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Es cuestión de tiempo

Linajes evolutivos están por enfrentar la inevitable extinción, gracias a la acción irreflexiva de la especie de primate que terminó por “dominar” la Tierra.

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20 de abril de 2017

La noción de tiempo de los humanos está mediada por la experiencia de vida individual. Así tenga referencias acerca del pasado remoto o piense en el futuro, cada quien habita una pequeña ventana temporal dentro de la cual percibe y construye una imagen del mundo. Por eso no es habitual que una persona considere los procesos y situaciones ambientales que ocurrieron antes de su nacimiento o que podrían suceder después de los años que le quedan por vivir.

Esta limitación hace difícil, para muchos, entender la evolución orgánica, darse cuenta que la corteza terrestre y el clima son entes dinámicos y aceptar que las acciones humanas locales y cotidianas influyen sobre las transformaciones del medio ambiente a escalas espaciales y temporales mucho mayores. Vivimos un instante en el devenir del universo y por eso nos cuesta entender que ese paso fugaz está enlazado con la historia de la vida en la Tierra y con su porvenir.

A pesar de la aceptación prácticamente universal de la teoría de la evolución, son relativamente pocos quienes aprecian que cada ser vivo es el representante de una saga evolutiva y el portador de un conjunto de genes que han logrado sortear múltiples vicisitudes a través de los siglos. Y al perder de vista la intrincada ramazón de conexiones evolutivas, consiguen distanciarse emocionalmente de otros seres vivos. El riesgo de extinción de muchas especies es entonces un problema ajeno a una inmensa mayoría no solamente por ignorancia, sino por simple ausencia de empatía.

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Como muchos de los procesos que moldean los grandes paisajes por lo general toman más tiempo del que dura una vida humana, la percepción de las dinámicas globales se hace difícil. Los accidentes geográficos son elementos aparentemente estáticos del paisaje pues, aunque somos testigos de los fenómenos que los moldean, no advertimos que esa génesis está sucediendo. A pesar de que la ocurrencia de los terremotos y las erupciones volcánicas es siempre un evento noticioso, pocos advierten que unos y otros son responsables, junto con procesos como la erosión, las inundaciones y la sedimentación, de la configuración de valles y montañas.

Otros cambios ambientales que tienen lugar durante lapsos más cortos escapan también al entendimiento del común.  Especialmente cuando se inician antes de la ventana temporal de una generación o cuando sus manifestaciones se evidencian mucho después de haberse puesto en marcha. Aunque cada vez más personas aceptan que el cambio climático es un hecho, para muchos es apenas una posibilidad remota, pues no logran dimensionar las evidencias que demuestran que este fenómeno está en marcha desde hace décadas. Por ejemplo, cuando se creó el Parque Nacional Natural Los Nevados en Colombia en 1979, nadie hubiera imaginado que los testigos de la designación de esa área protegida presenciarían, un par de décadas después, el deshielo de más de la mitad de sus cumbres.

El desfase temporal entre muchas acciones humanas y sus consecuencias sobre el medioambiente es tal vez una de las mayores dificultades para conseguir la concienciación ciudadana sobre estos asuntos. Las relaciones inapropiadas que mantenemos con los ecosistemas, guiados por una óptica inmediatista, se suceden sin cesar, pues seguimos sin darnos cuenta de que sus impactos pueden manifestarse incluso muchos años después de que una intervención haya tenido lugar. La sustitución de coberturas vegetales, la adecuación de tierras para diferentes usos, el manejo inadecuado de las cuencas hidrográficas y la ocupación de terrenos inestables, son ejemplos flagrantes de imprevisión basada en un estrecho marco de referencia temporal.

Pero es cuestión de tiempo para que lleguen las cuentas de cobro de la naturaleza. Linajes evolutivos que atravesaron millones de años están por enfrentar la inevitable extinción, gracias a la acción irreflexiva de la especie de primate que terminó por “dominar” la Tierra. Paisajes enteros moldeados por la tecnología y la ambición eventualmente pueden ser retomados por la paciente acción de los elementos y los procesos geológicos a gran escala. Y con una frecuencia que se aproxima a la de los disparates humanos, las pérdidas económicas y de vidas humanas ocasionadas por el manejo rapaz e inadecuado del ambiente, se presentan como señales inequívocas de la urgencia de corregir el rumbo.