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El reto de energizar zonas rurales aisladas

En América Latina, 24 millones de personas, la mayoría en el sector rural, no tienen acceso a servicios de energía eléctrica modernos, lo que contribuye al deterioro de su calidad de vida e impide el desarrollo de las zonas que habitan.

22 de junio de 2016

Uno de los grandes retos que afronta la región para erradicar la pobreza y asegurar la prosperidad de sus habitantes es la electrificación de las comunidades rurales aisladas, propósito que hace parte de los objetivos de Desarrollo Sostenible. La meta propuesta por los Estados Miembros de la ONU es que para el año 2030 se debe garantizar el acceso universal a servicios de energía asequibles, confiables y modernos, una labor que si bien es posible, requiere de la ayuda y el compromiso de diversos actores para que se cumpla.

Llevar energía a poblaciones rurales aisladas no ha sido una labor fácil y mucho menos ágil. Las dificultades en el acceso a las zonas y la dispersión de sus habitantes, unido al débil planeamiento de los países para cubrir la demanda y la escasa regulación, han hecho que los indicadores de cobertura de electricidad no sean los deseados. Para resolver el problema se necesita el compromiso y la comunión de los gobiernos nacionales, las empresas privadas, la cooperación internacional y  las comunidades beneficiarias.

La política energética para las zonas rurales aisladas debería estar acompañada de un esquema regulatorio adaptado a las necesidades reales de los pobladores, con un régimen tarifario que garantice la sostenibilidad técnica, financiera y ambiental de los proyectos, enfocando las soluciones planteadas a garantizar el acceso al servicio por parte de los usuarios. En la mayoría de los países de América Latina y el Caribe la estrategia de extender las redes eléctricas de los sistemas interconectados a los usuarios remotos ya no es una solución financieramente eficiente, por lo que el abastecimiento utilizando sistemas de generación aislados o micro redes toma cada vez más importancia, especialmente si se usa como fuente de generación los recursos renovables no convencionales con los que cuentan las regiones como la energía solar, la eólica y la biomasa.

La selección de la tecnología correcta para suministrar energía a las poblaciones apartadas y el involucramiento de las comunidades en todas las fases de los proyectos, son hitos fundamentales para garantizar la prestación de un servicio confiable, seguro, sostenible y de calidad. Es aquí donde debe existir una regulación clara que incentive los costos eficientes de generación de energía eléctrica dependiendo de la tecnología y la zona geográfica donde se vaya a desarrollar el proyecto. No es lo mismo prestar el servicio en la Amazonía que en la Sierra y no es siempre la mejor opción es utilizar el combustible diesel como fuente de generación tal y como se realiza en la mayoría de los casos en la actualidad.

El financiamiento de las soluciones energéticas ha sido otro de los retos para los países, es aquí donde los gobiernos deberían establecer e incentivar mecanismos como las alianzas público privadas o las áreas de servicio exclusivo, que permitan a los privados entrar a hacer inversiones en las zonas apartadas para cubrir la brecha de acceso que aún se mantiene. En este caso, hay que tener presente que la inversión privada no se materializará en el sector rural a menos que el gobierno de los países cubra la diferencia entre el costo real de prestación del servicio y la tarifa que pueden percibir los usuarios finales. Por otra parte, la Cooperación Internacional puede jugar un rol determinante ya que está en capacidad de aportar financiamiento y lo más importante, puede hacer transferencia tecnológica y de lecciones aprendidas, las cuales se han generado a lo largo de los múltiples proyectos que desarrollan a nivel mundial.

Llegar a alcanzar un 100% de cobertura eléctrica permitirá que los habitantes de las comunidades rurales aisladas mejoren de forma radical su calidad de vida; usar un mechero o velas de cera para iluminarse sería anecdótico para las personas, en cambio podrían acceder a mejores herramientas para educarse, podrían refrigerar alimentos y vacunas, además de poder emprender proyectos productivos que les permitan soñar con un mejor presente y futuro.