos de degradación de zonas de postconflicto, Hernando García, biólogo investigador del Instituto Alexander Von Humboldt, afirma que “la triada que amenaza la biodiversidad está compuesta principalmente por el tráfico ilegal de fauna silvestre, la deforestación de los bosques para la comercialización de la madera y la minería ilegal”.
 
Es allí donde se gesta un círculo vicioso que debemos romper como sociedad: los campesinos son desplazados por la violencia, la naturaleza resurge, el estado retorna los habitantes del campo y al llegar, impactan a través del aprovechamiento insostenible los recursos y, para cerrar el ciclo, el estado los persigue por desarrollar actividades lesivas para el medioambiente.
 
Juan Carlos Bello, coordinador  del Programa de Gestión de Información y Conocimiento del 
Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt afirma que “cerca del 65 por ciento de las coberturas vegetales originales del país ya han sido transformadas afectando de gravedad a la biodiversidad, si las tendencias actuales continúan, dentro de 10 años perderemos cerca del 15 por ciento adicional, pero si además, el país sigue avanzando hacia una economía extractivista y de expansión de la frontera agrícola, podríamos perder cerca de 25 por ciento más de esas coberturas naturales”.
 
La pregunta central sería: frente a un eventual escenario de postconflicto en todo Colombia, ¿cómo brindar una opción de vida digna a las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes, que retornen a zonas de paz en Colombia, sin que ello implique la degradación de los ecosistemas, la biodiversidad y los servicios ambientales que de ella se desprenden?
 
“La conservación del medioambiente es muy importante para todos, pero cuando es por cuenta de otros”, afirma Carlos Mario Zuluaga, director de la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare, Cornare, en el Oriente Antioqueño, al referirse a una problemática creciente: conservar la biodiversidad y al tiempo brindar calidad de vida a los campesinos habitantes de estas zonas del país que retornan sin unos ingresos que garanticen mínimas condiciones de vida para ellos y sus familias en una zona que ya se encuentra en postconflicto.
 
El funcionario recuerda claramente el caso de María Camila Escobar, campesina de Popal, una vereda en el sector de la quebrada La Tebaida en San Luis, zona en donde actualmente se vive el postconflicto, quien vio en la deforestación del bosque húmedo tropical la única alternativa de subsistencia.
 
“La primera vez que supimos de ella fue por una denuncia que nos hicieron a través de las redes sociales de una campesina que estaba comercializando al borde de la autopista Medellín-Bogotá un metro cúbico de madera ilegal que había sacado de su finca de 30 hectáreas, fuimos y le decomisamos la madera, a los pocos días nuevamente la misma denuncia con la misma protagonista, en esa oportunidad decidí no enviar a los abogados y técnicos a que hicieran el decomiso, enviamos a funcionarios de la oficina de educación ambiental a sensibilizar a doña María Camila sobre el grave daño ambiental que su actividad estaba provocando”, afirma el director de Cornare.
 
Continúa su relato recordando que, cuando los funcionarios llegaron a convencerla sobre el grave impacto causado al ecosistema, Doña María Camila respondió sin rodeos: “Les voy a hablar de medioambiente. ¿Ven esa casa en la que vivo que parece un tugurio?, ¿a esos cuatro niños que corren por todas partes? o ¿mi despensa vacía?, bueno, pues esa despensa de ese tugurio ha estado vacía por mucho tiempo, no hay hombres adultos porque mi marido me abandonó y a mi hijo mayor me lo asesinaron los paramilitares y esa madera que me van a decomisar es la comida de ellos, así que conmigo hagan lo que quieran, si quieren me llevan presa, o si quieren de una vez me matan para dejar de sufrir, pero todo ese bosque que ven acá, ¡todo!, lo voy a talar y lo voy a vender porque no voy a dejar morir de hambre a mis pequeños, o denme otra alternativa”, relata Zuluaga.
 
El exministro de Medio ambiente y actual asesor de paz del Gobierno Nacional en el proceso de negociaciones con la guerrilla de las Farc, Frank Pearl, afirma sin titubeos que “las comunidades no contribuyen con la degradación de los ecosistemas porque quieran hacer las cosas mal, lo hacen porque tomar una decisión entre el hambre de sus familias y conservar la biodiversidad, no es tan difícil. A los campesinos hay que ofrecerles alternativas viables, hay que brindarles la posibilidad de una calidad de vida digna”.
 
