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¿Hay ambiente para la paz?

El balance de la guerra no deja de ser positivo para el medio ambiente, pero qué pasará cuando las carreteras, las industrias, la minería y el crecimiento económico entren al juego.

Sostenibilidad.Semana.com
23 de junio de 2015

El cese del conflicto no puede tomar al país por sorpresa. En primer lugar, porque llevamos más de tres años en diálogos con las FARC. En segundo lugar, porque muchos territorios ya han vivido la experiencia del cese o reducción del conflicto, y algo tenemos que aprender de ellos.

En temas ambientales, las lecciones son bastante fuertes. Las fases más intensas del conflicto armado, entre la década de los ochenta y el comienzo del nuevo milenio, vieron a millones de colombianos, pobres entre los pobres, dejar sus tierras; el Oriente y Magdalena Medio antioqueño vivieron esta realidad con intensidad. Con el abandono de sus territorios el suelo descansó del uso humano y vio la recuperación de sus bosques y poblaciones animales. 

Luego, con los procesos de desmovilización después del 2005, las condiciones de las regiones permitieron el retorno –individual o en grupo- de estas familias a sus lugares de origen. Algunas tuvieron acompañamiento, pero la mayoría no. Estos campesinos volvieron a sus tierras a hacer lo que sabían hacer: abrir áreas para cultivar y tener ganado en bajas densidades; los bosques se talaron y se quemaron, y los grandes mamíferos que amenazaban su ganado fueron cazados. El Estado no estuvo ahí para acompañarlos en usar mejor su tierra, nutrir mejor el ganado, proteger sus fuentes de agua o tener una agricultura más productiva. La naturaleza perdió lo recuperado y los campesinos volvieron a ser tan pobres como siempre lo habían sido.

Al otro lado del río, varios años después, la Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio trabajaba en una zona de Santander a donde habían llegado colonos de diferente origen. Unos vivieron bajo el dominio de la guerrilla, otros bajo el asedio de los paramilitares, pero compartían algo esencial para el ser humano: su territorio. La ONG trabajó de la mano con ellos en la restauración de la biodiversidad y el tejido social de la región. Este proceso de pedagogía ambiental, que demanda una construcción colectiva y exalta los liderazgos positivos, resulta hoy no solo en el mejoramiento de las condiciones naturales, sino en una comunidad consolidada, arraigada a su tierra, y con propósitos comunes. La naturaleza ganó y sirvió además de argumento para fortalecer una comunidad de paz.

Un país que pone a la paz, la equidad y la educación como sus grandes metas, y que pretende enmarcar su desarrollo en el crecimiento verde, debe tomarse en serio el papel del medio ambiente en la construcción de paz y enfrentar con responsabilidad los retos que un escenario de reducción del conflicto pone sobre su megabiodiversidad. El escenario del postconflicto definirá el modelo de desarrollo que el país adopte, serán las víctimas las protagonistas de la construcción de paz. Sin embargo, hoy poco sabe el Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas (SNARIV) de sostenibilidad, y menos conoce el Sistema Nacional Ambiental (SINA) de construcción de paz.

Cerca del 40% de las personas que pasan por el proceso de reparación utilizan la indemnización que el Estado les da para generar alternativas productivas para ellos. Del mismo modo, buena parte de los sujetos de reparación colectiva solicitan intervenciones ambientales para la recuperación de sus ecosistemas y fuentes de agua. Asegurarnos de que el apoyo a estas víctimas construya modelos de sistemas productivos sostenibles, apropiación del territorio y fortalezca liderazgos positivos es construir paz, aprendiendo de lo vivido. 

Como muchos expertos en el tema lo han enunciado, una de las consecuencias no programadas de la guerra ha sido la conservación de buena parte de los bosques colombianos; en un Estado con una institucionalidad aún débil y una capacidad limitada, las medidas de comando y control de las autoridades ambientales nunca hubieran logrado lo que el miedo a las guerrillas sí logró. Si bien es cierto, como lo repiten reiteradamente los representantes del gobierno central, que los cultivos ilícitos son una causa importante de deforestación, el balance de la guerra no deja de ser positivo para los seres no-humanos y los bosques vienen ganando por W. ¿Qué va a pasar cuando las carreteras, la industria, la minería y el crecimiento económico entren al juego?