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Decálogo desde el confinamiento por la pandemia

Después de más de 100 días de este odioso confinamiento, el más largo al que han sido sometidas las generaciones humanas vivas, y con la intención de que no sea en vano, propongo un decálogo de lecciones personales experimentadas, más que suficientemente aprendidas.

Mauricio Ochoa
3 de julio de 2020

 

  1. No somos especie tan predominante. Somos una más de las millones que pueblan el planeta, pero nuestra arrogancia nos supuso inmunes a nuestros predadores y exitosos competidores por los recursos naturales. Pero no hay tal, somos solo otra especie, de las tantas que han poblado el planeta y que en el 99 % de los casos han desaparecido. Ahora, una de las formas de vida que ni siquiera sabemos clasificar a ciencia cierta, un “insignificante” bicho microscópico, ha puesto en evidencia nuestra enorme vulnerabilidad.

  • >Hemos dado valor exponencial al riesgo de la explosión demográfica, al haber logrado aumentar la longevidad de los individuos y disminuir la morbilidad en infantes. En este caso, el éxito de la salubridad y de las ciencias médicas ha generado bienestar en los individuos, pero desequilibrio en la sociedad, de manera que ante la incertidumbre de nuevas enfermedades, la respuesta es tardía. La presente pandemia nos lleva a nuevos equilibrios en los que la población más vieja tiene menores opciones de superarla. Pero, adicionalmente, la inequidad imperante amplía el espectro de riesgo para los ciudadanos de países en vías de desarrollo, y dentro de estos a la población mayoritaria más pobre, ya sin importar mucho su condición etaria.


    El coronavirus ha hecho que las personas replanteen su forma de actuar más amigable con el planeta. Foto: GETTY IMAGES.

  • Con la emergencia surgida por la pandemia hay costos no suficientemente relacionados que han tardado siglos en ser construidos y universalmente aceptados, como es el caso de las libertades individuales, de las que tratan los derechos humanos, que ahora están puestos en duda por la arbitrariedad con la que se construyen políticas y legislaciones para protegernos de nosotros mismos. Es absurdo perder libertades a costa de seguridades, que resultan aún inseguras. La pandemia está ahora en una arena política, cooptada por populismos, en la que importan menos los contagios y muertos, que los ‘likes‘ en las campañas demagógicas.

  • Nuestra sociedad planetaria ha perdido sus referentes para dar sentido a la vida. Eliminó el rol de los dioses por el humanismo, que plantea que la verdad está en nuestros corazones, pero adicionalmente ha extraviado los mandatos biológicos que preponderaban el bienestar de la especie sobre la de los individuos. Esta discrepancia es básica para superar la pandemia, pues dejamos en el individuo decisiones de especie, ya sin suficientes códigos morales y éticos. Ahora se trata de "sálvese quien pueda".

  • La democracia, al decir de Winston Churchill, es el peor sistema social, con excepción de todos los demás. Para controlar la pandemia y mitigar los efectos del cambio climático global, ¿no sería este un buen momento para ser repensado? ¿La noocracia y la sofocracia —el gobierno de los sabios— no serían una alternativa, al menos no tan nocivas?

  • Como civilización nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero tampoco nunca hemos tenido tanta incertidumbre ante el futuro personal y social. Es el momento de los cambios transformativos, como lo plantean las conferencias de las partes de las diversas plataformas intergubernamentales, que en Colombia hemos traducido como las transiciones socioecológicas hacia la sostenibilidad. A pesar de la reiteración, ¿no sería momento de reinventarnos, incluso de re-independizarnos de tantas corrientes agotadas, de tanto “más de lo mismo”?
  • Este confinamiento, más que la pandemia misma, nos está generando un trauma generacional. La psique humana usa el olvido como mecanismo de control de traumas. La propuesta es que no olvidemos ni la pandemia ni la “violencia”, sino que a partir de la experiencia forjemos aprendizajes dirigidos a tomadores de decisiones, que no son, como se supone, las autoridades solamente, sino también cada uno de nosotros que permanentemente tomamos decisiones en cada compra, en cada votación, en cada acción de nuestra cotidianidad.

    *Investigador titular en Gestión Territorial de la Biodiversidad del Instituto Humboldt.