En esas zonas en donde la naturaleza ha subsistido a los embates del aprovechamiento insostenible del sus recursos, los campesinos cuentan con bienes y servicios ambientales para la oferta: captura de carbono, liberación de oxígeno con sus propios bosques, conservación de   microcuencas y protección de la biodiversidad, entre otros.
 
“La fórmula es sencilla, estos campesinos son poseedores de unas tierras que nos ofrecen servicios ecosistémicos que todos, sin distinción alguna, necesitamos para vivir, aire, agua, suelos, alimentos, biodiversidad, pero queremos que ellos conserven todo eso que nosotros necesitamos sin pagarles un peso, ni dejarles alternativas de vida, eso no puede ser; hay que retribuirles económicamente su labor, ya que aquí nos ufanamos de ser un país rico en biodiversidad y agua, pero donde está esa riqueza, viven los más pobres de Colombia”, sentencia Zuluaga.
 
Cuando la sociedad empieza a entender esto, se promueve la solución al dilema entre la conservación de la biodiversidad versus la degradación de los ecosistemas a causa del retorno de los campesinos a sus lugares de origen como consecuencia de la etapa de postconflicto.

Una opción para la biodiversidad del país
 
BanCO2 es una estrategia exitosa, implementada por Cornare con 400 familias campesinas, que ha logrado con solucionar ese conflicto y que consiste en el pago de servicios ambientales a través de una plataforma bancaria que permite que al campesino le sea entregada la totalidad del pago que hacen empresas y personas naturales interesados en compensar su huella de carbono y al mismo tiempo retribuir a quienes garantizan la existencia de los servicios ambientales, los cuales son la base de la vida en el planeta.
 
Zuluaga explica de manera muy sencilla la fórmula: “A través de BanCo2, nosotros logramos dirimir este conflicto definitivamente, como autoridad ambiental los llamamos y les dijimos que hiciéramos una sociedad: ustedes necesitan comer y condiciones de vida dignas; nosotros, misionalmente necesitamos garantizar la conservación de los ecosistemas y de la biodiversidad, y las empresas del Oriente Antioqueño necesitan el agua que nace en sus predios. La propuesta es que ustedes conserven esos bosques, la diferencia con BanCo2 es que no lo van a seguir haciendo gratis”.
 
Parte del éxito de este modelo de pago por servicios ambientales es que no se trata de un subsidio, según lo asegura Arcesio Guarín, campesino desplazado y retornado de Alejandría en Oriente Antioqueño “a mí no me están regalando plata, a mí me están pagando por un servicio que estoy prestando, que es conservar los bosques de la zona donde habito, nosotros vendemos unos servicios que unos ciudadanos y unas empresas nos compran”.
 
“A los campesinos los bancarizó Bancolombia a través de BanCo2, este proyecto los volvió importantes, los convirtió en sujetos de crédito en este país, los capacitamos en manejo financiero, tienen seguro preexequial, por hospitalización, seguro de vida y de accidentes por discapacidad, todo esto porque los ciudadanos y las empresas han empezado a entender que nuestros campesinos no necesitan limosna ni subsidios, ellos tienen bienes y servicios valiosos que pueden vender y que nosotros debemos comprar”, asegura enfático Zuluaga.
 
El director de Cornare emocionado recuerda que “tal vez lo más emocionante de la noche en la que las primeras familias campesinas visitaron las instalaciones de Bancolombia en Medellín para hacer el primer pago a través de la plataforma bancaria, fue cuando Doña María Camila emocionada por haber recibido el mensaje de texto en el que le anunciaban que había recibido en su cuenta los primeros 350 mil pesos, pide la palabra y con tono ceremonioso se dirige a Carlos Raúl Yepes, presidente de Bancolombia y le dice: “Mire Doctor, como entre banqueros sí nos vamos entendiendo”, es que ese día, esta sencilla campesina víctima de la violencia, le dijo a uno de los hombres más poderosos del sector financiero en Colombia: “Usted tiene una riqueza en recursos financieros y yo, en recursos naturales; hablando de medioambiente, esto es entre iguales”.
 
Arcesio Guarín, afirma que “en Cuba se podrá firmar un acuerdo de paz seguramente, pero en el Oriente Antioqueño, ya hemos firmado 400 acuerdos de paz entre los campesinos y BanCo2, porque la paz con hambre no dura”.

*periodistas y conductores de BluVerde.