Juan Mayr Maldonado, exministro de Ambiente. Foto: archivo particular.

OPINIÓN

Reflexiones sobre verdad y naturaleza

De la pandemia del coronavirus han emergido numerosas verdades que antes ignorábamos o queríamos ignorar. De un momento a otro ha salido a flote lo vulnerables que somos como especie y sociedad frente al microscópico virus que no distingue raza, edad o condición.

Juan Mayr Maldonado*
8 de julio de 2020

Igualmente, ha desnudado con crudeza las inequidades existentes y exacerbado la polarización que tanto daño le ha hecho al país.

Hoy sabemos que el país enfrenta la mayor crisis económica de la historia. Las consecuencias son demoledoras y ya se sienten en las cifras de desempleo, en las innumerables empresas y negocios que han tenido que cerrar y en la creciente inseguridad que empezamos a vivir. Las protestas ciudadanas en los sectores mas vulnerables están a la vista, el hambre acecha... y en las regiones donde el Estado sigue ausente, el aumento de asesinatos de líderes, defensores de derechos humanos y excombatientes crece de manera inaceptable como síntoma de la degradación ética y moral por la que atraviesa nuestro país.

Todo lleva a pensar que nos encontramos frente a una tormenta perfecta. La incertidumbre es una verdad inocultable. Lo que sí sabemos es que la recuperación será lenta y requiere un gran esfuerzo colectivo y unión para salir adelante.

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La pandemia nos ha ofrecido la oportunidad de reflexionar sobre el modelo de desarrollo y el futuro deseado, pero también ha opacado y relegado a un segundo plano temas de la agenda nacional no menos importantes, como la paz y el medioambiente, pilares fundamentales para un futuro sostenible.

En el campo de la paz, el esclarecimiento de la verdad sobre lo sucedido en el conflicto armado es fundamental para cerrar las heridas y pasar la página. Sin duda, es un tema sensible para muchos actores, pero también el justo reconocimiento a más de ocho millones de víctimas. La verdad es la base para el perdón, la reconciliación y la garantía de no repetición.

Pero también está la verdad de lo sucedido con la naturaleza, de la cual depende la vida. Su destrucción no para y, al igual que el virus, nos afecta a todos.


El coronavirus sacó a relucir lo vulnerable que somos los humanos como especie y sociedad. Foto: GETTY Images. 


Estas verdades adquieren una dimensión ética que no podría estar ausente de cualquier discusión política que busque el bienestar de la población y evitar tragedias previsibles como la prolongación del conflicto, la destrucción de la biodiversidad o las afectaciones por el cambio climático.

Nos encontramos en un momento de quiebre en la historia del país y de la humanidad, un momento de disrupción, oportunidades y profundos cambios. Momento para repensarnos y encontrar soluciones innovadoras que pongan fin a una historia de violencia y desencuentros, que nos permitan escribir una nueva narrativa en la cual la sostenibilidad de la vida, la inclusión, la equidad y el goce pleno de todos los derechos, incluidos los de la naturaleza, se conviertan en un propósito colectivo. 

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Es precisamente en esta búsqueda donde la restauración ecológica y la siembra de miles de árboles puede y debe constituirse en un propósito nacional que sirva como eje articulador de diversos esfuerzos e iniciativas. Me explico: además de ser una oportunidad para crear miles de empleos, generar conciencia y poner en marcha un proceso pedagógico y participativo sobre el cuidado de lo que el papa Francisco ha denominado “nuestra casa común”, es igualmente la manera más amable e incontrovertible para que el Estado tenga una presencia productiva, sostenible y restauradora en los territorios y comunidades en los que sigue ausente. La restauración y la reforestación abren un gran renglón para la economía de este país que es uno de los siete —a nivel mundial— con mayor aptitud forestal.


La restauración de ecosistemas estratégicos será fundamental en el poscoronavirus. Foto: archivo / SEMANA.  

La restauración de ecosistemas y el desarrollo de un gran programa de reforestación de bosques productivos —con comunidades y empresarios— a manera de santuarios o sitios sagrados para la protección de la vida son acciones enfocadas al “cuidado de la casa común” y símbolos de sanación, perdón y reconciliación no solo con la naturaleza, sino también entre víctimas y victimarios.

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La restauración ecológica trasciende en el tiempo y puede ser apropiada como memoria por el país y las comunidades. A la vez, la sanación y el cuidado de la naturaleza como mensaje pueden ser el complemento ideal que acompañe la narrativa del informe final de la Comisión de la Verdad, que para trascender requiere un poderoso elemento simbólico que solo la naturaleza puede aportar. En la naturaleza y la verdad están dos de las grandes claves para el futuro del país.

*Exministro de Medio Ambiente de Colombia, exembajador, miembro de la Comisión de Conciliación Nacional, creador de la Fundación Prosierra.